Pintura mural gótica de principios del siglo XIV donde se narra la vida de María Egipciaca. Se encuentran en la iglesia del Monasterio de San Salvador de Oña, Burgos.

 
 
 

 

       Acercamos al lector la tesis "Descripción y filiación de los Flores Sanctorum medievales castellanos". obra de Dña. Vanesa Hernández Amez, de la Universidad de Oviedo, Departamento de Filología Española, a través de las primeras páginas del estudio que intitula "Introducción. Estado de la cuestión del género hagiográfico".

        El género hagiográfico, las vidas de santos y las compilaciones, Flores Sanctorum, muy en boga en la Edad Media, con sus relatos milagrosos, sirvieron, sin duda, para deleite, edificación y culturización del pueblo llano. Herramientas que pergeñaron una realidad destinada al adoctrinamiento por parte de la Iglesia a través de sus clérigos.

        Hernández Amez nos ofrece, en fin, un exhaustivo estudio de estas compilaciones a través de una crítica textual seria. No se queden en estas páginas, salten al fichero PDF, y deléitense con la versión completa de la tesis.

 

 

 

 

I. INTRODUCCIÓN

 

1. ESTADO DE LA CUESTIÓN

 

1.1. El género hagiográfico

A juicio de estudiosos como Fernando Baños [2003: 9], las Vidas de los santos fueron la lectura principal durante la Edad Media. Prueba de ello son los numerosos documentos hagiográficos que se conservan hoy, de cantidades proporcionales mucho mayores que las de otros géneros narrativos. Pero no sólo como lecturas de ámbito eclesiástico fueron primordiales estos relatos, sino que también llegaron hasta el pueblo llano, ya que el clero divulgaba estos relatos en su predicación y tal vez en las romerías. No por ello ha de pensarse, según Baños [2003: 52], que las Vidas de santos son literatura popular, ya que están escritas en su mayor parte por clérigos. No obstante, su composición y difusión sí están directamente relacionadas con el pueblo, de tal forma que en ellas se refleja la imagen que popularmente se tenía de los santos y su funcionalidad.

De esta forma, se asegura que las Vidas fueron el género narrativo más extendido durante el medievo. A pesar de que tienen los principales ingredientes que, según Delehaye [3], debe tener un texto hagiográfico, como son su carácter religioso y un objetivo edificante -es decir, que hayan sido escritos inspirados por una devoción religiosa a los santos y con la intención de incrementarla-, también debió de ser uno de los géneros que proporcionó más deleite. Y debió de serlo, podríamos adivinar, por el contenido épico y piadoso de las hazañas de los santos, además de por los motivos maravillosos intercalados; éstos son ingredientes que, mezclados, dieron como resultado relatos divertidos y edificantes, en los que no sólo se aunaban motivos bíblicos, sino también leyendas tradicionales derivadas del propio culto popular.

Para comprender el éxito de estos textos es necesario incidir en este punto en la diferencia del concepto de "realidad", el cual desde la Edad Media a nuestros tiempos ha variado notablemente. En efecto, como señala Baños [2002: 67], si deseamos acercarnos a estos relatos hagiográficos tal como se entendieron en sus tiempos de creación debemos comprender que fueron tomados como reales por su valor histórico y por su valor simbólico o moral. Además, como apunta Delehaye [53], no se sospechaba que una evidencia escrita pudiera ser falsa. Entonces, la realidad más tangible no era la única, como las mentes modernas en su mayoría conciben, sino que aún más importante era aquella que no se veía, algo que la Iglesia se esforzó por inculcar con vehemencia. No obstante, no debemos pensar que esta concepción de la realidad fue obstáculo para el disfrute y el regocijo de los lectores u oyentes ante pasajes divertidos.

En cuanto al público, Pamela Gehrke [161] supone que el de los textos en latín fue culto, principalmente dentro del ámbito eclesiástico, mientras que el de los textos vernaculares quedaría, en su opinión, más indeterminado. En cualquier caso, parece que las vidas de los santos [Heffernan, 5] estaban diseñadas para adoctrinar a los fieles con acciones paradigmáticas, acciones que tenían que ver con la imitatio Christi, así como para favorecer la cohesión de la comunidad a la que iba dirigida.

Esta popularidad del género hagiográfico riñe, sin embargo, con el hecho de que haya sido un género prácticamente olvidado hasta hace pocos años. La causa directa habría que buscarla en los prejuicios de la propia Iglesia, que bajo la presión de las críticas de los reformistas se esmeró en depurar de elementos fantásticos los relatos hagiográficos; y también en los prejuicios del común de la sociedad actual, laica y reticente al estudio y la lectura de textos religiosos. Sin embargo, este olvido se ha dado solamente en la prosa, pues algunas obras en verso han llegado a convertirse en clásicos de la literatura, hasta el punto de insertarse en los manuales de enseñanza. Es el caso, sobre todo, de los poemas de Berceo, y del poema anónimo de la Vida de santa María Egipciaca.

Además de los prejuicios mencionados, en el caso de la prosa hagiográfica Baños [2002: 88] alude a un olvido causado tal vez por la escasa originalidad de los textos. En el caso de los flores sanctorum, objeto de estudio de este trabajo, el hecho de que fueran traducciones que se remontan a un original latino (la Legenda Aurea de Vorágine) posiblemente causara el menoscabo de su valoración en la época contemporánea. Sin embargo, como indica Baños, hemos visto que no se trata de meras traducciones sino de textos refundidos que incluso ofrecen partes originales.

Progresivamente, se ha venido subsanando este abandono en que había caído la hagiografía, y a partir de los años 80 se vienen consagrando laboriosos estudios en este ámbito de la literatura, que vienen a confirmar la importancia y el renacimiento de la hagiología o estudio de la hagiografía, campo en el que se inserta este trabajo.

 

 

1.1.1. Evolución del género

El género hagiográfico nació como consecuencia del culto a los mártires cristianos y tiene sus raíces en las Actas de los mártires, escritas durante los primero siglos del cristianismo. Se trata, en principio, como indica Baños [2003: 18], de transcripciones fieles de los interrogatorios a los mártires, de relatos de testigos presenciales o de contemporáneos bien informados, o de actas o relatos basados en un relato procedente de una de las dos series anteriores. Un ejemplo de este tipo de relatos sería la Passio Cypriani. Poco a poco estos relatos irían cargándose de elementos ficticios para llegar a desembocar en historias en las que los propios protagonistas son creación del autor, como en el caso de la Pasión de San Nicéforo o la historia de Barlaam y Josafat, o incluso en relatos falsos, escritos con la intención de engañar al lector.

Como explica Baños [2003: 20], la figura del confesor sustituye en protagonismo al mártir con el reconocimiento oficial del cristianismo en el siglo IV. Se trata de un nuevo héroe que tendrá que demostrar su virtud en una dimensión sobrenatural. Triunfarán, entonces, historias de santos cuyo núcleo no será ya la oposición violenta del cristianismo y el paganismo, como en los casos de las vidas de los mártires, sino la propia biografía detallada del protagonista, en la que se inserta la narración de los consabidos prodigios como prueba de su santidad. Un ejemplo de este tipo de historias es la Vida de San Antonio Abad. Este tipo de literatura pasará a formar parte de la ideología de la Iglesia, elemento fundamental de poder, si bien los relatos martiriales no son olvidados por completo, sino que seguirán existiendo pasiones variadas en las que se incorporen también elementos biográficos.

A pesar de los numerosísimos manuscritos que se han perdido a lo largo de los siglos [Deyermond, 1990], existen ensayos bibliográficos sobre la literatura hagiográfica hispánica medieval [Baños, 2003], en general, incluyendo la latina, la catalana y la portuguesa; y también un censo de la hagiografía medieval en castellano[1], que por la abundancia de su corpus demuestran la idea que destacábamos al comienzo de que debió de ser el género narrativo más prolífico del momento.

Si nos limitamos a los escritos en castellano, en el siglo XIII, coincidiendo con la fundación de órdenes mendicantes y redentoras, ya nos encontramos textos importantes.

Es necesario destacar que en este siglo se da un acusado incremento de la producción hagiográfica, que empieza a escribirse en las lenguas vernáculas para obtener una mayor difusión, ya que a estas alturas, el latín era incomprensible para el pueblo.

Entre los textos hagiográficos castellanos de este siglo encontramos la Vida de santa María Egipciaca, en verso (ms. k-III-4 de la Biblioteca de El Escorial)[2], la Vida de santo Domingo de Guzmán (conservado en el convento de Santo Domingo el Real de Madrid)[3], la de san Patricio (códice n° 43-20 de la Biblioteca Capitular de la Catedral de Toledo)[4], los Milagros romanzados de santo Domingo (ms. 12 del Monasterio de Silos)[5] y, por supuesto, los famosos versos de Berceo en obras como la Vida de santo Domingo de Silos[6] o el Poema de santa Oria[7]. El hecho de que estén escritos en lengua vernácula indica un propósito de mayor difusión con respecto a los latinos.

Ya en este siglo XIII no sólo contamos en los censos con vidas individuales, anónimas y de autor, y con compilaciones o colecciones de autor. Surgen también las primeras manifestaciones de lo que será objetivo de estudio de este trabajo, los flores sanctorum, como derivaciones en su mayoría de la más célebre de las compilaciones del siglo XIII en latín, la Legenda aurea del dominico italiano Jacobo de Vorágine. Un ejemplo será el flos sanctorum latino titulado Legenda aurea Sanctorum, conservado en el manuscrito 119 de la Catedral de Córdoba.

En el siglo XIV la producción hagiográfica hispánica en general muestra una crisis, relacionada con la depresión demográfica que asoló las comunidades eclesiásticas. Dentro de una tendencia hacia una mayor espiritualidad, los relatos pasionales son excepcionales y se cuentan varias vidas individuales anónimas, como las vidas de Tomás de Aquino (R-14133 del Convento de Santo Domingo el Real de Madrid)[8], la de

Pedro de Verona (conservada también en el Convento de Santo Domingo el Real de Madrid)[9] y las vidas de Pelagia[10] y Alejo[11] (ambas en el ms. 9247 de la Biblioteca Nacional). Por otra parte, se registran dos vidas individuales de autor conocido, la Vida de Santa María Magdalena por metros, hoy desaparecida [Deyermond, 1990: 141], y la de san Ildefonso, (en el flos sanctorum 15.001 de la Biblioteca de Lázaro Galdiano)[12], la única de este siglo conservada en el verso del mester de clerecía, ambas del Beneficiado de Úbeda.

Sin embargo, en comparación con el siglo anterior, la proporción de textos castellanos es notablemente mayor, aunque no llega aún a superar a los latinos. Por otro lado, la mayor parte están escritos en prosa, contrariamente a los del siglo anterior, fenómeno relacionado con la consolidación de la lengua castellana, además de otros factores, como el propio agotamiento del esquema lineal de la estructuración de la hagiografía en verso, la progresiva dignificación de las lenguas romances o la consideración desde el siglo XIII de la prosa como método de transmisión de la verdad, frente al verso, transmisor de la ficción. En efecto, como señala Baños [2003: 47], en la Edad Media estos episodios hagiográficos se recibían como verdad, aunque fueran exagerados, por la credulidad general ilimitada, por la fe religiosa y también porque todo lo escrito era digno de crédito, frente a lo contado de boca en boca, que no lo era tanto.

Por otra parte, y relacionado con el hecho del cambio del verso a la prosa, comienzan a proliferar las compilaciones que surgían en el siglo anterior. Se tiende cada vez menos a la individualidad y más a las compilaciones y, como señala Baños [2003: 38], es evidente que la forma más adecuada para las compilaciones es la prosa. Además, la mayor parte de las compilaciones son ya flores sanctorum. Tres ejemplos serían el santoral 10.252 de la Biblioteca Nacional y el 8[13] y 9 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo de Santander.

En el siglo XV se observa un aumento en la producción hagiográfica con respecto al siglo anterior, de tal forma que se da la mayor producción hagiográfica de toda la Edad Media. El número de obras de autor se equilibra con respecto a las anónimas, tal vez por influencia prerrenacentista, como destaca Baños [2003: 39] y, además, muchas estarán escritas por laicos, que por primera vez aparecen de forma destacada en el campo hagiográfico.

En cuanto a las vidas anónimas, destacan la de san Vitores (ms. 9481 de la Biblioteca Nacional) [14], la de san Amaro (ms. 1958 de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca) [15] y los Milagros de San Antonio (ms. 8744 de la Biblioteca Nacional) [16]. Con respecto a las vidas de autor, sobresalen entre las escritas por religiosos las vidas de Ildefonso e Isidoro (mss. 11 de la Biblioteca de Menéndez Pelayo y b-III-1 de la Biblioteca de El Escorial) [17], del clérigo secular Alfonso Martínez de Toledo (Arcipreste de Talavera); los Milagros del Apóstol Santiago (m. h-III-15 de la Biblioteca de El Escorial) [18], del capellán de la Corte Diego Rodríguez de Almela; la Historia de San Vitores (IB R-100.181)[19] , de Andrés Gutiérrez de Cerezo, abad de Oña; la Vida de San Vicente Ferrer y la Vida de Santo Domingo[20], de Juan López de Salamanca; y la Vida de San Juan de Sahagún[21], de Juan de Sevilla. En cuanto escritas por laicos destacan los Loores de santos (ms. 3686 de la Biblioteca Nacional)[22], de Fernán Pérez de Guzmán.

Los flores sanctorum en este siglo serán aún más numerosos que en el anterior y se convertirán en el modo de compilación modelo. Así, en este siglo tendremos los siguientes santorales manuscritos: 780, 12.688, 12.689, h-III-22, h-II-18, h-I-14, k-II-12, m-II-6, 15.001 y el flos sanctorum de Gonzalo García de Santamaría HC: N51/1222 (Hispanic Society, New York); y los siguientes incunables: X/F.59 (Biblioteca del Congreso, Washington D.C.), 53235 (British Library/Boston Public Library) y el 53312 (British Library, Londres) .

Un caso llamativo de este tipo de textos es el Libro de las virtuosas e claras mugeres (mss. 207 y 2654 de la Biblioteca de la Universidad de Salamanca)[23], escrito por un laico, el famoso valido Alvaro de Luna [24]en 1446, cuya tercera parte, con la narración de sus veintiuna vidas de santas, constituye un peculiar flos sanctorum femenino.

 

En definitiva, la producción hagiográfica de este siglo es mucho más abundante que la de los anteriores, hecho que se comprueba con un solo vistazo a los censos, aunque, como apunta Baños [2003: 40], ya no se trata de una producción estrictamente medieval. Así, aunque no encontremos en estos textos planteamientos humanistas que los encasillarían en el Renacimiento, sí se van vislumbrando nuevas formas de ver el mundo que ya no coinciden con la mentalidad medieval, como los indicios de secularización, la conciencia de autoría, la dignificación de la lengua vernácula castellana, además de ciertos avances técnicos. Por otro lado, pasa a ser un género no sólo exclusivo de la clerecía, sino también propiedad del pueblo, por estar en una lengua vernácula, además de por las mayores posibilidades de difusión que ofrecía la imprenta.

El género hagiográfico se expandirá en variadas formas literarias a partir de este momento, como las representaciones teatrales, exitosas en el Siglo de Oro, y los panegíricos poéticos[25]. La narrativa hagiográfica en forma de compilaciones será famosa especialmente en el siglo XVI, con flores sanctorum como los de Gonzalo de Ocaña, Pedro de Vega, Alonso de Villegas y Pedro de Rivadeneyra. Como explica Baños [2003: 41], la hagiografía moderna se dividirá en dos tendencias fundamentales, una de voluntad exclusivamente literaria y otra de tendencia al rigor histórico. Serán, no obstante, las historias del primer tipo las más celebradas en los siglos XVI y XVII, especialmente las más melodramáticas. 

 

1.1.2. Características del género

Como indica Baños [2003: 108], un análisis de la hagiografía castellana revela que el elemento común de todos los relatos es el desarrollo de un proceso de santificación y la demostración del éxito mediante lo sobrenatural, así como advierte en toda la hagiografía medieval una oposición diametral que representa el mundo esquemáticamente dividido en buenos y malos. De este modo, establece un esquema para los relatos hagiográficos basado en el modelo secuencial de Claude Bremond que habla de tres momentos en todo proceso: la función o núcleo que abre las posibilidades; el núcleo segundo, que las desarrolla; y el tercero que las cierra a modo de resultado. Así, el modelo general que propone Baños [2003:109] para los textos hagiográficos es el siguiente:

 

 

1. DESEO DE SANTIDAD

2. PROCESO DE PERFECCIONAMIENTO.

3. ÉXITO: SANTIDAD PROBADA:

Prodigios in vita.

Muerte.

Prodigios post mortem.

 

 

Como paradigmas básicos de Vidas de santos que siguen fielmente este esquema se han considerado las vidas de san Millán y de santo Domingo de Silos de Gonzalo de Berceo. Como explica Baños [2003: 109-113], en ambos el deseo temprano de santidad se da siendo ellos pastores; el proceso de perfeccionamiento se manifiesta en la formación religiosa y en la devoción, y en los sucesivos cargos en la jerarquía eclesiástica; y el tercer núcleo, la santidad probada, se da mediante prodigios, como profecías o milagros.

Existe una variante estructural de este modelo general para los textos hagiográficos, como indica Baños [2003: 119], que incluye en la narración preliminar una vida pecaminosa, cuyo ejemplo más claro es el de la Vida de Santa María Egipciaca en verso. En este tipo de narración, el proceso ascendente de perfeccionamiento no se representa de forma lineal, sino que parte de una ruptura. Este relato de la vida licenciosa se contrapone a los futuros sacrificios y a la vida de austeridad y sólo en contraposición a ese tipo de vida austera cobrará sentido. En estos relatos, no se parte de la santidad, sino de un sentido negativo de pecaminosidad, lo cual, con la posterior conversión, producirá un choque llamativo para el público. Por ello, Baños [2003: 120] califica esta vida de "revolutiva", frente a las evolutivas de Millán y Domingo. De este modo, la narración de María Egipciaca añadirá una secuencia anterior a la vida ejemplar, la correspondiente a la vida licenciosa, que va de la degeneración al arrepentimiento. Resumidamente, el esquema de la Vida de María Egipciaca (en verso) según Baños [2003: 121] sería como sigue:

 

 

SECUENCIA A: VIDA LICENCIOSA:

1.      DESEO DE VIDA PLACENTERA.

2.      PROCESO DE DEGENERACIÓN.

3.      RESULTADO: arrepentimiento.

 

SECUENCIA B: VIDA EJEMPLAR

1.      ARREPENTIMIENTO: DESEO DE SANTIDAD.

2.      PROCESO DE PERFECCIONAMIENTO.

3.      ÉXITO: SANTIDAD PROBADA

 

 

 

En el caso de la versión en prosa de la vida de esta santa, se añade, además, otra secuencia anterior a su vida licenciosa, y es el proceso de perfeccionamiento del abad Zósimas, cuya relevancia en el relato lo convierte en un deuteragonista, hasta el punto de que Baños [2003: 122] lo califica como doble hagiografía.

Por otro lado, las vidas de santos mártires, como san Lorenzo, acusan, según Baños [2003: 129], peculiaridades de los relatos martiriales. Así, el núcleo de la narración estaría constituido por la ejecución y los episodios desencadenantes. Aquí, el martirio es una auténtica batalla, frente a la placidez de la muerte natural del santo no mártir o confesor.

En cuanto a los personajes, como indica Baños [2003: 132], se da el absoluto protagonismo del santo, aunque, como hemos visto, en ocasiones aparece un deuteragonista, como en la narración de María Egipciaca en prosa. En todo caso, estos segundos protagonistas, que pueden ser de naturaleza humana (clérigos, maestros, padres del santo) o sobrenatural (Dios, la Virgen, el Diablo), tendrán como función realzar la santidad del protagonista apoyándolo u oponiéndose a él (es decir, dentro del esquema maniqueísta de buenos y malos). En ocasiones se registran figuras dobles, personajes que primero son contrarios a la santidad y luego favorables. También pueden aparecer animales simbólicos de naturaleza benigna, que actúan por el poder de Dios (leones) o maligna, que actúan por poder del Diablo (serpientes, dragones).

Como es de suponer, no existe en estas narraciones medievales profundidad psicológica en los personajes, aunque sí es cierto que sabemos muchos más detalles del santo que de cualquier otro personaje. En el caso del santo, se detallan al comienzo de las narraciones rasgos que aluden a su filiación, como nombre, apellidos, lugar de nacimiento, los cargos ocupados y los lugares recorridos. Lo vemos, por ejemplo, en el comienzo de la narración de san Leandro de Sevilla (ms. 780):

El bienaventurado sant Leandre fue españón de nación (132b-ccccxii), de la cibdat de Cartajena, e fue fijo de un duque que avía nonbre Severiano e de una duquesa que avia nonbre Túrtura, e fue monje e despues arzobispo de la iglesia de Sevilla (132c-ccccxii)[26]

Sin embargo, el resto de los datos son repetitivos en todas las historias: las circunstancias extraordinarias del nacimiento, al aprendizaje aventajado, la niñez madura, las virtudes excepcionales, las circunstancias de la muerte e incluso los milagros.

Veámoslo, por ejemplo, en la vida de Catalina, santa nacida de alto linaje: "Aquesta santa virgen fue fija de un rey de Chipre que avía nonbre Costo e avía tomado este nonbre de la cibdat principal de su regno, que era llamada Costancia" (ms. 12.689, f. CCIIa). No sólo su padre se preocupó por ofrecerle una esmerada educación a su hija desde muy niña, pues "fizo enseñar a su fija en las artes liberales e en toda sabiduría" (ms. 12.689, f. CCIIa), sino que la santa supo hacer tan buen uso de ella que ya a los catorce años "tanto aprovechó en las ciencias que sobrepujava a todos los mortales en abastança de hermosura de bien fablar e razonar, e enseñamiento de todas las artes liberales" (ms. 12.689, f. CCIIa). Así, sus mayores virtudes, la sabiduría, el buen razonamiento y la dialéctica, la llevarán a vencer a los cincuenta filósofos más sabios de todo el reino, lo cual enfurecerá tanto al emperador que la someterá a diversos tormentos. No sólo la santa soporta milagrosamente las más cruentas torturas (entre otras, torturas en artificiosos aparatos, como ruedas ardientes de clavos), sino que a su muerte se producirá un suceso extraordinario: al ser degollada, de su cuello brotará leche en lugar de sangre. Tras su muerte se narran otros dos milagros: los ángeles llevarán su cuerpo al monte Sinaí, donde elegirán un lugar para enterrarla. Además, en ese santo lugar "mana sienpre olio que sana todos los enfermos" (ms. 15.001, f. CLIIIc).

En general, la realidad reflejada tendrá que ver, según Baños [2003: 152], con el pensamiento teocéntrico de esta época medieval, con el auge del culto a los santos y el vasallaje feudal. Lo que se percibe más claramente es el ascendiente de la Iglesia sobre el pueblo, el cual veía su devoción dirigida por aquélla. También se registran indicios de aspectos diversos sobre la vida medieval, como la economía basada en la agricultura, la impotencia ante las enfermedades, un mundo de endemoniados, de continuas guerras entre moros y cristianos, etc. El "enfoque", según Baños [2003: 153], o la visión del mundo que da la hagiografía, es siempre religioso, lo cual ocasiona un propósito catequístico, la ejemplaridad de los santos en cuanto a lo moral y lo ascético-místico, pero también frecuentemente la propaganda de determinadas instituciones eclesiásticas [Baños, 2003: 162-163].


 

 

 

 

notas

 

[1] Véase mi "Censo bibliográfico de la literatura hagiográfica castellana".

[2] Ediciones destacadas: Manuel Alvar, Vida de Santa María Egipciaca, 2 vols., C.S.I.C., Madrid, 1970­1972; María Soledad de Andrés Castellanos, La "Vida de Santa María Egipciaca", traducida por un juglar anónimo hacia 1215, Madrid, Anejo XI del Boletín de la Real Academia Española, 1964; y, Michèle Schiavone de Cruz-Sáenz, The life of Saint Mary of Egypt: An Edition and Study of the Medieval French and Spanish Verse Redactions, Barcelona, Puvill-Editor, 1979.

[3] Edición destacada: María Teresa Barbadillo de la Fuente, Vida de Santo Domingo de Guzmán. Edición y estudio, 2 vols., Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 1985, p. 1028.

[4] Edición destacada: Antonio García Solalinde: "La primera versión española de El purgatorio de San Patricio y la difusión de esta leyenda en España", Homenaje Menéndez Pidal, t. II, Madrid, Librería y Casa Editorial Hernando, 1925, pp. 219-257.

[5] Edición destacada: A. Karl-Heinz, Miracolos romançados de Pedro Marín, en Studia Silensia, XIV, Silos, 1988.

[6] Edición destacada: Gonzalo de Berceo, Vida de santo Domingo de Silos, Brian Dutton (ed.), Tamesis Books Ltd., London, 1978.

[7] Edición destacada: Gonzalo de Berceo, Poema de Santa Oria, Isabel Uría (ed.), Castalia, Madrid, 1981.

[8] Edición: Luis G. Alonso Getino, Leyenda de Santo Tomás de Aquino, siglo XIV, tomo XI, Biblioteca Clásica Dominicana, Madrid, 1924.

[9] Edición: María Teresa Barbadillo de la Fuente edita algunos fragmentos en "Una antigua vida de San Pedro de Verona en lengua castellana", en Giovanni Ruffino (ed.), Atti del XXI Congresso Internazionale di Linguistica e Filologia Romanza (Palermo 18-24 settembre 1995), Sezione 7, Tübingen, Max Niemeyer Verlag, 1998, pp. 17-26.

[10] Edición: Ana Ma Rodado Ruiz: "Vida de Santa Pelagia", en Jane Connolly, Alan Deyermond y Brian Dutton (eds.), Saints and their Authors. Studies in Medieval Hispanic Hagiography in Honor of K. Walsh, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990, pp. 169-180.

[11] Edición: Carlos Alberto Vega, La Vida de San Alejo. Versiones castellanas, Universidad de Salamanca,1991.

[12] Ediciones destacadas: John K. Walsh, La Vida de San Alifonso por metros (ca. 1302), Romance Philology, Special Issue, 1992-1993, Supplement to Vol. XLVI N° 1, J. R. Craddock y C.B.Faulhaber (special editors), University of California Press; y Leonardo Romero Tobar, "La Vida de San Ildefonso del Beneficiado de Úbeda: dos versiones inéditas", en Revista de Filología Española, t. LX (1978-1980), pp. 285-318.

[13] Como veremos más adelante, existen dudas sobre la adscripción de este santoral al siglo XIV o al XV.

[14] Edición destacada: Ángel Gómez Moreno, «Leyenda y hagiografía: el caso de San Vitores», en La leyenda (Antropología, historia, literatura), Actas del Coloquio celebrado en la Casa de Velázquez, 10/11-XI-1986, Casa de Velázquez-Universidad Complutense, Madrid, 1989, pp. 173-191.

[15] Edición: Carlos Alberto Vega, Hagiografía y literatura. "La Vida de San Amaro", Anejos del Anuario de Filología Española, Textos, 3, El Crotalón, Madrid, 1987.

[16] Edición: María Jesús Lacarra, "Algunos miraglos que nuestro señor fizo por nuestro padre sancto Antonio: presentación del texto y aproximación tipológica", Crisol. Nouvelle Série. Publication du Centre de RecherchesIbériques etIbéro-américaines de l'Université de París X, 4 (2000), 215-230.

[17] Edición: Arcipreste de Talavera, Vidas de San Ildefonso y San Isidoro, ed. de José Madoz y Moleres, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, n. 134, Madrid, 1962.

[18] Edición destacada: Diego Rodríguez de Almela, Tratado que se llama copilación de los Vittoriosos miraglos del Bien Aventurado Apóstol Santiago, edición de Juan Torres Fontes, Seminario de historia, Tip. Sucs. de Noqués Murcia, 1946.

[19] Edición destacada: Ángel Gómez Moreno, «Leyenda y hagiografía: el caso de San Vitores», en La leyenda (Antropología, historia, literatura), Actas del Coloquio celebrado en la Casa de Velázquez, 10/11-XI-1986, Casa de Velázquez-Universidad Complutense, Madrid, 1989, pp. 173-191.

[20] No hay ediciones de los textos.

[21] Sólo se conserva una transcripción de esta vida, hecha por fray Tomás de Herrera: Fray Tomás de Herrera, Historia del convento de San Agustín de Salamanca, Gregorio Rodríguez, Madrid, 1652.

[22] Edición: Fionna Maguire, y Dorothy S. Severin, "Fernán Pérez de Guzmán's Loores de santos: Texts and Traditions", en Jane E. Connolly, Alan Deyermond y Brian Dutton (eds.), Saints and their Authors. Studies in Medieval Hispanic Hagiography in Honor of John K. Walsh, Madison, Hispanic Seminary of Medieval Studies, 1990, pp. 151-168.

[23] Fue editado por primera vez por Marcelino Menéndez Pelayo: Alvaro de Luna, Libro de las Virtuosas e Claras Mugeres, edición de M. Menéndez y Pelayo, Sociedad de Bibliófilos Españoles, Madrid, 1891.

[24] Ver mi artículo "Mujer y santidad en el siglo XV: Alvaro de Luna y el Libro de las virtuosas e claras mugeres", basado en mi trabajo de investigación para la obtención de la suficiencia investigadora titulado "Las santas de Alvaro de Luna: Historia de un texto" (julio de 2003).

[25] El estudio de la comedia hagiográfica es objeto de la tesis doctoral de Natalia Fernández Rodríguez (Universidad de Oviedo), titulada "La pecadora penitente en la Comedia Nueva: la hagiografía hecha teatro".

[26] Las transcripciones de los textos inéditos de los santorales se harán de acuerdo a las normas que se reproducen en la página 32.

 

 

 
 

 

 

 

 

Descripción y filiación de los Flores Sanctorum
medievales castellanos

 

 

Vanesa Hernández Amez
Universidad de
Oviedo