Juventudes femeninas (Signal, enero de 1943)

 

 

 

 

La actuación de la Sección Femenina, desde 1934 hasta el final de la dictadura, constituye un fenómeno de características bastante singulares dentro de la historia de España. Ninguno de los regímenes políticos que nuestro país ha tenido llegó a oficializar e institucionalizar una corriente de pensamiento sobre cuál debe ser el papel que la mujer ha de cumplir en la sociedad, del modo que llegó a hacerlo el nuevo Estado. Por ello parece difícil comprender en toda su amplitud la ideología del campo nacional en la guerra civil y del franquismo posterior, pasando por alto la misión que la Sección Femenina ha intentado cumplir en un dilatado período histórico de casi cuarenta años.

Resulta por ello curioso que hasta la fecha no se hayan producido en nuestra historiografía demasiados estudios críticos que aborden el fenómeno de forma bien documentada y científica. Es obvio, por otra parte, que las páginas que a continuación siguen no van a cubrir ese vacío. Las dificultades para acceder a los archivos de la Sección Femenina son todavía numerosas y, por el momento, hemos de contentamos con apuntar un somero esbozo de las líneas principales por las que pensamos podrían discurrir investigaciones más profundas. Nuestro trabajo, pues, ni es exhaustivo ni está acabado, sino que, por el contrario, está abierto a nuevas aportaciones e incluso al debate.

Sin embargo, algunas interpretaciones pueden ser lanzadas sin temor a equivocarnos. Así sucede cuando afirmamos que el fenómeno de la Sección Femenina es notablemente original en la historia de nuestro país. Porque lo cierto es que las derechas, en sentido genérico, que tradicionalmente han postergado a la mujer a realizaciones de tipo tradicional (cuidado de la casa y de los hijos, marginación de la vida social y política, etcétera), fueron capaces durante nuestra guerra civil de movilizar a un cierto número de mujeres -bien es verdad que sin apearlas de sus ancestrales actividades «femeninas»- para la defensa del status de una clase social en pugna con intereses más democráticos y populares.

La Sección Femenina, por otra parte, se diferenciará de los grupos femeninos que actuaron durante la guerra dentro del campo republicano, en que las primeras jamás plantearon reivindicaciones concretas y específicas como mujeres Las republicanas, si bien en muchos casos no se propusieron sino contribuir al esfuerzo común por vencer al bando rebelde, intentaron en alguna medida transformar el papel que la mujer tenía asignado dentro de la sociedad. O al menos en algunos casos, minoritarios quizá, soñaron con que su contribución al esfuerzo bélico ayudaría a que sus reivindicaciones como mujeres fueran escuchadas con atención y respeto, una vez ganada la contienda.

Pero es que, además, la Sección Femenina, amén de suscribir los principios generales del nacional-sindicalismo, hizo suya una ideología claramente antifeminista reaccionando frente a ese nuevo tipo de mujer que había comenzado a aflorar en España, sobre todo después de la Primera Guerra Mundial, y que pretendía su emancipación por la vía del trabajo y de la cultura. Estas pretensiones culminaron en ciertos logros, parciales y asumidos desde luego por una élite, en el período republicano.

La Sección Femenina, en fin, fue el instrumento de que se sirvió el Nuevo Régimen, ya desde la guerra civil, para fomentar el tipo de mujer nacional-sindicalista que no se apartaba, sin embargo, del símbolo de la española tradicional, católica, sumisa y hogareña. Un tipo de mujer que fue el modelo oficial femenino de todo el período franquista.

 

 

El nacimiento de la Sección Femenina. Sus actividades durante la República

 

Unos meses después de la fusión entre Falange Española y las J.O.N.S., realizada en febrero de 1934, esta organización contaba ya con su Sección Femenina, que estaba compuesta casi exclusivamente por estudiantes. Por esta circunstancia, los mandos de las Secciones Femeninas de España fueron nombrados por los jefes del S. E. U., quedando directamente dependientes del secretario general. Pilar Primo de Rivera fue nombrada jefe nacional, y Dora Maqueda, secretaria nacional.

En diciembre de 1934 se realizaron los estatutos de la Sección Femenina. En ellos se dirigían a la mujer con todo el repertorio verbal de la ideología falangista. Así se decía que los fines para que se crea esta Sección son, ante todo, para su cooperación (de la mujer) en la formación de una España Grande e Imperial, fomentando el espíritu nacional-sindicalista dentro de todos los órdenes de la vida nacional.. En los mismos se hacía un llamamiento al amor a la Patria, al Estado corporativo y a la lucha contra la anti-España, dentro y fuera de nuestros sindicatos profesionales. Como la mujer era el más firme sostén para el engrandecimiento del Futuro Imperio Español, ésta debía realizar una serie de tareas que se señalaban y que posteriormente fueron fielmente cumplidas: servicio de propaganda; confección de bordados, brazaletes, banderas y demás emblemas de Ia organización; visita a presos y heridos, etcétera.

 

Portada de la revista Y, San Sebastian, mayo de 1938

Efectivamente, la Sección Femenina nació en unos momentos en que los encuentros violentos entre izquierdistas y fascistas eras frecuentes y en que la República mantenía prisioneros a miembros de la Falange -Pilar Primo de Rivera ha llegado a hablar de 10.000 de éstos en toda España-. Por tanto, nada más natural que alentar las actividades auxiliares y femeninas de las mujeres adscritas de un modo u otro a la Falange; para que pusieran todo su esfuerzo en ayudar a los heridos y a familiares de los caídos en la lucha y en visitar a sus presos. A tal fin, las chicas de la Sección Femenina intentaron recaudar dinero lanzando unos sellos de cotización y unas cartillas que eran adquiridas por los falangistas. E incluso llegaron a vender unas pastillas de jabón con el lema Por la revolución nacional-sindicalista. Por la Patria, el Pan y la Justicia. iArriba España! El carácter de designación cuasi-mesiánica que los falangistas han querido imprimir siempre a sus realizaciones es lo que, quizá, llevó a Pilar Primo de Rivera a comentar sobre el particular que el jabón llegó a ser como un nuevo distintivo de la Falange, porque lo mismo que en el Antiguo Testamento señalaban las casas de los israelitas para librarlas del Angel Exterminador, las de los falangistas se conocían porque en ellas se veía, sin distinción, el jabón nacionalsindicalista. Claro que en este caso, en vez de ser una señal de salvación, era una pista segura para la policía, que ya no le cabía duda de que en aquella casa eran de Falange (1).

Otra de las actividades que las mujeres de la Sección Femenina realizaron durante la República fue la de pasar porras y pistolas a los mítines de la Falange, ya que los varones solían ser cacheados por la policía a la entrada de los mismos. La exaltación de la violencia, típicamente falangista, no excluía este dudoso ingrediente de las actuaciones de sus mujeres, si bien en atención a su debilidad de sexo eran tenidas por meras auxiliares para sus ilícitos actos. Pero, de todos modos, las chicas debían pasar sus apuros con aquellos pistolones por debajo de los abrigos y dentro de las botas katiuskas, sin saber si se dispararían solos o si con algún movimiento se les quitaría el seguro sin querer (2). Pero sus esfuerzos quedaban sobradamente compensados cuando, una vez dentro, les daban a los camaradas las armas, por si era necesario usarlas.

 

 

En estos mismos mítines, las militantes se dedicaban a organizar colectas. Pero por si alguno encontraba maneras sospechosamente desenvueltas en estas muchachas, José Antonio, en una ocasión (3), con paternalismo mal disimulado, se apresuró a advertir a la concurrencia que las de la Sección Femenina, uniformadas, enhiestas, activas, valerosas, constantes, vencen todos los días las batallas contra su propia timidez y se acercan a nosotros a solicitar nuestra generosidad.

Además de en Madrid, se organizaron Secciones Femeninas en Vigo, Navarra, Orense, Valladolid, Ceuta y Melilla, hasta establecerse en diez o doce provincias. En cada una de las organizaciones no debió haber más de seis o siete chicas, según confiesa la misma Pilar Primo de Rivera, añadiendo que no siempre eran comprendidas, por lo que se veían obligadas a hacer el boicot a los chicos que no militaban en nuestras filas, ya que las mujeres de la Sección Femenina no tenían más novio ni más amigo que el camarada que perteneciese a Falange Española. El hombre de su vida tenía que ser el mejor (4). Así transcurrió la actividad de la Sección Femenina hasta la sublevación del 18 de julio, en la que parece que colaboró comprando todo el mahón que encontró para hacer camisas, y telas negras y rojas para brazaletes y banderas (5).

 

 

 

El antifeminismo de la Sección Femenina

 

Parece evidente que los principios ideológicos que la Sección Femenina sustentaba estaban totalmente insertos dentro de la corriente de pensamiento del nacional-sindicalismo. Más concretamente cabría decir que sus fuentes para elaborar una doctrina dirigida específicamente a las mujeres, dentro de este pensamiento general, fueron tomadas de los escritos y discursos de José Antonio en los que se refería al sexo femenino.

Podemos decir, pues, que el ideal de mujer nacional-sindicalista no fue inventado por las componentes de la Sección Femenina, sino que éstas lo desarrollaron a partir del que había ido estableciendo el fundador de Falange Española. Y esto fue así hasta el punto de que José Antonio Primo de Rivera fue el autor del primer manifiesto que imprimió la Sección Femenina, en 1934, dirigido a las mujeres españolas. Pero el sexo masculino del redactor se escondió bajo frases como nosotras, mujeres españolas, que hacían suponer al lector que quien había escrito aquello era una mujer. En este manifiesto ya se hacía la matización de que nuestra misión no está en la dura lucha, pero sí en la predicación, en la divulgación y en el ejemplo. Y además en alentar al hombre con la seguridad de que lo entendemos y compartimos sus inquietudes.

Posteriormente, José Antonio explicó a las mujeres extremeñas, en un famoso discurso, que los falangistas no eran feministas: No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles. A mí siempre me ha dado tristeza ver a la mujer en ejercicios de hombre, toda afanada y desquiciada en una rivalidad donde lleva -entre la morbosa complacencia de los competidores masculinos- todas las de perder. Evidentemente, en estas frases José Antonio estaba aludiendo a un tipo de mujer que diez años atrás había comenzado a introducirse en nuevas carreras y profesiones, pretendiendo subversivamente una equiparación con el varón.

Según José Antonio, al ser el hombre esencialmente egoísta, la mujer debe aceptar una vida de sumisión, de servicio, de ofrenda abnegada a una tarea. Esta concepción fue profundamente asumida por su hermana Pilar, que no se cansaba de repetir que la misión de la mujer no es misión directora, porque ésa sólo les corresponde a los hombres. Lo que tenemos nosotras que hacer es preparar a todas las camaradas para que cuando tengan una casa y cuando tengan unos hijos, sepan enseñarles, después del Padrenuestro, lo que José Antonio nos enseñó a nosotros, y les hagan sentir esa misma fe que sintieron nuestros Caídos al entregar alegremente la vida por la Patria (6).

Por su parte, diversos intelectuales y escritores como Alfredo Marqueríe, Tono, Jardiel Poncela, etcétera, que colaboraron durante la guerra en "Y", la revista de la Mujer Nacional-Sindicalista, saludaron alborozados a la mujer azul, aquella que venía a sustituir a las rojas, republicanas, feministas y demás pedantes y marisabidillas de la ciencia y la filoso fra , a la que concretamente Jardiel no podía soportar. Afortunadamente para este autor, amanece el día español en que las españolas cambian. Todos los colores del iris, al girar vertiginosamente, volteados por las fuerzas inmensas de la raza, en lugar de dar el color blanco que nos enseñó la Física, dan un color azul (7). En ese día justamente surgió la mujer azul.

Edgar Neville, también en un artículo de "Y" (8), centró sus ataques contra Margarita Nelken, quizá escocido por la personalidad intelectual, izquierdista y feminista de la antigua diputada de la República. Sus arremetidas no las manifiesta solamente a partir de presupuestos políticos, sino que se encona en la condición femenina de Margarita, de la que llegó a decir que tenía una cursilería emponzoñada que le quitaba ese indudable atractivo físico que tienen muchas cursis; al verla encamarada en sus impertinentes, se presentía su carne cruda, prensada, con varices y una ropa interior violeta.

Resultaba evidente que la Sección Femenina no tenía las inquietudes emancipadoras de algunas republicanas, por tanto, muchos hombres se sintieron aliviados en sus pretensiones de conservar sus privilegios, máxime cuando las militantes falangistas les halagaban los oídos al aclarar que la Sección Femenina, al incorporarse con sentido y estilo netamente femeninos a la viril de la Falange, lo hará para auxiliar, complementar y hacer total aquella obra (9).

Asimismo, cuando se creó la Sección de Cultura y Formación de Jerarquías. la regidora central, Carmen Werner, puntualizó en una circular fechada el 1 de febrero de 1938 que al hablar de Cultura no queremos hablar de Círculos de Estudio, ni Liceum, ni Centros de Cultura Femenina que sacan a las mujeres de sus funciones típicas y de su círculo natural que es la casa. De lo que la Sección Femenina no quería hablar era justamente de las instituciones que las mujeres progresistas habían fomentado años antes.

 

 

 

Procedencia social y política

 

Está por realizar un estudio a fondo concerniente a la composición social de las miembros de la Sección Femenina y a sus respectivas procedencias ideológicas o políticas. En principio, cabe pensar que las militantes de esta organización debieron pertenecer, en gran parte de los casos, a familias falangistas, como es el caso de Pilar Primo de Rivera o de Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo. Aunque esta última afirma (10) que con ellas colaboraron mujeres de todas las clases sociales -predominando la muy elevada en la región andaluza y la de tipo medio en Castilla-, lo cierto es que no resulta creíble que en un principio hubiera demasiadas mujeres de extracción social más modesta o popular. Hay que tener en cuenta que durante la guerra civil la mujer española carecía generalmente de preparación política y su alineación en uno u otro bando contendiente -salvo excepciones de una minoría ya mencionada- venía dada por la ubicación que en cada uno de ellos tuvieran los miembros varones de su familia (hermanos, padres, maridos, etcétera). Por otra parte, la participación de la mujer proletaria en organizaciones políticas o sindicales de clase no era excesivamente numerosa, de ahí que resultaría incongruente encontrarla formando parte de una organización contraria a sus intereses de clase.

Lo más probable es que la Sección Femenina reclutara sus mujeres en esa clase media en la que los varones, «tan pobres a veces como los trabajadores, nunca se identificaron con los trabajadores ni asumieron los intereses de los trabajadores. Si no poseían grandes fortunas que defender contra la revolución social, sí tenían una posición de clase que preservar» (11). y es que a la hora de entrar a formar parte de la Sección Femenina se tenía muy en cuenta que la aspirante tuviera una preparación cultural mínima. Se valoraba, por ejemplo, que la muchacha hubiera estudiado con monjas -«¿francesas o españolas?», se las preguntaba en un cuestionario-, tuvieran conocimientos de música, idiomas, supieran desenvolverse, etcétera. Las virtudes y sabidurías que precisaba tener una buena militante eran, pues, del orden de las que adquiría cualquier señorita de clase media y que en ningún caso podían ser alcanzadas por una mujer del pueblo.

En cuanto a la procedencia política de estas mujeres, parece que hubo muchas que, sobre todo en Castilla, venían de la CEDA, «desilusionadas por aquellos diputados que tenían, como Gil Robles», al decir de Mercedes Sanz Bachiller. De otro lado, después del Decreto de Unificación de 19 de abril de 1937, las carlistas entraron a formar parte de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S., quedando «bajo la disciplina y autoridad directa de las jefes locales de las Secciones Femeninas, que se encargarán de organizar con unas y otras (falangistas y margaritas) los grupos de camaradas que han de atender distintos servicios de Auxilio Social, Asistencia al Frente, etcétera» (12). Precisamente fue delegada nacional de Frentes y Hospitales la carlista María Rosa Urraca Pastor.


 


 

 

 

Asistencia sanitaria, labores de costura, bordado de banderines y cuestaciones públicas,
algunas  de la actividades de las camaradas, según relato de la revista «Y»  (San Sebastíán, 1938)

 

 

 

El número de afiliadas

 

Sondear la implantación real que en la España nacional tuvo la Sección Femenina, en base al número de militantes afiliadas, es una labor todavía por hacer. Según Alvarez Puga (13), esta organización, antes de iniciarse el Movimiento, tenía «unas 2.000 afiliadas», contando ya para 1939 «con cerca de 600.000 adhesiones» .

De una carta de la delegada nacional, fechada en Salamanca el 4 de agosto de 1937, se deduce que en esa época se suponía que se podía contar con 250.000 adherentes. El párrafo en concreto dice: «Calculando en 250.000 el número de afiliadas y fijando en dos prendas mensuales el trabajo de cada una, podrían hacerse al mes 500.000 prendas de abrigo, número suficiente para cubrir las necesidades de los que luchan ... » (14).

Por su parte, Geraldine Scanlon, recogiendo datos de la Sección Femenina, ha escrito (15) que al final de la guerra existían 580.000 afiliadas a la Sección Femenina. De ellas, 300.000 formarían parte de Auxilio Social; 20.000 estarían en talleres; 8.000 actuaban como enfermeras; 1.140 estaban movilizadas en lavaderos; 400 eran de la organización del descanso del soldado; 2.000 estaban en el Servicio de Guerra, y 2.500 en la Hermandad de la Ciudad y el Campo.

Este incremento sorprendente de militantes en los tres años de la guerra civil, de ser cierto, lo que parece indicar es una adhesión masiva de mujeres neutras que por razones de tipo económico o presiones políticas se vieron abocadas a afiliarse a la Sección Femenina. Para despejar la incógnita que nos plantean tan abultadas cifras, sería necesario un estudio minucioso del número de afiliadas que existían en cada provincia y su aumento conforme esas zonas iban siendo «liberadas» por las tropas nacionales. Pero mientras los archivos de la Sección Femenina sean una entelequia para el investigador, no tenemos más remedio que conformamos con mostrar honestamente lo que hay. Que desde luego es poco.

 

 

 

La organización jerárquica de la Sección Femenina. Su férrea disciplina

 

Ya en sus estatutos de 1934, la Sección Femenina recogía el principio de Mando Unico (artículo III), que era también normativa de la organización falangista general. Habría una jefe nacional, una secretaria nacional, jefe provincial y secretaria provincial. Las afiliadas se dividirían en grupos de 5 a 15 miembros y «al frente de este grupo se pondría una de las integrantes que revele mayor espíritu y capacidad falangista». Esta jefe debía ser cesada si se observaba en ella negligencia o incapacidad. Además, debía de estar «a las órdenes de los mandos locales en todo y para todo, ateniéndose siempre a la más escrupulosa disciplina». Posteriormente, Pilar Primo de Rivera aclararía que había que procurar siempre que «las que desempeñen los cargos tienen que tener menos de treinta y cinco años, por considerar que sólo las personas jóvenes son capaces de asimilar el espíritu nacional-sindicalista» (16).

También según los estatutos, el mando nacional y el mando provincial deberían intervenir en todas las actuaciones y reglamentarias «con arreglo a la severa disciplina de Falange Española de las J.O.N.S.», a la vez que estarían obligados a «respetar las jerarquías e imponerlo a los demás».

Después del Decreto de Unificación, cuando las carlistas quedaron bajo la disciplina y autoridad directa de las jefes locales de las Secciones Femeninas, la delegada nacional, quizá temiendo la «contestación de las antiguas margaritas, hizo observar en una circular (17) que no permitirán las jefes provinciales que se organicen otros grupos de mujeres que con la denominación de grupos de Asistencia al Frente o cualquier otro nombre pretendan apartarse de la disciplina de Falange Española Tradicionalista de las J.O.N.S. Y si dichos grupos se muestran rebeldes u obedecen otras órdenes que no sean las de la jefatura local femenina, no se les darán en absoluto facilidades para nada y se pondrá el hecho en conocimiento de esta jefatura nacional»,

El alto g rada de jerarquización y el sentido del deber y de la disciplina impuestos fue quizá lo que hizo más eficaz la actividad de las mujeres de la Sección Femenina. En una ocasión en que las Delegaciones Nacionales alegaron no contar con el dinero suficiente para comprar las camisas, mudas y alpargatas que los hombres del frente requerían, la delegada nacional envió la inevitable circular en la que entre otras cosas decía que «en Falange el «no puedo» se «desconoce», y más aún en un caso como el presente, en que la necesidad de los que luchan es apremiante, Por tanto, y sin excusa, si no hay dinero se pide, casa por casa, tienda por tienda, como tú quieras, pero las órdenes que en Falange se dan cuando es necesario, se cumplen y sin réplica» (18),

En esta misma línea de autoritarismo casi militar, Pilar Primo de Rivera, en su discurso del Primer Consejo Nacional de la Sección Femenina, dijo: «Tenéis que saber, camaradas, que cuando se os da una orden hay que cumplirla sin excusa. La que encuentre facilidades en su provincia, mejor; y la que no las encuentre, lo mismo.»

Las escuelas de mandos se vieron acrecentadas en 1938 con la creación de la Escuela de Jerarquías en Málaga, la Escuela de Educación Física en Santander y dos Escuelas de Mandos Locales en La Coruña y Palma de Mallorca. En ese año, en la cúspide de la pirámide jerárquica continuaba estando Pilar Primo de Rivera, que, a pesar de la importancia de su cargo, como se ha podido observar actuaba como una especie de factotum que supervisa y vigila hasta los más mínimos detalles de la organización. Los puestos de importancia inmediatamente inferiores los ocupaban Mercedes Sanz Bachiller, como delegada nacional de Auxilio Social; Lali Ridruejo, como delegada general de Intendencia; Marichu Mora, como delegada general de Prensa y Propaganda; la ya mencionada María Rosa Urraca Pastor, como delegada nacional de Frentes y Hospitales; Cándida Cadenas, como delegada general de Organizaciones Juveniles; María Josefa Villamata, como delegada general de Asuntos Exteriores, y Angelita Plá, como delegada general de la Hermandad de la Ciudad y del Campo.

Al final de la guerra, la jerarquía vertical constaba de diez grados (19). Las afiliadas menores de diecisiete años fueron divididas en tres secciones: margaritas (de siete a diez años), flechas (de once a trece) y flechas azules (de catorce a diecisiete).

En enero de 1939 se reguló el régimen interior de la Sección Femenina. Las afiliadas consideradas militantes habrían de ser solteras de diecisiete a treinta y cinco años; solteras de más de treinta y cinco, y casadas de cualquier edad. Pero en calidad de simples adheridas se situarían las casadas que «no pueden ocuparse continuamente de la organización, en atención a sus quehaceres familiares». A éstas se las reuniría en las fechas conmemorativas de Santa Teresa de Jesús y nacimiento de Isabel la Católica y en otras ocasiones extraordinarias. También podían asistir a actos oficiales del «Partido» y acudir a las «tardes de enseñanza» de la Sección Femenina. Se las enviaría las publicaciones y propaganda de la organización y se las proporcionaría «labor para trabajar en sus casas». Si aun siendo casadas podían disponer de tiempo suficiente para dedicárselo a la organización, serían incluidas en el grupo de las militantes (20)

 

 

 

Algunas realizaciones de guerra

 

Por lo expuesto anteriormente resulta evidente que la Sección Femenina exhortó a sus mujeres a realizar una serie de tareas que no se apartaban un ápice de las efectuadas tradicionalmente en su hogar, a fin de colaborar en la ayuda al frente y de establecer una pauta de actividades a seguir en las zonas «liberadas».

La Sección Femenina instaló enfermerías y lavaderos del frente. En el de Madrid hubo enfermerías en Brunete, Villaverde, Sevilla la Nueva, Carabanchel Bajo y San Martín de la Vega. Existieron lavaderos en Carabanchel, Getafe, Valdemaqueda, Villamantilla, etcétera. Desde fines de 1937 también hubo mujeres de la Sección Femenina en la Ciudad Universitaria.

En las zonas conquistadas por los nacionales se realizaron cursillos de agricultura para mujeres campesinas, «ordenadas por el Ministerio de Agricultura a instancias de la jefe nacional de Secciones Femeninas, Pilar Primo de Rivera, que desea reciban nuestras camaradas del campo una preparación agrícola y doméstica que las eleve sobre el nivel ordinario de la vida rural» (21) Las campesinas de Castilla, concretamente, contaban con una granja-escuela en Valladolid.

También había campamentos de flechas donde en el verano se enseñaba a las niñas las labores «propias de la mujer», junto con nuestra doctrina nacional-sindicalista, la moral más severa y la religión más profunda», según declaraba Amelia Azarola, viuda de Ruiz de AIda y jefe del campamento de flechas de Lequeitio, a la revista «Y» en septiembre de 1938. Allí la vida era auténticamente de milicia, resumida, según ella, en la obediencia, la disciplina, el trabajo y la jerarquía. Y en estas virtudes vivían «desde la jefe a la más pequeña de nuestras acampadas».

 

Pero quizá la organización que más repercusión tuvo en el período bélico fue el Auxilio de Invierno, posteriormente llamado Auxilio Social. Este nació en Valladolid de la mano de Mercedes Sanz Bachiller, viuda de Onésimo Redondo y por entonces jefe provincial de la Sección Femenina. La idea de crear unos comedores infantiles que aliviaran la situación de los hijos de los movilizados o de los huérfanos llevaron a realizar una serie de cuestaciones callejeras que posibilitaron la creación de un primer comedor el 30 de octubre de 1936. Este se instaló en un bajo, frente al teatro Calderón de Valladolid. La mano de obra gratuita que se precisaba para atenderlo fue facilitada en forma de militantes de la Sección Femenina.

La nomenclatura de Auxilio de Invierno parece responder a la analogía que guardaba esta institución con el Winterhilfe alemán. Mercedes Sanz Bachiller nos ha negado esta apreciación diciendo que Auxilio de Invierno se llamó así «pensando que la guerra civil y la situación de emergencia no iban a durar más que aquel invierno de 1936-37. Pero no fue así, como es conocido de todos, de manera que cuando llegó la primavera el nombre de Auxilio de Invierno parece que no cuadraba, porque era necesario continuar y, sin embargo, la palabra «invierno» constreñía y calificaba de una manera más limitativa la acción que nosotros nos habíamos propuesto. Entonces es cuando se puso el nombre de Auxilio Social ... » (22)

 

Pilar Primo de Rivera entrega una espada y una daga de antigua artesanía toledana a Adolfo Hitler durante uno de sus viajes a la Alemania nazi, mayo de 1938

 

Pero lo cierto es que el Auxilio de Invierno no sólo se parecía en el nombre al Winterhilfe, sino que muchas mujeres durante la guerra civil fueron enviadas a Alemania para que observasen las organizaciones femeninas de aquel país. Mercedes Sanz concede que en este período algunas chicas fueron a Alemania, «pero para estudiar Dietética y Nutrición de niños, porque en aquel momento no teníamos nosotros escuelas para poder hacer una cosa de este tipo. De manera que era una cosa más bien de Pediatría para que las chicas se pudiesen formar ... Pero era un intercambio cultural, en un terreno social, porque no estábamos preparados para hacer un intercambio de otro orden, pero sí de carácter social» (23). El hecho de que las chicas de la Sección Femenina iban a Alemania a estudiar algo más que Dietética y Nutrición lo demuestra, entre otras cosas, una carta fechada en Salamanca en agosto de 1937 y firmada por la delegada nacional en la que dice: « ... Te ruego me envíes rápidamente una relación de las camaradas de tu provincia que hablen alemán y que por su capacidad y espíritu nacional-sindicalista las consideres aptas para emprender un viaje a Alemania y estudiar allí la organización de las Secciones Femeninas Nacional-Socialistas» (24).

Posiblemente el posterior viraje de la política de Franco hacia los componentes del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial, influya en que se negara después el paralelismo entre ciertas organizaciones nazis o fascistas y españolas y que se suavizaran los términos de admiración que las primeras produjeron en el Nuevo Estado. Pero lo cierto es que durante la guerra civil esa fascinación existió. Tanto Italia como Alemania cursaron frecuentemente invitaciones para ser visitadas por Pilar Primo de Rivera y para que ésta enviase «lo mejor de la juventud femenina a estudiar lo fundamental de la transformación de ambos pueblos».

 

 

 

Auxilio Social

 

Southworth, por su parte, ha recogido la explicación que en 1937 da Mercedes Sanz Bachiller sobre el origen de Auxilio Social. Esta cuenta que, tras la apertura del primer comedor en Valladolid, se trasladó a Sevilla para informar a Pilar Primo de Rivera de la organización de Auxilio de Invierno y de la conveniencia de extenderlo a otras provincias:

«Pilar acogió nuestra presencia y palabras con gran afecto y consideración. Era tal fe la que teníamos en nuestra obra que en Sevilla mismo contratamos con la «Hisma» la fabricación en Alemania de dos emblemas, en cantidad de un millón de cada modelo y cuyo valor total ascendía a 120000 pesetas, a fin de estar preparados para las dos primeras cuestaciones nacionales que nosotros preveíamos para unos meses después. Informamos también en Burgos al jefe de la Junta de Mando de Falange y, previamente autorizados -aunque sin nombramiento alguno-, nos dirigimos en cartas extensas a las jefaturas provinciales para que extendieran la obra a sus jurisdicciones respectivas. A la vez nosotros continuábamos en Valladolid la obra con ritmo vertiginoso, hasta alcanzar los cien comedores y hacer modelos de propaganda y administración para todas las provincias. Algunas provincias, como Burgos, Salamanca y La Coruña, iniciaron también las cuestaciones pidiéndonos emblemas a nosotros» (25).

De esta forma, ya en el mes de diciembre, Pilar Primo de Rivera creó la Delegación Nacional de Auxilio de Invierno.

Cuando se creó la Delegación Nacional de Auxilio de Invierno, las jefes provinciales de la Sección Femenina fueron nombradas delegadas de Auxilio de Invierno. Como indica Geraldine Scanlon, «Javier Martínez Bedoya fue nombrado jefe de la Junta de Mando, y cuando en febrero de 1937 se formó una red de secretarías técnicas, los puestos directivos también fueron ocupados por hombres» (26). Esto no resulta sorprendente si tenemos en cuenta que la administración de fondos de las Secciones Femeninas las llevaban las secciones masculinas locales y provinciales. En el caso de Auxilio Social, el secretario nacional fue siempre un hombre: primero Javier Martínez de Bedoya y después Martínez de Tena.

El Auxilio Social llegó a tener las siguientes secciones: Obra Nacional-Sindicalista de Protección a la Madre y al Niño, Auxilio Social al Enfermo, Fomento del Trabajo Familiar, Defensa de la Vejez y Obra del Hogar Nacional-Sindicalista. La protección a la maternidad fue quizá una de las cosas que más preocupó a Auxilio Social. Para darse cuenta de la peculiar visión que de la misma tenía el nacional-sindicalismo, basta con las manifestaciones que en un artículo hacía el doctor Luque. Para él, «en el Estado, la mujer madre ha de ser la ciudadana más importante. Estas fueron las palabras que publicó Hitler en su programa fundamental, y como conocemos toda la razón que le asistía y sabemos la importancia que para nuestro país tiene en los momentos actuales el conseguir una gran cantidad de hijos sanos, procedentes de madres fuertes; queremos, no sólo con palabras, sino con hechos, cooperar a la consecución de este fin». A continuación añadía que «es muy digno de tenerse en cuenta que han sido en el mundo, precisamente Alemania, Italia y el Japón, es decir, los países más espiritualmente unidos a España, los que han hecho una labor científica, política y social en favor de la madre y del hijo. En la España, que amanece tras la ingente labor de Falange a través de su Auxilio Social, ya se esboza esta otra por la madre y el hijo, por una España mejor, a la que nosotros queremos ayudar con una serie de consejos a las futuras madres. Se trata de conseguir una abundancia de hijos, pero entiéndase bien que la cosecha, además de numerosa, ha de ser sana, y para que el fruto no esté contaminado hay que empezar por el árbol» (27).

Con esta preocupación se fundaron un Instituto de Maternología y Puericultura, casas de maternidad, hogares de descanso para las madres y guarderías infantiles. Dentro de la Obra Nacional-Sindicalista de Protección a la Madre y al Niño se reglamentaron los Centros de Alimentación Infantil. Estos estaban encargados de suministrar el alimento preciso a los niños menores de dos años y medio no pudientes. En el artículo 10 del Reglamento se precisaba que se daría preferencia, por este orden: a los huérfanos de guerra; a los hijos y familiares de combatientes; a los procedentes de la zona recién liberada; a los hijos de familias numerosas; a los damnificados por una catástrofe reciente. La carencia de recursos económicos debía acreditarse por la inclusión en las listas de Beneficencia «o caer dentro del concepto de debilidad económica». y este mismo requisito precisaba «toda mujer, cualquiera que sea su estado civil, siempre que note síntomas de embarazo», para acceder a estas consultas.

Otra creación, en principio dependiente de Auxilio Social, fue el denominado Servicio Social de la Mujer. Aunque en un primer momento no era obligatorio, por Decreto de 7 de octubre de 1937 se declaraba al Servicio Social «deber nacional de todas las mujeres españolas comprendidas en edad de diecisiete a treinta y cinco años». Si no obligatorio, era necesario para las mujeres que trabajaban en los servicios públicos o que quisieran obtener una calificación profesional. Terminada la guerra, por el Decreto de 1 de mayo de 1940, se exceptuaba del cumplimiento del mismo, entre otras cosas, por «la muerte violenta del cónyuge, padres o hermanos, producida durante la guerra o revolución nacional, o en ocasión de la Cruzada contra el comunismo, siempre que la solicitante dependiera económicamente del caído y careciera de medios de fortuna».

 

 

 

Leyes sociales y civiles del nuevo Estado

 

Entre las disposiciones legales que llevó a cabo el Nuevo Régimen figuran, dentro de las leyes de tipo social, la promulgación del Fuero del Trabajo, por Ley constitucional del 9 de marzo de 1938, y los Subsidios Familiares de Protección a la Familia, por Ley de Bases de 18 de julio del mismo año.

En el primero se decía que el Estado «prohibirá el trabajo nocturno de las mujeres y los niños, regulará el trabajo a domicilio y libertará (sic) a la mujer casada del taller y de la fábrica». En un artículo publicado en «Y», en abril de 1939, Angel B. Sanz basaba sus comentarios en las disposiciones legales anteriormente mencionadas y llegaba a la conclusión de que la mujer no está hecha para la lucha y que su misión principal se centraba en el hogar. Dirigiéndose a las mujeres añadía:

 

«Trabajarás, sí; el nacional-sindicalismo no admite socialmente a los seres ociosos, pero trabajarás racionalmente, mientras seas soltera, en tareas propias de tu condición de mujer.»

 

La política decididamente natalista de los regímenes fascistas se vio impulsada. más aún en el caso de España, por encontrarse en período de guerra. Así se instauró el subsidio familiar por número de hijos, por lo que, según el comentarista anterior, «de esta manera, mujer, el nacimiento de cada hijo no constituirá para ti una preocupación económica, sino que podrás atenderle dignamente, porque Franco quiere que la vida de las familias españolas se desarrolle en el terreno económico con la máxima dignidad». Y esa dignidad por la que paternalmente velaba Franco, tenía que pasar necesariamente por la Ley de 24 de enero de 1941: «para la protección de la natalidad, contra el aborto y la propaganda anticoncepcionista» .

En lo que a leyes civiles se refiere, hay que apuntar que por la Ley de 12 de marzo de 1938 se derogaba la Ley republicana de 28 de junio de 1932, que consideraba el matrimonio civil como el único válido. También se derogó la Ley de divorcio de 2 de marzo de 1932 por medio de la Ley de 23 de septiembre de 1939 De esta manera, en poco más de un año, el Nuevo Estado echaba por tierra las tímidas reformas que la República había efectuado y que, en aquellos momentos, hubieran beneficiado a muchos hombres y mujeres. Pero estas nuevas disposiciones no fueron las únicas; el camino legal emprendido fue ampliamente desarrollado en los años que siguieron. Y lo que es peor, se cuidó muy mucho de que las leyes no quedaran en letra muerta. La Sección Femenina sería el artífice encargado de mentalizar a varias generaciones de españolas de que su papel en la sociedad era el de la abnegación y el sacrificio y de que ningún derecho o reivindicación les cabía esgrimir en contra.

 

 

 

La victoria nacional: hacia un nuevo tipo de mujer

 

Poco antes de terminar la guerra, en el III Congreso Nacional de la Sección Femenina, celebrado en Zamora el 5 de enero de 1939, se estableció una tercera conclusión que decía: «Que con el fin de facilitar la labor informativa de la Sección Femenina se nos concedan todos aquellos edificios y material que hayan servido para fines relacionados con la mujer en la zona roja y los que en la actualidad haya en la zona nacional » Lo que la Sección Femenina pretendía hacer con esos locales, el tipo de formación que intentaron imponer a la mujer durante casi cuarenta años, queda explicitado de forma suficiente en el discurso que Pilar Primo de Rivera dirigió a Franco en la concentración que tuvo lugar en el castillo de la Mota de Medina del Campo el 30 de mayo de 1939:

 

Pilar Primo de Rivera saluda a un miembro de la juventudes femeninas alemanas (Signal, octubre de 1943)

«. Sólo para festejar vuestra victoria y honrar a vuestros soldados saca la Sección Femenina de sus casas a sus afiliadas. Porque la única misión que tienen asignadas las mujeres en las tareas de la Patria es el hogar.

«Por eso ahora, con la paz, ampliaremos la labor iniciada en nuestras escuelas de formación para hacerles a los hombres tan agradable la vida de familia que dentro de la casa encuentren todo aquello que antes les faltaba y así no tendrán que ir a buscar en la taberna o en el casino los ratos de expansión. Les enseñaremos a las mujeres el cuidado de los hijos, porque no tiene perdón que se mueran por ignorancia tantos niños que son siervos de Dios y futuros soldados de España. Les enseñaremos también el arreglo de la casa y gusto por las labores artesanas y por la música. Les infundiremos este «modo de ser» que quería José Antonio para todos los españoles para que así ellas, cuando tengan hijos, puedan formar a los pequeños en el amor a Dios y en esta manera de ser de la Falange. Y a la vuelta de una generación, por obra de ella, aquel niño que desde chiquitín llevó puesto el uniforme, que entre sus cuentos infantiles oyó la historia de la guerra y del Caudillo y la vida y la muerte de José Antonio, cuando llegue a mayor edad será un hombre cabal y tendrá ya metido dentro de sí este estilo de nuestra revolución. Tan metido que por él no mirará hacia atrás para contemplar lo que hayan hecho sus padres, porque eso ya estará conseguido, y se pondrá de cara al mar para ver qué nuevas cosas hacer.»

 

 

Así pues, si en tiempo de guerra había sido considerado permisible distraer mínimamente a la mujer de sus obligaciones de ama de casa por la consecución de la victoria nacional, en tiempos de paz se la premiaba devolviéndola al hogar del que nunca debe salir. Y esto fue así, no sólo por convicciones ancestrales de tipo ideológico, sino por conveniencias económicas y políticas que casi nunca se manifestaban. La reconstrucción de un país recién salido de una contienda exigía los mil y un sacrificios económicos que sólo la administradora del hogar podía llevar eficazmente a efecto. Pero es que la contienda, además, había tenido un carácter de lucha civil y sus injusticias y desafueros, sus horrores y tragedias eran un aviso para que la población se mantuviera sometida y resignada. Y nadie mejor que la mujer, de espíritu altamente conservador en la mayoría de los casos, para instituirse en árbitro del orden y del conformismo, en instrumento generalmente inconsciente de la represión mental que otros habían sembrado y de la que ella era víctima a su vez.

 

 

       NOTAS

 

(1) Pilar Primo de Rivera: Historia de la Sección Femenina. «Y», septiembre 1938.

(2) «Y», marzo 1938.

(3) Mitin celebrado el 2 de febrero de 1936 en el cine Padilla de Madrid.

(4) «Y», septiembre 1938.

(5) Ibidem.

(6) Discurso inaugural de Pilar Primo de Rivera en el III Consejo Nacional de la Sección Femenina, celebrado en Zamora el 5 de enero de 1939.

(7) E. Jardiel Poncela: Mujeres verdes, mujeres rojas, mujeres lilas, mujeres grises y mujeres azules. «Y», julio-agosto 1 938.

(8) E. Neville: Margarita Nelken o la maldad. «Y», septiembre 1938.

(9) Estatutos aprobados en el Primer Consejo Nacional de la Sección Femenina, reunido en Sala manca el 6 de enero de 1937.

(10) Testimonio oral de Mercedes Sanz Bachiller.

(11) Southworth, H.: Antifalange. Estudio crítico de «Falange en la guerra de España» , de M. García Venero. París, «Ruedo Ibérico», p. 22, 1967.

(12) Circular firmada por la delegada nacional, fechada en Salamanca el 30 de junio de 1937. «Boletín del Movimiento» de Falange Española Tradicionalista y de las J.   O. N. S. 1 de septiembre de 1937.

(13) Alvarez Puga: Historia de la Falange. Barcelona, «Dopesa», p. 194, 1969.

(14) «Boletín del Movimiento», 1 de septiembre de 1937.

(15) Scanlon, G.: La polémica feminista en la España contemporánea (1868-1974). Madrid, Siglo XXI ,p. 317, 1976.

(16) «Boletín del Movimiento», 1 de septiembre de 1937.

(17) Circular fechada en Salamanca el 30 de junio de 1937. «Boletín del Movimiento», 1 de septiembre de 1937.

(18) «Boletín del Movimiento», 1 de septiembre de 1937.

(19) Scanlon, opus cit., pp. 324-325.

(20) «Boletín del Movimiento», 20 de enero de 1939.

(21) «Y», julio-agosto 1938.

(22) Testimonio oral de Mercedes Sanz Bachiller.

(23) Ibidem.

(24) «Boletín del Movimiento», 1 de septiembre de 1937.

(25) Cil. Southworth, opus cit., p. 172.

(26) Scanlon, opus cit., p. 315.

(27) Dr. Luque: Futuras madres. «Y», febrero 1938.

 

 

 
 

LA SECCIÓN FEMENINA EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

 

HISTORIA 16, AÑO v, Nº. 50, JUNIO 1980, ISSN 0210-6353, pags. 45-56

 

MERCEDES GARCÍA BASAURI