Retrato de Lope de Vega, obra de Luis Tristán de Escamilla (1580-1624), pintor barroco español. La obra se expone en el Hermitage, San Petersburgo, Rusia.

 

 

 

 

Nos proponemos pasar revista a dos de los numerosos episodios que forman la trama de Las grandezas de Alejandro de Lope de Vega, tratando de ver sus orígenes y fuentes, así como las innovaciones que el comediógrafo español introduce en lo que podría considerarse como «communis doctrina» dentro de las posibles fuentes de la comedia. Estas observaciones completan las que, en otro trabajo 1 hacemos sobre la misma comedia de Lope en general y sobre las relaciones, en particular, de Las grandezas de Alejandro con La mayor hazaña de Alejandro —de atribución dudosa a Lope 2 — y Darlo todo y no dar nada de Calderón de la Barca, así como sobre la problemática planteada por dichas comedias en relación con sus posibles fuentes.

 

*    *     *

 

Ningún historiador del mundo antiguo dejaría de suscribir el juicio que A. Bonard 3 da sobre Alejandro: «Hay hombres cuya aparición en la historia parece resolver un problema insoluble, forzar bruscamente el callejón sin salida en el que la marcha de los acontecimientos parecía estar acorralada en la impotencia y la inercia, reabrir el camino interceptado por el desorden y la anarquía, anunciando y llevando incluso a la práctica un porvenir nuevo. Alejandro es, en el más alto grado, uno de esos hombres».

Y, sin embargo, desde el punto de vista de sus relaciones con las letras, no se podría afirmar que el Macedonio haya sido un hombre verdaderamente afortunado. Llamado por el destino a una de las empresas más sobresalientes de la historia universal, una tradición quiere que, tras atravesar el Helesponto, en el inicio de su magna campaña, deseó visitar la tumba de Aquiles y que, tras leer su epitafio, se lamentó amargamente de no tener, como lo había tenido el héroe griego, un pregonero digno que cantase sus hazañas. Nos lo han contado Arriano4  y Plutarco 5 , por un lado, G. de Chatillon 6 y El libro de Alexandre 7, por otro, y hasta el mismo Cicerón 8 se hace eco de la anécdota.

De todo el cúmulo de historiadores que, nada más suceder los hechos, (y algunos, incluso, con testigos presenciales de los mismos) describieron los acontecimientos de la magna conquista del Oriente (Nearco, Onesícrito, Aristobulo, Ptolomeo, Clitarco, etc.) sólo nos han quedado unos pobres restos 9, y para encontrar historiadores y biógrafos de Alejandro cuya obra (entera o en su mayor parte) ha llegado hasta nosotros tenemos que aguardar casi tres siglos después de la muerte del protagonista, ocurrida en el año 323 a.C. Se trata de Diodoro. Sículo, Pompeyo Trogo (cuya obra —perdida— nos ha llegado en un resumen de Justino, un oscuro autor de comienzos del s. III), Plutarco, Q. Curcio y Arriano 10.

Si la historiografía no ha sido benévola con Alejandro, la producción literaria lo ha sido menos: su figura y su obra, que eran una pura épica viviente, no inspiraron a ningún poeta épico en toda la antigüedad clásica, ni griego ni latino. Hay que esperar nada menos que hasta el s. XII (más de mil quinientos años) para que un digno, pero escolástico (en el peor sentido de la palabra) poeta épico latino, G. de Chatillon, componga en cinco años (entre 1178 y 1182) un magno poema en diez libros, con 5.464 hexámetros cuantitativos, cantando las hazañas del Macedonio 11 y sirviendo de ejemplo e inspiración a otros poemas épicos ya en lenguas romances, y, el más importante de todos ellos, El libro de Alexandre 12. Y es casi irónico que el mayor monumento que las letras han erigido a Alejandro consiste en una biografía novelesca, desorbitada y extravagante, disparatada e inverosímil, titulada Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia y conocida como Novela de Alejandro, escrita, ya en el s. III de nuestra era, por un autor anónimo y de cortas luces, conocido como el «Pseudo Calístenes» 13.

El mundo de la escena volvió sus miradas hacia aquella figura legendaria a partir del Renacimiento 14, proliferando las obras a partir del s. XVII: comedias, dramas, óperas, «ballets»...; pero tampoco aquí tuvo suerte Alejandro y eso que, entre tal caterva de autores, al lado de poetas muy limitados hay que colocar el nombre rutilante de Racine. En esta pléyade de autores hay que incluir a Lope de Vega. La obra Las grandezas de Alejandro, en palabras de Menéndez Pelayo, «es una de las pocas obras enteramente malas que nos ha dejado Lope. Nada hay en ella digno del ingenio de su autor, a excepción de algunos trozos de versificación» 15 . La clave del fracaso de la obra, como lo apunta D. Marcelino, radica en que el autor ha presentado una acción demasiado diversificada, sucediéndose los episodios, distintos y variados, sin interrupción y sin ilación entre ellos, en vez de centrar la acción en uno o dos de tales episodios, como, por ejemplo, hacen Calderón y, en cierta medida, el autor de La mayor hazaña de Alejandro en sus obras que tienen como protagonista al Macedonio 16. La obra fue compuesta por Lope entre 1604 y 1608 (puesto que el autor había nacido en 1562, tenía al componerla más de cuarenta años) y la denominó «tragicomedia», dedicándosela al Duque de Alcalá.

 

*    *     *

 

Los episodios de Las grandezas... que vamos a examinar son: encuentro de Alejandro con la reina de las Amazonas (acto II, versos 1.474-1.619 y 1.992-2.073) y carta enviada por Darío al rey macedonio acompañando a unos regalos burlescos (acto III, versos 2.361-2.430).

 

 

 

1.   Encuentro de Alejandro con la reina de las Amazonas

 

Que la reina de las Amazonas salió al encuentro de Alejandro, movida por la fama del mismo para, siguiendo una tradición de su pueblo, tener hijos con él, es un episodio que ha sido transmitido por tres de los cinco historiadores arriba mencionados: Q. Curcio 17, Diodoro Sículo 18 y Pompeyo Trogo/Justino 19 Plutarco se plantea la cuestión de la autenticidad de tal encuentro y da incluso (cosa rara en toda la historiografía antigua) una lista de nada menos que de catorce autores antiguos de entre los cuales cinco están a favor de la autenticidad y nueve en contra 20. El no cuenta el episodio (se limita únicamente a informar sobre los autores en cuestión), por lo que hay que deducir que está en contra de tal autenticidad.

Por lo que se refiere al Pseudo Calístenes, no se hace eco de la aventura personal de Alejandro con la reina de las Amazonas, aunque dedica varios capítulos de su obra 21 a un intercambio de cartas entre el rey y el pueblo de las Amazonas en general, ofreciendo al lector la historia y las costumbres de este pueblo. G. de Chatillon 22 presenta el episodio siguiendo de cerca la información ofrecida por Q. Curcio.

De las tres comedias mencionadas más arriba sólo Las grandezas... presenta el episodio en cuestión, dividiéndolo en dos partes: en la primera la reina recibe de Arsaces una carta y un retrato de Alejandro pintado por Apeles; en la carta se cuenta precisamente cómo el rey macedonio sólo permite ser pintado por dicho autor, así como se ensalza la belleza del retrato 23. En cuanto la reina lo contempla, ella y sus damas prorrumpen en alabanzas, ensalzando la hermosura del modelo: «¡Bello rostro, hermoso mozo!... Árbol florido es agora / Alejandro... Si has de tener hijos ya / ¿de quién serán más valientes, / ni más hermosos?...» 24. La segunda parte del episodio narra el encuentro entre ambos reyes, llevado a cabo por iniciativa de la Amazona que en la comedia de Lope tiene el nombre de «Rojane».

De todos los historiadores que narran la anécdota es Diodoro quien con más claridad expone los motivos y las intenciones del viaje: «Cuando (Alejandro) preguntó a Talestris a qué había venido, ella replicó que quería tener un hijo; él se había mostrado como el más grande de todos los hombres en sus empresas y ella era superior a todas las mujeres en valor .y fortaleza, por lo que el fruto de tales padres sobrepasaría a todos los mortales en excelencia» 25.

W. W. Tarn 26 piensa que el origen de la leyenda de tal visita estaría tal vez en el ofrecimiento que el rey de los Escitas hace a Alejandro de la mano de su hija 27. En cuanto a la información ofrecida por Arriano 28, según la cual Atropates, sátrapa de la Media, envió al rey macedonio cien muchachas armadas, jinetes sobre sus caballos, y que fueron devueltas por aquél por miedo a que sufrieran algún desmán de parte de sus soldados, el mismo Arriano hace notar que ni Aristobulo ni Ptolomeo ni ningún otro autor hacen referencia al caso y piensa que las Amazonas no sobrevivieron tanto tiempo; es más, sigue diciendo Arriano, ya Jenofonte, en tiempo anterior a Alejandro, no hace referencia a las Amazonas y termina afirmando, que él no cree que tal raza de mujeres, tan mencionada por otros autores, haya existido jamás 29.

Por lo que se refiere al resultado de la visita, Curcio dice: «los deseos amorosos de la mujer eran más ardientes que los del rey y consiguieron que éste hiciera un alto en su marcha durante unos pocos días: trece fueron dedicados a satisfacer la pasión de la reina». Diodoro sólo hace notar que el rey pasó con ella trece días, pasados los cuales la devolvió a su patria cubierta de regalos. También Justino informa de que fueron trece los días dedicados por Alejandro a la amazona y añade la observación de que ésta marchó «una vez que se dio cuenta de que estaba en estado». Lope es mucho menos explícito y la escena del encuentro, por lo que se refiere a los dos protagonistas principales, se desarrolla en unos términos verdaderamente versallescos.

Una cuestión de cierto interés es el nombre de la reina. Curcio y Diodoro nos ofrecen el de «Thalestris» (lo mismo G. de Chatillon); Justino da dos nombres: «Thalestris sive Minythya». Orosio 30 ofrece, igualmente, dos, indudablemente inspirados en los de Justino: «Halestris» o «Minothea». Como se ha hecho notar más arriba, Lope la llama «Rojane», nombre que exige algunas observaciones.
 

En primer lugar, Roxana era la hija de Oxyartes, sátrapa de Bactras, la cual casó con Alejandro en el año 327. Curcio 31 nos cuenta con delectación y minuciosidad la escena del banquete durante el que Alejandro se prendó de la joven Roxana que, en compañía de otras jóvenes nobles, danzaba ante los comensales durante el festín que el propio padre de la muchacha había organizado para agradecerle al rey su compasivo comportamiento. La ocasión —todo un rey, que ha respetado a la esposa y a las hijas de Darío y se viene a enamorar de una muchacha que no pertenece a familia real— le da pie al moralista que es Curcio para diversas consideraciones filosófico-morales. Roxana, de su matrimonio con el rey macedonio, tuvo un hijo, Alejandro Aigus, y fue asesinada, junto con su hijo, por Casandro en el año 311.

Por otra parte, el Pseudo Calístenes 32, al describirnos la muerte de Darío en brazos de Alejandro, nos presenta al rey persa encomendando su propia familia al Macedonio y, al mismo tiempo que le confía su madre y su esposa (en manifiesto anacronismo ya que la esposa de Darío había muerto en septiembre del 331, mientras que el rey persa muere en el verano del 330), le entrega a su hija «Roxana» como esposa. En realidad, con quien casó Alejandro, en segundas nupcias, fue con la hija mayor de Darío llamada Estatira.

Las versiones latinas del Pseudo Calístenes (tanto la de Julio Valerio como la del Arcipreste Leo, ya citadas en nota 24) siguen de cerca el texto de la Novela de Alejandro, incluyendo el anacronismo de recomendar Darío a su esposa ya muerta y el llamar a su hija «Roxana», pero tanto Julio Valerio 33 como la Historia 34 presentan la novedad de ofrecer el nombre de la madre de Darío (pasado en silencio por el Pseudo Calístenes), que se llamaba, en realidad, «Sisigambis», como «Rogoduna» (J. Valerio), «Rodogona» (Leo, J1 3) y «Rogodona» (J2).

Por supuesto que ni G. de Chatillon 35 ni El libro de Alexandre 36, que, en última instancia, dependen en este caso de Q. Curcio, no se hacen eco, al contarnos la muerte de Darío, de la escena ofrecida por el Pseudo Calístenes.

 

 

 

2.   Envío de unos regalos burlescos, por parte de Darío, a Alejandro.

 

En el acto III (versos 2.361-2.340), Lope escenifica cómo Tabandro, embajador del rey persa, trae, de parte de su rey, unos regalos para el Macedonio; con los regalos Tabandro es portador de una carta en la que Darío interpreta tales regalos, provocando, por parte de Alejandro, una reinterpretación de los mismos.

El envío de regalos alusivos y de doble intención, acompañando a cartas y embajadas, está dentro de la tan corriente simbología de las relaciones personales en Oriente. Piénsese, por ejemplo, que la misma Novela de Alejandro, después de contarnos la reacción del rey ante los regalos, pasa a informarnos de cómo Darío escribe a sus generales dándoles orden de que capturen al Macedonio y les dice, aludiendo también al envío de unos regalos burlescos: «Capturadlo y traédmelo sin hacerle ningún daño en su cuerpo para que yo, después de quitarle su manto y de aplicarle unos azotes, lo remita a Macedonia, su patria, junto a su madre Olimpíade, dándole unas castañuelas y unos astrágalos, como usan para jugar los niños de los macedonios» 37.

Por otra parte, la Historia de preliis 38 innova introduciendo en otro pasaje el envío, de un nuevo regalo burlesco: tras contar, como el Pseudo Calístenes, que los sátrapas y generales de Darío contestan a su rey diciendo que la situación es mucho más delicada de lo que él cree, nos hace saber que el rey persa, al recibir, por un mensajero, la información de que Alejandro se encuentra acampado junto al río Estraga (Leo y J1) / Estrama (J3) / Gránico (J2), le envía una nueva carta acompañada de un saco lleno de semillas de adormidera, haciéndole saber que los recursos del pueblo persa no se podían contar, como no se podían contar las semillas de aquel saco. Alejandro, tras hacerse leer la carta, se metió unos granos en la boca y, después de masticarlos, comentó que eran muchos pero flojos («molles»); en contrapartida, envió a Darío un saquito con granos de pimienta; cuando Darío recibió el obsequio y probó el contenido del saco, exclamó: «Pocos son sus soldados, pero si son tan ardientes como esta pimienta, son mucho más duros que los míos». El Libro de Alexandre (que aquí se separa de la Alexandreis, que no menciona para nada la parte referente a los sacos de adormidera y de pimienta) se hace eco de dicha anécdota pero aquí se trata no de simientes de adormidera sino de «simient de budefas» 39.

El tema en cuestión se enmarca dentro de las diversas tentativas que por parte de Darío se hicieron para conseguir una paz con Alejandro, a través de cartas y embajadas, y ha sido estudiado por diversos autores (E. Pridik, F. Hackmann, G. Radet, G. T. Griffith, etc.), cuyos trabajos son analizados por J. Seibert 40 Como hace notar G. Radet 41 el historiador que más claramenete habla sobre el particular es Q. Curcio, quien 42 distingue tres tentativas de paz. Ahora bien, el episodio a que hace referencia la comedia de Lope es anterior a estas negociaciones, llevadas a cabo todas ellas a partir de las derrotas sufridas por el rey persa en el Gránico y en Isos. Se trata de una fantasía inventada por el Pseudo Calístenes 43 y que de él pasa a los autores que, directa o indirectamente, se inspiran en la Novela de Alejandro: Julio Valerio, la Historia de preliis, G. de Chatillon, El libro de Alexandre, etc.

Pero, antes que nada, veamos cómo presenta Lope los hechos: Tabandro, embajador de Darío, trae a Alejandro, de parte de su rey, una carta y unos presentes. Estos son: unas riendas, una pelota y una bolsa con dinero. La interpretación de los regalos la hace el mismo Darío en su carta: las riendas se las envía para que, aplicándoselas al cuello al muchacho que es Alejandro, le enseñen a ser un hombre; la pelota, para que juegue con otros muchachos de su edad; el dinero, para que con él pueda volverse a Macedonia. La poca edad del rey (apenas 23 años) provoca en Darío una actitud de desprecio que se manifiesta en la carta en diversos pasajes, por ejemplo en la invitación de que se vuelva a su patria a cobijarse en el regazo de su madre. Alejandro, por su parte, reinterpreta los obsequios a su modo y encarga al mensajero que tal reinterpretación se la haga llegar a su rey: las riendas figuran las que «piensa echar / a la libertad de Oriente»; la pelota es representación del mundo que piensa conquistar; el oro no es más que la representación del poderío que el mismo Darío reconoce que tiene Alejandro, dueño y señor del oro.

Como se ha dicho más arriba, el origen del envío de la carta y los regalos es una invención del Pseudo Calístenes 44 y de él han pasado a las dos versiones latinas 45, reaparecen en la Alexandreis 46 y, a través de ella, en El libro de Alexandre 47, terminando, por lo que a nosotros aquí nos interesa, en la comedia de Lope. Ahora bien, por un lado tenemos que, tanto en la Historia de preliis como en la Alexandreis y en El libro de Alexandre, falta la interpretación que de tales obsequios hace el propio Darío en su carta, no faltando, sin embargo, en ninguno, la reinterpretación que de tales obsequios hace el mismo Alejandro en su contestación al rey persa 48. Por otro lado, frente a la uniformidad en los regalos (y, prácticamente, en la interpretación que de ellos da Darío, así como en la reinterpretación que ofrece Alejandro) presentada por el Pseudo Calístenes, J. Valerio, la Alexandreis, El libro de Alexandre y Lope de Vega (con las variantes de que lo que es «látigo» en la Novela de Alejandro es «riendas» o «correas» en los demás y lo que es «cofrecillo con oro» en unos es en otros «bolsa de dinero»), la Historia de preliis presenta dos novedades: por una parte ofrece una variante notable en cuanto al regalo que aparece en primer lugar en todos los otros autores: no se trata de látigo/riendas/correas sino de una vara encorvada en la punta o bastón con el que Alejandro, presentado también aquí como un muchacho inexperto, pueda jugar con sus amigos 49, llevando pareja el regalo en cuestión la reinterpretación de Alejandro 50 de que la vara encorvada figura que todos los reyes inclinarán la cabeza ante él. En segundo lugar, este regalo no ocupa el primer lugar de la serie, sino el segundo, yendo precedido de la pelota, circunstancia que consideramos de interés, como haremos observar más adelante.

El texto de la Historia de preliis, en sus distintas recensiones, exige un par de observaciones:

a) La «virga curvata» de Leo, la «virga curva» de J2, así como el «zocani» de J1 (y J2) y la expresión «cathenam de virgis» de J3 (términos que van descritos en los distintos textos), hacen pensar en una especie de bastón o «stick» empleado en uno de los diversos juegos de pelota. Aunque el Daremberg/ Saglio 51 no registra este tipo de juego entre los distintos juegos de pelota en él estudiados, es indudable que debía de estar en boga entre los antiguos toda vez que en el Museo Nacional de Atenas 52 se conservan unos bajorrelieves con escenas de la vida familiar de los jóvenes: lucha, pelea entre animales azuzados por unos muchachos y unos jugadores de «hockey». Esta última escena representa a dos jugadores en el centro, encorvados, con los «sticks» preparados, colocados en torno a una pelota ,esperando la señal de comenzar el partido; a ambos lados hay sendos grupos de dos jugadores, también provistos de «sticks».

b) Tanto J1 como J2 emplean la palabra «zocani» para designar lo que en las otras recensiones de la Historia de preliis es designado como «virga curvata/curva». J2 nos informa de que se trata de una palabra griega («que grece zocani dicitur») y tanto J2 como J1 nos describen la vara en cuestión. Ahora bien, la palabra «zocani» debe de tratarse de una palabra de griego medieval, bizantino, desconocida del griego clásico. Por lo que respecta a los léxicos latinos de época medieval, A. Blaise 53 y C. du Fresne (= Du Cange) 54 recogen «zoca»/«zoccus»/ «zocchus», con el significado de 'tronco, palo', ital. «zocco», presentando diversos textos en que aparecen tales términos.

Que en Historia de preliis se trata de un «stick» para jugar a la pelota, como en el juego de «hockey», parece no haber la menor duda; por una parte, tanto Leo como las tres recensiones presentan una identificación indudable: como se ve por los textos presentados en la nota 49, Leo sólo menciona el obsequio sin explicar en qué consiste: «virgam curvatam»; J3 nos describe la forma del presente: «cathenam de virgis, que a capite curvantur»; pero J1 y J2, aparte de describirnos el objeto, nos hacen saber para qué sirve (y no se olvide que en todos ellos, los cuatro, antes de hablar de la «virga curvata» se ha hablado de la pelota: «speram/pilam ludicram»), es decir, para jugar: «et zocani, quod factum est de virgis, que curvantur a capite, ut luderet cura eo» (J1); «et virgam curvam a capite, que grece zocani dicitur, cum qua luderet» (J2).

Por otra parte, cuando, en la misma Historia...55 se nos presenta a Darío echando un discurso a sus jefes, entre otras cosas les dice: «y yo le envié una pelota y una vara encorvada (= «virgam curvatam»/«zocani») para que aprendiera a jugar como un niño»56. Por lo que se ve claro que «virga curvata»/ «zocani» va ligada, junto con la «pila», a un juego de pelota. Por lo demás, este pasaje de la Historia de preliis es adaptación de aquel otro del Pseudo Calístenes 57en que Darío se dirige a los jefes persas (que deliberan con él sobre qué determinación debe tomarse) y exclama: «¡y nosotros le enviamos un látigo y una pelota, para que jugara y recibiera educación!». Aquí, como en la Historia..., se prescinde del tercer obsequio, el oro/dinero, pero, al mencionarse los otros dos, el Pseudo Calístenes insiste, como en la interpretación que de tales regalos daba ya Darío en su carta, en que el látigo figuraba la educación que se debía dar al «muchacho» Alejandro y la pelota los juegos a los que, por su edad, debía dedicarse todavía 58, cosa bien distinta de la que ocurre en la Historia...

Lo que hay que descubrir es cómo del látigo ( = «mástix» griego) del Pseudo Calístenes se ha llegado a la «virga curvata»/«zocani» de la Historia de preliis. Pensamos que, en la Historia..., el primer regalo, la pelota, ha atraído al segundo al mundo de los juegos. La Historia... tenía por delante la versión del Pseudo Calístenes hecha por J. Valerio que ofrece, para traducir «látigo», en las diversos pasajes en que habla de los regalos, el término «habena» (= 'correa, látigo, riendas'), sinónimo de «lora» (plural), empleado por G. de Chatillon. Ahora bien, «habena» designaba también (como «mástix» en griego, como lo hace notar el Daremberg/Saglio) un adminículo empleado en uno de los juegos de más "uso entre los romanos: la correa o cinta con que se hacía girar al trompo, y con este sentido aparece tal término en Virgilio 59. También, pues, por este camino habría sobrevenido un influjo para hacer pasar al segundo regalo al mundo de los juegos. Así las cosas, no parece difícil admitir que la pelota haya arrastrado tras sí al instrumento con que a veces se jugaba a la pelota, el «stick»,designado en la Historia... como «virga curvata», un nombre (el de «virga») que, lo mismo que el término «mástix» y el latino «verber» (empleado también para designar la correa del trompo), designaba al mismo tiempo un instrumento de castigo, tanto aplicado a personas como a animales.

 

*     *    *

 

Así pues, de los dos episodios aquí examinados (que junto con otros muchos constituyen la trama de Las grandezas de Alejandro de Lope de Vega) uno de ellos, el de las Amazonas, llega hasta Lope procedente, en última instancia, de alguno de los tres historiadores cuya obra sobre Alejandro ha llegado hasta nosotros y que registran la anécdota: Diodoro Sículo, Pompeyo Trogo/Justino y Q. Curcio. Podríamos asegurar que en este caso la fuente originaria se encuentra en este último 60.

El episodio de los regalos burlescos, por el contrario, inventado por el Pseudo Calístenes en el s. III de nuestra era, ha podido llegar hasta el comediógrafo a través de las versiones latinas de la Novela de Alejandro 61 o a través de las versiones medievales de dicha Novela, aunque parece más verosímil que la fuente sea el propio Libro de Alexandre que, una vez más, también en este caso es reflejo del magno poema épico de G. de Chatillon.

Sea como sea, Lope no introduce más que connotaciones marginales a la tradición y lo mismo ocurre a propósito de los restantes episodios de la comedia que, como hemos dicho al principio de este trabajo, examinamos en otro lugar.

 
 


 

NOTAS


«Lope de Vega, Calderón y la mayor hazaña de Alejandro». (Pendiente de publicación).

2  Véase S. Griswold Morley/Gourtney Bruerton, Cronología de las Comedias de Lope de Vega, con un examen de las atribuciones dudosas, basado todo ello en un estudio de su versificación estrófica. Madrid, Gredos, 1968, p. 605.

3 Civilisation grecque, III: D'Euripide à Alexandrie. París, 1959, p. 169.

4 Anábasis de Alejandro Magno, I 12, 1 ss.

5 Alejandro, XV 8.

6 Alexandreis, (I) 488 ss.

7 Estrofa 330

8 Pro Archia, X 24. .

9 Editados por F. Jacoby, Die Fragmente der griechischen Historiker, II B (= Fragmente); II BD (= Kommentar), 1927 (reimpresión, Leiden, 1962).

10 Diodoro Sículo, según testimonio de san Jerónimo, floreció a mediados del s. I a.C. En su Cronología, al llegar al año 1968 de Abrahárt (= 49 a.C), dice:

«Diodorus Siculus, graecae scriptor Historiae, clarus habetur». Esta fecha coincidirá con la primera aparición de parte de su obra, la Biblioteca histórica, en 40 libros, de los cuales el XVII está dedicado a Alejandro.—Pompeyo Trogo es un galo helenizado que escribió una historia universal en 44 libros, titulada Historiae Philippicae, que presentaba la novedad de que la historia del mundo no se hacía girar en torno a Roma; el punto central de tal historia se desplazaba a Macedonia, con Filipo, el padre de Alejandro.—Aunque las fechas de la vida de Plutarco no se conocen con exactitud, pueden estimarse más o menos entre el 46 y el 120 d.C. La figura de Alejandro aparece en numerosas obras de este insigne polígrafo,, pero su obra fundamental sobre el Macedonio es la biografía que, paralelamente, forma pareja con la de Julio César.—Dilucidar en qué época vivió Q. Curcio es una de las cuestiones más debatidas de toda la antigüedad. Las opiniones más fundadas colocan la composición de su obra (Historia de Alejandro Magno) o bien en el reinado de Claudio (4154) o en el Vespasiano (6979).—Arriano (Lucio o Flavio Arriano Jenofonte) nació, entre el 80 y el 95, en Nicomedia, Bitinia, y es autor de una Anábasis de Alejandro Magno, inspirada principalmente en las memorias históricas de Ptolomeo. Una aproximación rápida a Arriano y a su obra puede hacerse, por ejemplo, a través de la «Introducción» de Antonio Bravo García a Arriano. Anábasis de Alejandro Magno. Libros IIII. Madrid, Gredos («Biblioteca Clásica Gredos», n.° 49), 1982.

11 De este poema, conservado en incontables manuscritos, se han hecho diversas ediciones, todas ellas ya antiguas: Estrasburgo, 1513; 1558; Ingolstadt, 1541 (O. ab Eck); Lyon, 1558; St. Gall, 1659 (Gugger); Leipzig, 1863 (Müldner); la más asequible es la reedición de la de St. Gall, aparecida en el T. 209 de la Patrología Latina de Migne, 1855, pp. 463572.

12 Véase, por ejemplo, M. Manitius, Geschichte der Lateinischen Literatur des Mittelalters, Munich, 1931 (reimpresión, 1964), T. III, pp. 920936, que ofrece abundante bibliografía, aunque antigua; F. J. E. Raby, A History o\ Secular Latín Poetry, Oxford, 2.' ed., 1967, T. II, p. 72 ss.; G. Cary, The medieval Alexander (edit. por D. J. A. Ross), Cambridge, 1956, passim, especialmente en pp. 6366, 1734, 1915 y 3212; D. J. A. Ross, Alexander historiatus. A Guide to medieval illustraled Alexander Literature. Londres, 1963. Por lo que se refiere a la Edad Media española, la obra de Cary debe ser completada con el trabajo de María Rosa Lida de Malkiel, «La leyenda de Alejandro en la literatura medieval», Romance Philology, XV, 3, 1962, 3118 y XV, 4, 1962, 41223, ahora formando parte de La tradición clásica en España, Barcelona, 1975, 165197, así como (para el caso de El libro de Alexandre, del que poseemos, aparte las ediciones críticas de S. Willis, Jr., «.El libro de Alexandre». Texts o¡ the París and the Madrid manuscripts, Nueva York, 1934 y de Dana Arthur Nelson, Gonzalo de Berceo. «El libro de Alexandre», Madrid, Gredos, 1979, una popular —entre otras— muy digna, de J. Cañas Murillo, Anónimo. «El libro de Alexandre, Madrid, Editora Nacional, 1983, reimpresión de la 1.a edición) con los trabajos de E. Alarcos Llorach, Investigación sobre «El libro de Alexandre», Madrid, 1948; I. Michael, «Estado actual de los estudios sobre El libro de Alexandre». Anuario de Est. Mediev., 2, 1965, pp. 58195 y The treatment of classical material in the «Libro de Alexandre», Manchester, 1970, así como la misma «Introducción» de Cañas Murillo a su citada edición.

13 La bibliografía sobre la Novela de Alejandro es inmensa; una selección puede verse, por ejemplo, en Pseudo Calístenes, Vida y hazañas de Alejandro de Macedonia. Traducción, prólogo y notas de Carlos García Gual. Madrid, Gredos («Biblioteca Clásica Gredos», n.° 1), 1977, pp. 335. Una revisión crítica de la bibliografía más importante sobre ella nos la ofrece J. Seibert, Alexander der Grosse. (Ertráge der Forschung, Band 10), Darmstadt, 1972, V, 8 «PseudoKallisthenes oder Alexanderroman», pp. 21927 y notas en pp. 3078.

14 Véase, por ejemplo, Elisabeth Frenzel, Diccionario de argumentos de la literatura universal, Madrid, Gredos, 1976, s.v. «Alejandro».

15 En sus «Observaciones preliminares», p. XCV, al T. VI de las Obras de Lope de Vega: Comedias mitológicas. Comedias históricas de asunto extranjero, publicadas por la Real Academia de la Lengua española. Madrid, Suc. de Rivadeneyra, 1896.

16 Piénsese que, en una obra de unos 3.100 versos, la acción se va remansando en más de una docena de episodios, cuando, por ejemplo, Calderón se contenta con un tema central y dos más accesorios. El último episodio tratado por Lope es el de la visita de Alejandro a Jerusalén, bien sea a la ida o a la vuelta de Egipto; quedaba por narrar, por consiguiente, la mayor parte de la campaña. El mismo Lope señala, al final, que la segunda parte se trataría en una comedia distinta que, al parecer, nunca fue escrita. Dice el poeta por boca del mismo Alejandro —lo que no deja de ser maravilloso—: «Esta es la primera parte; / para la segunda guardo / el fin, aunque son sin fin / Las grandezas de Alejandro.

17 VI 5, 24 ss

18 Si al lector no le importa demasiado el tono desenfadado con que el autor toca el tema de las Amazonas en la obra de Diodoro, puede ver el cap. IV, «Diodoro», pp. 6775, de Carlos Alonso del Real, Realidad y leyenda de las Amazonas, Madrid, Espasa Calpe, 1967 (Colección Austral, n.° 1.396), donde, a pesar de que el autor pretende extractar aquello que se refiere más directamente al tema» (p. 68), no se hace ninguna mención del episodio del encuentro de Alejandro con la reina de las Amazonas.

19 XII 3, 5 ss.

20 Alejandro, XLVI 1 ss. Los autores favorables a la autenticidad son: Clitarco, Policlito, Onesícrito, Antígenes e Istro. Los hostiles: Aristobulo, Cares, Ptolomeo, Anticlides, Filón de Tebas, Filipo de Teangela, Hecateo de Eretria. Filipo de Caléis y Duris.

21 III 19, 25, 27.

22 (VIII) 3.881 ss.

23 En La mayor hazaña de Alejandro sólo veladamente (v. 81 ss.) se alude al hecho de que Apeles es el pintor exclusivo de Alejandro (como Lisipo era el exclusivo escultor); en Darlo todo y no dar nada, sin embargo, v. 433 ss., Calderón nos ofrece toda una lección de técnica pictórica o, si se prefiere, toda una lección de en qué términos la pintura debe colaborar con el poder: Alejandro, para elegir un pintor que, en adelante, sea el pintor «oficial» del rey, ha encargado sendos retratos suyos a Timantes, Zeuxis y Apeles. Timantes figura ser el pintor adulador que procura soslayar las imperfecciones del modelo (en este caso, una mancha que el mismo Alejandro reconoce tener en el rostro); Zeuxis, por el contrario, representa al artista que, en aras del realismo y de la sinceridad, pone de relieve las imperfecciones del retratado: ambos son descalificados. Sólo Apeles ha sabido solucionar el problema, presentando al retratado de medio perfil y haciendo que la falta no quede «ni dicha ni callada», procurando «que el medio rostro haga sombra / al perfil del otro medio». Sobre las ideas pictóricas de Calderón en general, y sobre este pasaje en particular, puede verse Erns Robert Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, México, F. C. E., 2.ª reimpresión, 1976 (la 1.ª edición castellana es de 1955 y la 1.ª alemana de 1948), «Excurso XXIII, «La teoría del arte en Calderón y las artes liberales», pp. 776790.

24 Tanto en Las grandezas... como en La mayor hazaña... la belleza de Alejandro, es presentada como deslumbradora y, en ambas obras, se presenta a través de la impresión que produce en las mujeres la contemplación de un retrato del Macedonio. En Dario todo..., por el contrario, Alejandro es presentado como repugnante físicamente, aunque sus cualidades espirituales hagan olvidar sus defectos físicos. En la nota anterior hemos visto cómo el mismo Alejandro, en la comedia de Calderón, habla de la «mancha» de su rostro. Con anterioridad, en el diálogo mantenido entre Chichón, el gracioso, y Diógenes, el filósofo, aquél dice refiriéndose a los ojos del Macedonio: «... \o confieso / que, atravesados, es grande / la fealdad que tiene en ellos; / mayormente, encarnizado / y lagrimoso el izquierdo, / sobre cuyo hombro derriba / la cabeza quizá el peso / del laurel; pero, ¿qué importa / si no le pasan al alma / imperfecciones del cuerpo?» (Acto I, vv. 128 ss.). Calderón tal vez se inspire en Plutarco (Alejandro, IV), que habla de cómo Alejandro tenía el cuello ligeramente inclinado hacia la izquierda y menciona la «hygrótes ton ommáton» (= 'humedad de sus hojos'), circunstancia a la que aludiría Calderón con su «lagrimoso». Pero ¿qué nos dicen los propios historiadores de Alejandro sobre su aspecto físico? El único que nos da alguna información directa al respecto es Plutarco, en el mencionado cap. IV: aparte de la inclinación de la cabeza hacia el hombro izquierdo y de la humedad de sus ojos, nos dice que su piel era blanca, aunque esta blancura se enrojecía particularmente en el pecho y en el rostro (a tal mancha aludiría el texto de Calderón, como se ha observado en la nota anterior). Por otra parte, su piel exhalaba un agradable olor; su boca y todo su cuerpo olían tan perfumadamente que sus túnicas se impregnaban de tal olor, como Plutarco reconoce haberlo leído en las Memorias de Aristoxeno.

En cuanto a) aspecto exterior, tenemos información que indirectamente nos hace ver que no era de ningún modo imponente: cuando en compañía de Hefestión entra en la tienda donde están, prisioneras, la madre, la esposa y los hijos de Darío, Sisigambis, madre del rey persa, en vez de prosternarse ante Alejandro, lo hace ante Hefestión porque la presencia de aquél —a quien no conoce— no le había impresionado (Curcio, III 12, 17).—Tamhién era menor de estatura que Darío: tras entrar en el palacio real de Susa, Alejandro se sentó en el trono de Darío, «mucho más elevado de lo que pedía su talla; y así, como sus pies no llegaran a tocar el escalón inferior, uno de los pajes del rev le colocó debajo una mesita a modo de escabel» (Curcio, V 2, 13).—Cuando Talestris, reina de las Amazonas, llega a presencia de Alejandro, «imperturbable, tenía fijos sus ojos en el rey, recorriendo con su mirada su porte exterior, que no estaba a la altura de la fama de sus hazañas» (Curcio VI 5. 29). La misma reflexión se hace Talestris en el texto de G. de Chatillon, (VIII 3.898 ss.).—Cuando los embajadores escitas llegan a presencia de Alejandro, «tenían clavadas sus miradas en el rostro del rey y, en mi opinión, al estar acostumbrados a valorar el espíritu de acuerdo con la talla, el físico de Alejandro, nada sobresaliente, les parecía que no estaba a la altura de su fama» (Curcio, VII 8. 9). Etc.

No es extraño que, en pos de los propios historiadores, los relatos novelescos hayan insistido en el aspecto poco imponente del rey: el Pseudo Calístenes, al contar»nos la aventura de Alejandro que. disfrazado, es recibido por el propio Darío y asiste a un banquete ofrecido por el rey persa, dice: «Los persas observaban a Alejandro con asombro por la pequeñez de su cuerpo: pero desconocían que en un pequeño recipiente se contenía la gloria de una celeste fortuna» (II 15). Las versiones latinas del Pseudo Calístenes es natural que recojan la información del novelista griego sobre la escasa talla del rey, aunque en pasajes distintos: Julio Valerio, que hizo una versión al latín de la novela en el s. IV —de la que la edición más autorizada es la de B. Kübler, luli Valeri Alexandri Polemi. Res gestae Alexandri Macedonis. Lipsiae, Teubner, 1888—, al contar la misma escena, nos dice que durante el banquete Alejandro estaba sentado frente a Darío y que, «aunque aquél era de corta talla y no comparable a los Persas —que, por lo general, son altos—», (II, 26, 15), atraía hacia si Jas miradas de todos los comensales. Por su parte, la Historia de preliis (una versión adaptada de la Novela, hecha por el Arcipreste Leo de Napóles en el s. X, enriquecida con tres recensiones —J1, 2, 3—, en los siglos XII y XIII y de la que hace unos pocos años ha aparecido una edición sinóptica muy valiosa: Die «Historia de preliis Alexandri Magni». (Der lateinische Alexanderroman des Mittelalters). Synoptische Edition der Rezensionein des Leo Archiprester un der interpolierten Fassungen J1, 2, 3, Buch I und II—, herausgegeben von HermannJosef Bergmeister, Meisenhein am Glan, 1975), nos cuenta (Leo, I 36, 1 ss.; J1. 2. 3, 20, 1 ss.) cómo aquellos que habían huido de las manos de Alejandro llegaron a Persia y contaron a Darío todo lo que habían sufrido de parte del Macedonio. Al», oírlo, Darío les preguntó qué estatura tenía y cuál era su aspecto; ellos le enseñaron un retrato y Darío «lo menospreció a causa de su corta talla».

25 XVII 77, 33.

26 Alexander the Greal. T. II: «Sources and Studies». Londres, 1979. (La 1.a edición es de 1948). Apéndice 19: «The Queen of the Amazons», 3269. El texto a que se hace referencia, p. 3267.

27 Véase, por ejemplo, Arriano, IV 15, 13.

28 VII 13, 2ss

29  Para una aproximación al tema puede verse, por ejemplo, la ya citada (nota 18) obra de C. Alonso del Real, Realidad y leyenda de las Amazonas.

30 Historiarum adversus paganos libri VII, III 18, 5.

31 VIII 4, 23 ss.

32 II 20.

33 II 33, 20.

34 Leo, II 20, 15; J1. 2, 3 73, 15.

35 (VII) 3.683 ss.

36 Estrofas 1.772 ss.

 37 I 39. Lo mismo, Julio Valerio, I 41, 39 y la Historia... (Leo I 39, 3: J1  2. 3, 32, 3, pero ésta no menciona los regalos burlescos, los dados y las castañuelas, aunque se alude a que Alejandro será enviado a Mecedonia para que allí juegue con los amigos de su edad.

38  Leo, I 3941; J1. 2. 3, 3236.

39 Estrofa 810b. «Simient de budefas» significa 'simiente de sandia de baja calidad'. Véase Louis F. Sas. Vocabulario del «Libro de Alexandre», Anejo XXXIV de los Anejos del Boletín de la Real Academia Española. Madrid, 1976, s.v., donde se hace constar que, según Coraminas, el texto en cuestión del Alexandre constituye la primera documentación del término.

40 O. c. en nota 13, apartado «Die Verhandlungen zwischen Alexander und Darius III», p. 102 ss. y notas en p. 271.

41 «Les négotiations entre Darius et Alexandre après la bataille d'Issus». («Notes sur l'histoire d'Alexandre, IV»). Révue des Ét. Anc, XXVII 1925, 183208.

42 IV 1, 7; IV 5, 1 y IV 11, 1.

43 I 36.

44 C. García Gual (o. c. en nota 13), en nota 67, recuerda que A. Ausfeld (Der griechische Alexanderroman, Leipzig, 1907) pone en relación este pasaje del Pseudo Calístenes con otro de Justino, XXXVIII 9, 9, en el que se cuenta cómo Demetrio II Nokator de Siria recibió del rey do los Partos, Fraates, unos dados de oro en los que había que ver una interpretación parecida a la que Darío da de sus regalos.

45 J. Valerio, I 37. 36; I 40. 38: Historia de preliis. Leo I 36. 5: J1 2.3. 29, 5.

46 (II) 583 ss.

47 Estrofa 783.

48  Pseudo Calístenes, 1 38; J. Valerio, I 40. 38: Historia..., Leo. I 38. 9; J'. 2 3, 31, 910: Alexandreis, (II) 612 ss.; El libro de Alexandre, estrofas 8001.

49  Leo: «statim direxit ei speram et virgam curvatam...». J1: «statim direxit ei pilam ludicram et zocani, quod factum est de virgis, que curvantur a capite, ut luderet cum eo...». J2: «et statim direxit ei pilam ludicram et virgam curvam a capite, que grace zocani dicitur, cum qua luderet...». J3: «et statim direxit pilam ludicrem et cathenam de virgis que a capite curvantur...».

50 Lugar citado en nota 48.

51 Ch. Daremberg/Edm. Saglio, Dictionnaire des Antiquités grecques et romaines. d'après les textes et les monuments. Paris, 1877. (Reproducción fotomecánica, 1969).

52 Semni Karouzou, Musée National (d'Ath'enes). Guide Illustrée du Musée Athènes, 1982, p. 55.

53 Lexicón latinitatis medii aevi. Turnholt, 1975.

54 Glossarium mediae et infimae latinitatis. Graz, 18831887. (Reproducción fotomecánica, 1954).

55 Leo, II 7, 5: J1. 2. 3, 46, 5.

56 Con las siguientes variantes: «ego itaque direxi illi speram eurvatamque virgam, ut ludum disceret sicut puer» (Leo): «ego itaque direxi illi pilam ludicram et zocani, ut ludum discreret sicut puer» (J1); «direxi illi pilam ludicram et zocani, ut ludum disceret sicut puer» (J2): «direxeram ei epistulam ludicrem, ut ludum disceret sicut puer» (P), con una clara contaminación, esta última, entre la carta y la pelota.

57 II 7.

58  La afición por los distintos juegos de pelota era extraordinaria en la antigüedad clásica: incluso las personas más graves practicaban alguna modalidad de este juego y, según testimonios de autores clásicos, había gente que no hacía otra cosa en todo el día. Véase, por ejemplo, J. Guillen, «Urbs Roma». Vida y costumbres de los Romanos. II, La vida pública. Salamanca, 1980, p. 294 ss. Este autor, en nota 69 de p. 294, ofrece abundantes testimonios antiguos al respecto. Por lo que se refiere a Alejandro, el mismo Plutarco nos lo presenta en dos ocasiones jugando a la
pelota: XXXIX 5 y LXXIII.

59 Eneida, VII 378.

60  Para un rápido acercamiento al tema de Curcio en España, nos remitimos al apartado de ese mismo titulo que forma parte de la «Introducción» a nuestra traducción de Curcio (Q. Curcio Rufo, Historia de Alejandro Magno. Introducción, traducción y notas de F. Pejenaute, entregado en 1980 para su publicación por editorial Gredos formando parte de su «Biblioteca clásica Gredos»). Por lo que respecta solamente a las traducciones aparecidas en nuestra patria con anterioridad a la composición de has grandezas... de Lope, aparte la traducción al valenciano de Luis de Fenollet, Barcelona, 1481 (versión hecha sobre la italiana de Pier Candido Decembrio —el humanista tan ligado a España—, aparecida en 1438), tenemos dos aparecidas en Sevilla, en 1498 y 1518 (hechas también sobre la de Decembrio) y la de Gabriel de Castañeda, igualmente aparecida en Sevilla en 1534.

61 La versión directa al español ha tenido que esperar hasta nuestras días y ha sido hecha por C. García Gual (véase nota 13).

 

 

Amazonas luchando. Hacer clik sobre la imagen para saber más.

 
 
 

 

 

Notas a Las grandezas de Alejandro de Lope de Vega

 

FRANCISCO PEJENAUTE RUBIO

Archivum: Revista de la Facultad de Filología, ISSN 0570-7218,
Tomo 34-35, 1984‑1985, pags. 165-182