Nacimiento de Cristo (detalle). ESCUELA DE FRAY ALONSO DE ZAMORA (¿Maestro de Oña?)Témpera sobre tabla.

 

 

 

I.1.  EL FEUDALISMO. DESDE LOS ORÍGENES HASTA EL SIGLO XIII

Nota introductoria

El Occidente surgido de la caída del Imperio Romano (s. v) se organiza social y políticamente en un sistema orgánico y cerrado, el feudalismo. Sus relaciones de producción se basan en una economía natural y agrícola, para el uso inmediato, en que el intercambio comercial funciona en muy escasa medida, a lo que contribuye poderosamente el hecho de la existencia de ciudades pequeñas y aisladas. Más en concreto: los poseedores de los medios de producción —los terratenientes— se apropian del excedente productivo de los campesinos; esos poseedores pertenecen a la nobleza y a la Iglesia, y están relacionados en sus diversas jerarquías por razones de poder económico y por lazos de vasallaje contractual. Los campesinos, adscritos a la tierra, se hallaban sometidos a rígidas prestaciones y exacciones, a cambio de la protección por parte del señor, civil o religioso. Esta estructura socioeconómica es refrendada teológicamente por la Iglesia: el rey (en principio, el primero entre sus iguales) lo es por derecho divirio y hace las veces de Dios en sus territorios. La llamada teoría descendente será articulada y manejada continuamente por la Iglesia, desde San Agustín en el siglo v hasta Santo Tomás en el XIII. El sistema, teóricamente y para sus privilegiados, es perfecto: cada hombre nace en una determinada situación social y su papel consiste en vivir de acuerdo con ella; de este modo no sólo contribuirá al bien común, sino que salvará su alma y llegará al Reino de los Cielos, no menos jerarquizado que el de este mundo. La insatisfacción social, la rebeldía contra los poderes establecidos, suponen incurrir en la ira de los señores, del rey y de Dios mismo; todos los movimientos socio-religiosos de protesta serán sofocados violentamente por la fuerza de las armas y de los anatemas, como en el caso de los albigenses, entre otros muchos. En el propio Poema de Mió Cid hallamos un pequeño y revelador caso: quien desobedezca la orden real de no ayudar a Rodrigo, ha de saber

que perderié los haberes et los ojos de la cara,
e aun demás los cuerpos e las almas.

La concepción filosófica de este universo supone una idea de totalidad y comunidad organicistas, en que no caben las individualidades, el aislamiento ni la soledad. Todos forman parte de un todo.

Tales creencias y el sistema que las sustentaba comenzarán a entrar en crisis en los siglos XII y XIII, si bien no de manera simultánea en los diversos territorios europeos. Ello se deberá al surgimiento de nuevos modos de producción y de distribución, al auge del comercio y de la relación mercancía-dinero, es decir, de la economía monetaria precapitalista, y a la agudización —a otro nivel— del conflicto por el control efectivo del poder entre nobleza y monarquía.

De hecho, en parte alguna se da en pureza el sistema feudal. Entre los más excepcionales, sin embargo, figuran los países cristianos hispánicos, si bien Cataluña —a este respecto apéndice de Francia— es un caso aparte. En la Península, en efecto, debido a sus peculiares características históricas, como la presencia musulmana, las variadas y continuas relaciones entre ambas culturas y el fenómeno de la llamada «Reconquista», el desarrollo del feudalismo no alcanzó nunca el nivel europeo. La repoblación de los territorios del valle del Duero, por ejemplo, supone la existencia de una masa de pequeños propietarios campesinos libres, lo que impide la formación de un sistema feudal cerrado. Pero sus presupuestos teóricos e ideológicos funcionan claramente.

El siglo XII significa un auténtico despertar económico y cultural. Las ciudades crecen, y con ellas las rutas comerciales (pese a las limitaciones peninsulares, se produce el interesante hecho de barcos vascos comerciando por el Mediterráneo), la artesanía y la nueva economía monetaria, con lo que el sistema feudal basado en la producción para el simple consumo comienza a no satisfacer las necesidades de las capas más emprendedoras de la sociedad en desarrollo. Todo lo cual puede observarse, a nivel hispánico, en el florecimiento del Camino de Santiago, de los burgos que lo flanqueaban y de los «burgueses» que los habitaban. Será Italia la avanzadilla de este proceso, pues en la Península todo ello no se reflejará de modo notorio hasta el siglo XIII. No es casualidad que este despertar socio-económico vaya acompañado de unas nuevas manifestaciones culturales, como la creación de las primeras universidades y del rico estilo gótico; surgen también las tempranas traducciones al latín de obras árabes y clásicas.

Pero debido probablemente a las especiales circunstancias de los países cristianos hispánicos, a sus divisiones internas y a la fuerte presión ejercida por las oleadas de invasores africanos, y si bien Alfonso VI de Castilla conquista en 1085 la importante ciudad de Toledo, la derrota de Marcos en 1195 ante los almorávides siembra la confusión entre los cristianos, cuya recuperación no llegará hasta 1212, con la espectacular victoria de Las Navas de Tolosa sobre los almohades. En el siglo XIII, en efecto, tendrán lugar las grandes conquistas de Fernando III: Córdoba, Sevilla, Cádiz. Hacia 1210 se crea en Palencia la primera universidad; la segunda, la de Salamanca, pocos años después. Por los mismos tiempos penetra el gótico en la Península, y los trabajos de la Escuela de Traductores de Alfonso X el Sabio propagan la ciencia oriental por Occidente; es también la época de la creación de la prosa castellana y el momento en que comienza la influencia de Aristóteles. El siglo XIII, en fin, ve la aparición de dominicos y franciscanos, que tanto habrían de influir en las diferentes esferas de la vida medieval.

 

[...]

 

 

I. 1. A.   Mester de clerecía e intereses creados. Gonzalo de Berceo

En el siglo XIII y al calor del desarrollo social del momento (véase la Nota Introductoria) aparece el mester de clerecía. Se trata de una escuela erudita y clerical —en su doble sentido—, en conexión con la vida e intereses de los monasterios, y que ofrece un aspecto cultural muy compacto. Su técnica poética es, por lo general, bien determinada y regular: estrofas de cuatro versos de una sola rima y con catorce sílabas (tetrástrofos alejandrinos monorrimos, cuaderna vía), al menos inicialmente. Aparece por primera vez el orgullo intelectual, inseparable del individualismo, que se irá desarrollando con lentitud, como señala el Libro de Alexandre, marcando sus diferencias con el arte juglaresco, con el que, sin embargo, coexiste:

mester trago fermoso, non es de ioglaría;
mester es sen peccado, ca es de clerezía,
fablar curso rimado por la quaderna vía,
a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.18

Si bien la influencia de la cultura eclesiástica es evidente, la lengua es la común, y ello ha de ser así en atención a las motivaciones básicas del género, de lo que se tratará al hablar de Gonzalo de Berceo; éste dirá:

quiero fer una prosa en román paladino,
en el qual suele el pueblo fablar a su vezino.19

Los temas de dos obras del mester de clerecía señalan el carácter más universal y abierto de la nueva cultura, el Libro de Alexandre y el Libro de Apolonio. El primero cuenta la vida y hazañas de Alejandro Magno, asunto que unido a la espectacular caída del viejo héroe se hizo especialmente popular durante la Edad Media, con abundantes versiones occidentales. El extenso poema —más de 10.000 versos— ofrece un variado y abigarrado cuadro de la antigüedad helénica, al tiempo que destaca poderosamente la personalidad de Alejandro, insatisfecho ante sus victorias y conquistas, buscando siempre algo más —la sabiduría, los misterios del cielo y del fondo de los mares— y, por último, traicionado y asesinado de forma miserable:

Alexandre, que era rey de grant poder,
que mares nen tierra no lo podien caber,
en una fuessa ovo en cabo a caer,
que non podie de término doze pies tener.20

El Libro de Apolonio, por su parte, se relaciona con los esquemas de la vieja novela bizantina de aventuras y viajes, de final feliz y con las habituales moralizaciones.

Pero es la obra de Gonzalo de Berceo la que se destaca señera entre la literatura del mester de clerecía del siglo XIII. El sacerdote Berceo pertenecía al monasterio benedictino de San Mi-llán de la Cogolla, en la Rioja, de donde probablemente fue notario; vivía aún a mediados de la centuria. Toda su abundante obra conservada es puramente religiosa: tres vidas de santos, tres poemas marianos, tres poemas doctrinales y algunos himnos. Suele manejar la crítica, al tratar de Berceo, varios tópicos contra los cuales conviene estar alerta, tales como «sencillez», «ingenuidad» y «popularismo». Lo que en verdad se oculta tras esa aparente «sencillez» de Berceo no es sino una gran complejidad y habilidad para cumplir unos fines bastante concretos y determinados: la propaganda de su monasterio y la defensa de los intereses del mismo —semejante a lo que vimos al tratar del Poema de Fernán González— a un nivel local; la propaganda y la defensa de su religión, y al propio tiempo del sistema y orden establecidos, a un nivel más general. Berceo acudirá para ello a diferentes recursos, como el uso de elementos juglarescos y de la captatio benevolen-tiae o falsa modestia para acercarse al pueblo, o como la casi continua referencia al escripto o libriello que le inspira y le sirve de modelo, manejando así el respeto y temor que las masas iletradas sentían por la letra escrita. La vida de San Millán es, en este sentido, una pieza maestra, en que Berceo recoge viejas tradiciones de su monasterio, la más importante la de un milagro realizado por el santo después de muerto: su intervención, nada menos que al lado de Santiago Matamoros, en una batalla entre leoneses y castellanos —dirigidos respectivamente por el rey Ramiro y el conde Fernán González— contra los musulmanes. En efecto, en el cielo,

vieron dues personas fermosas e lucientes,
mucho eran más blancas que las nieves recientes.
Vinien en dos caballos plus blancos que cristal;
armas quales non vio nunqua omne mortal:
el uno teníe croza, mitra pontifical;
el otro una cruz, omne non vio tal.
Avien caras angélicas, celestial figura,
desçendien por el aer a una grant pressura,
catando a los moros con turva catadura,
espadas sobre mano, un signo de pavura.21

La victoria cristiana es total, y como consecuencia, León se compromete a tributar una cantidad fija a Santiago y Castilla a San Millán; al monasterio,

unas tierras dan vino, en otras dan dineros,
en algunas çevera, en alguantas carneros,
fierro traen de Alaba e cunnos de azeros.
quesos dan en ofrendas por todos los camberas .22

Que en tiempos de Berceo los tributos no se entregaban con excesivo entusiasmo lo indican los siguientes versos:

si estos votos fuessen lealmente enviados,
estos santos preciosos serien nuestros pagados;
avriemos pan e vino, temporales temprados,
non seriemos commo somos de tristicia menguados.23

Queda así claro el propósito del «ingenuo» y «primitivo» poeta: servir los intereses económicos de su cenobio. Como se ha demostrado, Berceo no duda en aducir documentos y acuerdos totalmente falsos. Teniendo en cuenta el público de su obra, utiliza inteligentemente metáforas y referencias campesinas y militares que acercan el poema a las masas agrarias e iletradas que escuchan sus versos. La vida de Santo Domingo de Silos, que también fue prior benedictino de San Millán de la Cogolla, se sitúa en la misma línea propagandística e interesada.

Se ha dicho que Berceo es «el juglar de la Virgen», y en efecto, tres de sus obras están dedicadas a ella. La más importante y representativa es, desde luego, Milagros de Nuestra Señora, colección de veinticinco maravillosas historias inspirada en otras semejantes latinas y francesas, de gran popularidad en Europa (las Cantigas de Alfonso el Sabio son otro magno ejemplo peninsular). El objetivo de estas colecciones y de Berceo parece bastante claro: inspirar y aumentar la devoción por María, que aparece como abogada de los hombres —en los Milagros hay más perdonados que condenados— de acuerdo con el nuevo papel asignado a la Virgen ya desde el siglo xi. El fenómeno religioso que supone el hecho de que María llegue a adquirir en ciertos momentos históricos más importancia que el mismo Cristo-Dios, es a primera vista sorprendente. Pero la explicación no es difícil. Cristo aparece en el arte y en la vida medievales no sólo como el hombre sufriente y atormentado, sino también y de modo muy especial como el Cristo-Rey, con todos los atributos de un airado monarca terrestre que juzga severamente a los hombres, convirtiéndose en una transposición del gran señor feudal; en las representaciones artísticas aparece a menudo con la amenazadora espada y con la corona señoriales. Se trata del mismo fenómeno que transforma el paraíso en una corte celestial-feudal, con sus rígidas clasificaciones estamentales de ángeles. Y así, María, madre de Cristo, abogada de los miserables, es ahora una benigna reina de los cielos, contrapeso de las iras de su hijo. En este valle de lágrimas, cuyas instituciones eran de derecho divino, no había posibilidad de cambios estructurales; la solución se hallaba a posteriori y la igualdad se conseguía después de morir, como las danzas de la muerte enseñan. El propio Berceo, en uno de sus poemas menores. De los signos que aparecerán antes del Juicio, explica bien  bien a las claras la solución apocalíptica, con sus espantables castigos para todos aquellos que no han cumplido correctamente con el papel social que les ha correspondido, y también, cómo no, contra las riquezas terrenales:

el día cuarto décimo será fiera barata,
ardrá todo el mundo, el oro e la plata,
balanquines e púrpuras, xamit e escarlata;
non fincará conejo en cabo nin en mata.

...............................................................

Los omnes cudiciosos del haber monedado,
que por ganar riqueza non dubdan fer pecado,
metránlis por las bocas el oro regalado:
dirán que non hobiese atal haber ganado.
Los falsos menestrales e falsos labradores
allí darán emienda de las falsas labores;
allí prendrán enmienda de los falsos pastores.

...............................................................

Los omnes soberbiosos que roban los mezquinos,
que lis quitan los panes, así facen los vinos,
andarán mendigando corvos como encinos:
contecerá eso mismo a los malos merinos.24

Los Milagros comienzan con una atractiva y hermosa introducción alegórica en que se utilizan a lo divino todos los elementos tradicionales del jardín erótico:

Yo, maestro Goncalvo de Berceo nomnado,
yendo en romería caesçí en un prado verde e bien sencido,
de flores bien poblado, logar cobdiciadero pora homne cansado.

Daban olor sobejo las flores bien olientes,
refrescaban en homne las caras e las mientes,
manaban cada canto fuentes claras corrientes,
en verano bien frías, en ivierno calientes...25

Arboles y flores, pájaros cantores, todos los elementos necesarios son manejados por Berceo, que explica después su sentido no erótico, sino cristiano: el prado es la Virgen; las flores, los diversos nombres que se le han dado a la madre de Cristo; las cuatro fuentes, los cuatro evangelistas, por ella inspirados. En los Milagros, el poder de la Virgen adquiere características en verdad sorprendentes. María, en efecto, salva del infierno a ladrones, borrachos y monjas embarazadas; resucita a quienes fallecidos en pecado mortal, vueltos de nuevo a la vida y convenientemente arrepentidos, terminan por ir a la gloria; se habla de los peligros del intelectualismo y de las ventajas de la ignorancia; se llega a los límites del subconsciente en un milagro en que María, celosa, escamotea de entre los brazos de la esposa a un recién casado en la noche de bodas; se maneja el antisemitismo; la Virgen interviene incluso para arreglar las finanzas de un comerciante en apuros. De campesinos a obispos, todo el espectro de la sociedad medieval aparece dominado por los poderes sobrenaturales de María, abogada y defensora, pero que también sabe castigar cuando es preciso. El propósito, más allá de supuestas ingenuidades, no es otro que el de la preservación del orden establecido, invocando la posibilidad del milagro cotidiano y de una vida eterna.

 

NOTAS

18 «Traigo una obra hermosa que no es de juglaría: / obra es sin pecado, pues es de clerecía, / hablar con rimas por la cuaderna vía, / con sílabas contadas, que es gran maestría.»

19 «Quiero hacer un poema en lengua vulgar, / en la cual suele el pueblo habalr con su vecino.»

20 «Alejandro, que era rey de gran poder, / que ni los mares ni la tierra lo podían contener, / en una tumba, por fin, vino a caer, / que no tenía ni doce pies de larga.»

21 «Vieron dos personas hermosas y relucientes, / eran mucho más blancas que las nieves recientes, / venían en dos caballos más blancos que el cristal, / las armas que llevaban nunca las vio antes hombre mortal: / uno llevaba báculo y mitra pontifical; / el otro una cruz, nadie había visto tal antes. / Tenían caras angelicales, figuras celestiales, / bajaban por el aire con gran prisa, / mirando a los moros con torva catadura, / espadas en la mano, señal terrible.»

22 «Unas tierras dan vino, otras dinero, / en algunas comida, en otras carneros, / hierro traen de Álava y acero, / quesos dan en ofrenda por todos los pueblos.»

23 «Si estos votos fuesen lealmente cumplidos, / estos santos preciosos estarían contentos de nosotros, / tendríamos pan y vino, tiempo templado, / no estariamos, como estamos, llenos de tristeza»

24 «El día catorceno pasarán horribles cosas, / arderá todo el mundo, el oro y la plata, / palanquines y púrpuras, sedas y escarlatas; / no quedará conejo ni en rincón ni en mata. I ... I Los avarientos de dinero, / que por conseguir riquezas no temen pecar, / les meterán por la boca el oro diluido: / dirán que ojalá no hubiesen tal dinero ganado. / A los falsos menestrales y labradores / allí les darán enmienda de sus mentirosos trabajos: / allí castigarán a los falsos pastores. / ... / Los hombres soberbios que roban a los pobres, / que les quitan los panes y también los vinos, / andarán mendigando, inclinados como encinas: / eso mismo sucederá con los malos regidores.»

25 «Yo, llamado maestro Gonzalo de Berceo, / yendo en romería llegué a un prado / verde y sin hollar, bien poblado de flores, / lugar agradable para el hombre cansado. / Daban fuerte olor las perfumadas flores, / refrescaban en le hombre rostro y mente; / manaban de cada esquina claras y corrientes fuertes, /en verano bien frías y en invierno calientes...»

 

 

Maria amamantando (detalle). Museo de la catedral de Burgos

 

 

 

 

 

Hª. SOCIAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA-
I.1 El feudalismo. Desde los orígenes hasta el siglo XIII

 


 

CARLOS BLANCO AGUINABA
JULIO RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS
IRIS M. ZAVALA

Hª.social de la Lit. Española. Feudalismo hasta el siglo XIII
Mester de clerecía e intereses creados. Gonzalo de Berceo
Castalia, Madrid, 1979. pp. 45-47, 61-67