Una lectura secular de los Milagros de Berceo y de su vida a la luz de su relación con el cisma episcopal de su diócesis, con el IV Concilio de Letrán y con el Sínodo de Logroño de 1240

Jesús Fernando Cáseda Teresa
I.E.S. Valle del Cidacos Calahorra (La Rioja)

 

 

¿Poeta y soldado?

 

No conocemos muchos datos, por desgracia, documentados sobre Gonzalo de Berceo y muchas veces hemos de dar por buenos los que él nos ofrece en sus obras. Brian Dutton, Domingo Ynduráin, Isabel Uría y otros han ido rellenando algunos huecos pero no son muchas las certezas biográficas que tenemos sobre el poeta8 . Sabemos que pudo nacer sobre 11989 , que murió sobre la década de los sesenta del siguiente siglo —el xiii—, que pudo acudir al Studium Generale abierto por el citado, en sus obras, obispo de Palencia D. Tello Téllez de Meneses y que era clérigo secular y no regular, cuestión que considero de relevancia como luego veremos. Nos consta la existencia de un hermano, clérigo secular como él, de nombre Juan. Apenas contamos con un puñado de documentos donde aparece su nombre en calidad de testigo, relacionado siempre con actos jurídicos realizados por el monasterio de San Millán y donde aparece en calidad de clérigo. Hasta que, hace muy unos años —2002—, el padre agustino recoleto Juan B. Olarte —bibliotecario de San Millán de Yuso— nos sorprendió con un extraordinario descubrimiento. Había encontrado un documento en que figuraba un «Gundissabus michaelis de berceo, miles» en una donación al monasterio de San Millán de fecha 25 de junio de 1212, realizada en Laguardia, en vísperas por tanto de la batalla de las Navas de Tolosa.10

Dicho descubrimiento animó a su autor a escribir un libro titulado Relectura de Gonzalo de Berceo11 que aporta diversas conclusiones sobre el poeta: su carácter de hombre formado en el Estudio General de Palencia y su actividad en la milicia le alejarían de esa idea de hombre ingenuo, rural y poco formado, que se ha venido repitiendo, haciéndolo el padre Olarte miembro de una familia noble, vinculado con el poder real en la lucha contra los moros y muy instruido, con una excelente educación de corte palatina de ascendencia francesa y lombarda. Por desgracia, muy recientemente —marzo de 2018—, el padre Olarte nos ha abandonado y no podrá continuar con sus estimables investigaciones. En el texto encontrado por el padre Olarte se dice así, según la traducción que él mismo realizó del latín y que transcribo en la parte en que aparece Gonzalo Miguéliz:

En el nombre de Dios. Esta es carta de donación y confirmación de la heredad que yo, Diego Álvarez junto con mis hermanas, a saber, doña Teresa y doña Elvira, y con los hijos de doña Toda, nuestra hermana, para remedio de nuestras almas y de las de nuestros parientes hacemos a Dios y a los bienaventurados confesores Millán y Felices, y a ti, el abad Juan, y a todo el convento de la misma iglesia para todos los siglos. Amén. Así pues, donamos y confirmamos toda cuanta heredad tenemos en Elciego (salvo la parte que corresponde a Lope Álvarez, nuestro hermano) con sus tierras, viñas, pastos, collazos, desiertos y poblados con sus entradas y salidas y con un molino y su canal en Tronco Negro, al pie de nuestra finca, para que sirvan a los santos Millán y Felices por todos los siglos. Amén. […] De esto son testigos: Fortún Jiménez de Quintanilla, caballero. Gonzalo Miguéliz de Berceo, caballero. […] Carta hecha en la era de 1250, a siete días de las kalendas de julio.

No obstante, el profesor Antonio M. Rodríguez ha planteado algunas dudas y ha expresado ciertas reticencias sobre la formulación de las ideas básicas del libro del padre Olarte antes citado. A este respecto, señala que «Gundissalvus Michaelis de berceo, miles» puede muy bien ser otra persona, todo lo desconocida, hasta ahora, que se quiera. Nada hay que se oponga a ello»12. En verdad, entiendo la emoción del padre Olarte al imaginar a nuestro clérigo como poeta soldado precervantino o prefigurando al mismo Garcilaso de la Vega, también poeta y soldado, una vez hallado dicho documento.

Por mi parte, he descubierto quién pudiera ser dicho soldado, de nombre Gundissalvus Michaelis a que se refiere y se ha hecho buena, por desgracia, la precaución de Antonio M. Rodríguez. Se trata de un miembro de la familia vasca de los Acha, del barrio de Acha en el valle de Llodio. Sabemos que éste —de nombre Gonzalo de Michaelis y su hermano Suero de Acha— «vendieron a la Orden de Santiago y a su Maestre, Sancho Fernández, de parte de su tía Elvira Sánchez, una heredad que les pertenecía en Poz-Antiguo y Pedrosa. Esta venta consta en una escritura que se conserva en el Archivo de Uclés»13. Varios miembros de esta familia se distinguieron como soldados en las Cruzadas y acompañaron a Lope Díaz de Haro en muchas de sus empresas militares.

Esta familia tuvo un marcado carácter militar, ya incluso desde el siglo ix. Más tarde, algunos de sus miembros lucharán con los reyes católicos contra el reino nazarí. En la actualidad sus descendientes ostentan el título del marquesado de Acha.

Mucho me temo, por tanto, que dicho soldado al que alude el padre Olarte es el mismo al que me vengo refiriendo, miembro de esta familia de los Acha, que nada tiene que ver con nuestro clérigo. No resulta poco curioso el hecho de que en la donación a que alude el padre Olarte se haga referencia a una doña Elvira, la cual aparece también en el documento que he citado con anterioridad («doña Elvira Sánchez») de la venta realizada por Gonzalo de Michaelis y su hermano Suero de Acha.

Ahora bien, quizás no deberíamos echar en saco roto un posible origen noble de Gonzalo de Berceo, pues desde el primer documento en que consta la referencia a él aparece con el «don», como reflejo en la tabla del siguiente apartado. Según Jaime de Salazar y Acha para tal tratamiento —«don»— en la Edad Media, «su uso se va popularizando entre los ricos-hombres y se hace común entre ellos alrededor de 1210».14 3

[...]

 

4.– El «cisma» episcopal en la diócesis de Calahorra en el siglo xiii

 

En los primeros años del siglo xiii el monasterio cluniacense de Santa María la Real de Nájera y algunas parroquias alavesas se sublevan contra el obispo de Calahorra a causa de su lamentable situación económica21. Deciden entonces los monjes apoderarse de algunas propiedades episcopales y los clérigos de las parroquias alavesas —incitados a su vez por la familia de los Haro— se niegan al pago de tributos al obispo, entonces Juan García. La situación se va deteriorando de tal manera que, finalmente, el obispo decide viajar a Roma a la búsqueda del apoyo papal produciéndose allá su muerte en 1216. La situación de interinidad fue mucho mayor de lo esperado, pues no será hasta tres años después —1219— y tras muchos debates y conflictos, cuando una parte del cabildo catedralicio calagurritano nombró por fin a un sucesor, el deán Rodrigo Basín22. No obstante, el resto de los canónigos se sintieron olvidados por no haberse tenido en consideración su opinión ni haber podido votar, y elevaron una protesta ante el papa Honorio III, el cual invalidó el nombramiento. Reunido de nuevo el cabildo, se decidió por mayoría nombrar a Guillermo Durán, prior de Tudela y arcediano de Álava. Sin embargo, y estando presentes los delegados papales, éstos últimos advirtieron que tal nombramiento era inválido por tener dicho Guillermo Durán varias sentencias de excomunión23

A partir de ese momento, se produce un claro enfrentamiento entre los partidarios de Rodrigo Basín y los de Guillermo Durán, llegando a ser la situación tan escandalosa que llegó a oídos del papa Honorio III que pidió al arzobispo de Toledo, el navarro Rodrigo Jiménez de Rada24, hombre de arrestos, que eligiera a uno de los dos. Sin embargo, éste decidió el nombramiento de una persona de su confianza, el deán de la catedral de Toledo, Juan Pérez de Segovia.

La situación a la llegada de Juan Pérez de Segovia a la diócesis, tal y como la encontró, era esperpéntica: dos obispos apoyados por dos facciones, rebelión en las parroquias alavesas y también en Nájera. Éste es el ambiente que vivió entonces el clérigo Gonzalo de Berceo. No obstante, la situación en San Millán todavía no se ha deteriorado y se sigue comprando tierras hasta la llegada del obispo electo por el arzobispo de Toledo, don Juan Pérez de Segovia. Todo cambiará a partir de ese momento, justo cuando desaparecen las noticias de nuestro clérigo. El nuevo obispo Juan Pérez de Segovia es hombre que ha de luchar constantemente durante los primeros años contra las dos facciones que no lo reconocen. El carácter de su nombramiento —impuesto y no nombrado— lo hace acreedor de un rechazo unánime. La situación empeora todavía más cuando Juan Pérez excomulga a Diego López de Haro y libera a sus súbditos del deber de obediencia e incluso los delegados papales excomulgan a los clérigos de Nájera: la situación es realmente explosiva. Añádase a ello la solicitud del obispo Juan Pérez de los tercios que le adeuda el monasterio de San Millán y nos daremos cuenta de la situación que llegó a vivir entonces la diócesis calagurritana.

El nuevo obispo, apercibiéndose de la condición levantisca de la familia Haro y de los monasterios de Nájera y de San Millán, solicita al papa el traslado de la sede episcopal a Santo Domingo, bajo la excusa de que es lugar de más comodidad que Calahorra, a lo que éste accede en 1232. La verdadera causa: deseaba estar en el centro de la rebelión para acallarla. Pero la situación se vuelve cada vez más insoportable para todos. Con el traslado a Santo Domingo de la Calzada, Diego López III de Haro expulsa al obispo D. Juan Pérez, y éste reacciona con nuevas excomuniones a aquél y a muchos clérigos de la región. ¿También, quizás, a Gonzalo de Berceo? No lo sabemos, pero intuimos una toma de postura favorable a los intereses de San Millán y de su monasterio, pese a su condición de clérigo secular. En cualquier caso, la situación personal no debió de ser muy cómoda, habida cuenta de que su dependencia del obispo le obligaba a obedecer, pese a que su condición entonces era —en 1221— de diácono y todavía no de presbítero, tal y como aparecerá a partir de 1237.

Como señala Elena Catalán:

La resistencia a acatar la autoridad del obispo junto a los abusos cometidos en los territorios del norte diocesano por la familia López de Haro, titular del Señorío de Vizcaya, indujo al obispo, Don Juan Pérez de Segovia, a solicitar de Roma el traslado de la sede episcopal a Santo Domingo de la Calzada más próxima a la zona en conflicto. En 1232 el papa accedió a esta petición provocando una violenta reacción en los señores de Vizcaya que invadieron la villa y secuestraron los frutos del obispo y del cabildo. Después de tres años de lucha hubo de abandonarse el proyecto, aunque Santo Domingo continuaría conservando el título de catedral con todos los derechos.25

 

5.– Gonzalo de Berceo, los Milagros y la palabra obispo y sus derivadas

 

Si hay una palabra, y sus derivadas, que se repite en los Milagros de Nuestra Señora, ésa es bispo, obispo o arzobispo. La documento setenta y dos veces en la obra, y de forma bastante regular a lo largo de la misma, aunque cierto es que se repite en mayor número en los milagros cuyo protagonista tiene condición clerical. Es un aspecto relevante puesto que son muchos los milagros en los que aparece, y es algo en lo que la crítica no ha reparado, o al menos yo no he sabido ver. En cualquier caso, los Milagros de Nuestra Señora han de estudiarse desde dos puntos de vista muy diferentes. El primero, el puramente doctrinal, en el que no voy a insistir y en el que han trabajado muchísimos investigadores y estudiosos de este aspecto de la obra. Pero hay una segunda lectura que tiene que ver con la condición de clérigo y su oficio en la primera mitad del siglo xiii, especialmente con el carácter secular del mismo. Se ha extendido una idea de clérigo absolutamente vinculado con el monasterio de San Millán, al punto de convertirlo en el imaginario, equivocadamente, en un monje, en un benedictino más. Quizás tampoco deberíamos verlo bajo la apariencia, tantas veces difundida, de clérigo de pueblo ajeno a los grandes movimientos de su siglo, el xiii, momento de importantes cambios en el estado de la clerecía. Los Milagros son, a este respecto, prueba evidente de lo que vengo diciendo.

Una de las primeras novedades que trajo el siglo xiii fue el IV Concilio de Letrán (1215)26, que cambiará muchísimas cosas, especialmente relacionadas con la forma de vida de los clérigos. En él se trató de limitar el crecimiento de las órdenes monásticas, favoreciendo a su vez al clérigo secular. Pero, del mismo modo, se trató de poner freno a muchas licencias que comenzaron a considerarse excesivas en la vida de muchos de éstos, especialmente en los pueblos: su falta de formación a todos los niveles, la vida licenciosa de muchos de ellos (alcoholismo, vida sexual libertina, simonía, robo de bienes de la iglesia, etc.). Es el IV Concilio de Letrán el primero que desarrolla, con mucha mayor amplitud que antes, todo un catálogo de previsiones y obligaciones de los clérigos. La reforma moral que impone el IV Concilio de Letrán convierte a los obispos en los encargados de velar por ello y les dota del poder de corrección necesario. Ahí está la razón de la presencia del obispo como figura importantísima dentro de los Milagros de Gonzalo de Berceo. Según el concilio lateranense, el obispo velará por la «incontinencia clerical», obligando a hacer un uso «legítimo del matrimonio» (con prohibición expresa del habitual «matrimonio clandestino»), tratando de reprender la embriaguez y glotonería de algunos clérigos, persiguiendo la falta de decoro en el vestir, o la avaricia de muchos de ellos, la venta de reliquias de santos y velando para que se protejan las propiedades eclesiásticas. Los obispos, muy reforzados en su poder, procurarán que se paguen los diezmos antes que los impuestos (de ahí la animadversión de Gonzalo de Berceo contra los merinos) y se deberán de ocupar de que los abades monásticos no invadan la oficina episcopal, limitándoles muchas de sus peticiones y solicitudes de prerrogativas. Del mismo modo, el concilio en sus constituciones atacaba a los judíos y la usura —habitualmente ejercida por ellos— solicitando al poder real que no pudieran ejercer cargo público de ninguna clase, e insistiendo en la necesidad de vigilar que los conversos no siguieran practicando sus ritos religiosos, y que los no conversos no aparecieran en público haciendo ostentación de su condición.

El IV Concilio de Letrán atribuye también a los obispos poder «indagatorio» en sus diócesis, encargándose de atender cualquier denuncia y procediendo a reprender las conductas desviadas. Este enorme poder conferido a los obispos lo vemos reflejado en los Milagros de Gonzalo de Berceo. Pero todavía dicho concilio, en sus primeras constituciones y decretos, señalaba algo muy importante y que explica la lectura doctrinal de la obra del escritor de Berceo: la cerrada defensa que lleva a cabo de Pedro Lombardo —frente a la tesis del abad Joaquín— sobre el misterio de la Trinidad. Dicha concepción refuerza sin duda una concepción mucho más clara a efectos doctrinales, que irá de la mano de un impulso de la figura de la Virgen María, muy favorable en este aspecto a la tradición mariana de muchos monasterios.

En los Milagros de Berceo aparecen clérigos concubinarios, abadesa preñada, clérigos fornicarios, monje «mal ordenado», etc. Sabemos que incluso Alfonso X en sus Partidas tuvo que amonestar el mal uso que hacían los clérigos de sus prendas, pues llegó punto en que llegó a causar escándalo en la propia corte27. A este respecto, diversos concilios prohibieron el uso de colores vivos y la ostentación en la apariencia, reclamándose mayor recato y moderación en el vestir. Resulta a este respecto bastante irreal la representación que habitualmente se suele hacer en la iconografía que representa actualmente al clérigo Gonzalo de Berceo, que muy probablemente nunca llevó el hábito monástico de los benedictinos, sino calzas negras, birrete negro y traje oscuro.

En relación a la presencia de los obispos en los Milagros, son tres los que aparecen, contemporáneos del escritor. El primero, el obispo de Palencia y fundador del Studium Generale, primero de España, al que ya me he referido, don Tello Téllez de Meneses:

Nin ardió la imagen nin ardió el flabello,
nin prisieron de danno quanto val un cabello;
solamiente el fumo non se llegó a ello,
ni’l nució más que nuzo yo al obispo don Tello. (Beltrán, 1983:63)

El segundo obispo contemporáneo, al que no da nombre propio, es el de Ávila:

Por del bispo de Avila se es él aclamado,
clamóse por su clérigo e de su obispado;
judgar ageno clérigo por leï es vedado,
podría yo por ello después seer reptado. (Beltrán, 1983:130)

Probablemente se refiera al obispo Domingo Dentudo, que lo fue de Ávila entre 1213 y 1239, miembro de la influyente familia de los Dávila, fundamental en la vida de la ciudad castellana durante el siglo xiii y sucesivos28.

Obsérvese que Berceo alude a la «ley» y sus prohibiciones, y se refiere asimismo a las competencias territoriales: a un clérigo solo lo puede juzgar el obispo de su diócesis. La presencia del verbo juzgar es, a este respecto, constante en los Milagros, así como la familia léxica del sustantivo «pleito» que localizamos muchas veces. La obra de Berceo se configura así como una suerte de guía jurídica para clérigos de la diócesis calagurritana. El hecho de que Berceo conozca tan bien la ley a que alude y la circunstancia de que la circunscriba a la diócesis —calagurritana en su caso— nos tiene que hacer reflexionar sobre un aspecto importante: ¿qué regulación tiene ésta en la época en que escribe Berceo? Para responder a tal pregunta es precioso avanzar un poco más y referirnos al nombre de un tercer obispo que aparece en los Milagros: el obispo Jerónimo.

 

 

6.– El obispo Jerónimo Aznar López de Cadreita

 

 Jerónimo Aznar López de Cadreita fue durante diez años racionero de la catedral de Calahorra, en el periodo de 1228 a 1238, sustituyendo luego al fallecido obispo Juan Pérez de Segovia a que me he referido con anterioridad, que había sido nombrado por el arzobispo de Toledo y que se ganó todo tipo de animadversiones. No olvidemos a este respecto un no pequeño detalle: el primer milagro se localiza precisamente en Toledo, lugar donde situamos al arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, hombre fundamental en la relación de la iglesia con los reyes castellanos y en la Reconquista, de orígenes navarros y que impuso como obispo a Juan Pérez de Segovia en la diócesis calagurritana. El nuevo obispo —don Jerónimo Aznar— es hombre de la diócesis, mucho más cercano a los clérigos de la región y que gozó del favor del cabildo y de gran parte de sus compañeros, a diferencia de lo ocurrido con Juan Pérez de Segovia, impuesto por el arzobispo toledano. En el milagro de Teófilo, Berceo nos muestra el proceso de elección de un obispo de esta manera:

Los pueblos de la tierra, toda la clerecía,
todos diçién: «Teófilo aya la bispalía,
entendemos qe yaze en él la mejoría,
él conviene qe aya la adelantadía.»

Embïaron sos cartas al metropolitano
por Dios que de Teófilo non mudasse la mano;
ca esso tenién todos por consejo más sano,
lo ál serié ivierno, esto serié verano.

Embïaron por elli los del arzobispado,
dissiéronli: «Teófilo, prendi esti bispado,
ca todo el cabillo en ti es otorgado,
e de todos los pueblos eres tú postulado.»(Beltrán, 1983:133)

Y, como aspecto no poco curioso, en otro milagro aparece el nombramiento de un obispo, de Pavía en Italia esta vez, de nombre Jerónimo. La referencia por tanto al nombre del electo obispo de la diócesis calagurritana no puede ser casual. Tampoco para los clérigos de su tiempo que leyeran —u «oyeran»— el milagro de Gonzalo de Berceo donde aparece dicho obispo de nombre Jerónimo de esta guisa:

En essa cibdat misme avié un buen christiano,
avié nomnre Jerónimo, era missacantano;
fazié a la Gloriosa servicio muy cutiano,
los días e las noches, ivierno e verano.

Finó por aventura el bispo del logar,
non se podién por nada en otro acordar;
tovieron tridüano, qerién a Dios rogar,
que Elli lis mostrasse quál deviessen alzar. (Beltrán, 1983:60)

En este milagro es la propia Virgen María la que facilita que Jerónimo llegue a ser obispo, hombre de excelentes cualidades, al que eligieron los clérigos de su diócesis resultando de razonables criterios. En palabras de Gonzalo de Berceo:

Fue mucho buen obispo e pastor derechero,
león pora los bravos, a los mansos cordero;
guïava bien su grei non como soldadero
mas como pastor firme que está bien façero.

Guïóli su fazienda Dios nuestro Sennor,
hizo buena la vida, la fin mucho mejor;
quando issió d’est sieglo fue al otro mayor,
guïólo la Gloriosa, madre del Crïador.

Madre tan pïadosa
siempre sea laudada, siempre sea bendicha e siempre adorada,
qe pone sus amigos en onrra tan granada,
la su misericordia nunqua serié asmada. (Beltrán, 1983:61)

Jerónimo Aznar López de Cadreita será obispo de la diócesis calagurritana hasta 1262 y abarcará por tanto su gobierno diocesano la última parte de la vida de Gonzalo de Berceo, precisamente en la que escribe los Milagros. La referencia a la elección tan pacífica y consensuada a que he aludido, tal y como aparece en la obra, y la curiosa –en ningún caso accidental- presencia del nombre del obispo Jerónimo —de Pavía— ha de tener una lectura contemporánea situada en la diócesis calagurritana, por tanto. Los Milagros no son solo una obra de exaltación religiosa, como vengo diciendo, sino también una referencia constante a la situación de la diócesis de Calahorra en su tiempo.

El obispo Jerónimo Aznar López de Cadreita, en efecto, fue un excelente obispo autor de dos grandes obras. En primer lugar, fue el promotor del Sínodo de Logroño (1240) que intentó poner orden en la diócesis siguiendo los dictados del IV Concilio de Letrán a que he aludido (1215). Dicho sínodo no fue continuación del de su antecesor, tal vez el pri-mero de la época bajomedieval, de Juan Pérez, uno de los primeros de España, y del que no se conservan documentos, sino que en realidad fue absolutamente novedoso en sus constituciones30. Pero también fue el autor de una obra excelente a todos los niveles, su Noticia geográfica-histórica de la diócesis en que repasan una por una todas las localidades de la diócesis, estableciendo un preciso catálogo de su estado y de su historia. Hombre por tanto más atento a sus obligaciones pastorales, más cercano a los pueblos que su antecesor, durante su largo obispado sin duda fue visto con buenos ojos por Gonzalo de Berceo y por los levantiscos de la Rioja Alta. Pero es preciso profundizar en el importante Sínodo de Logroño de 1240 que sin duda marca de manera importante la temática y buena parte del contenido de los Milagros de Berceo. Disponemos a esta fin de las constituciones del mismo entre la Colección diplomática medieval de La Rioja editada por el Instituto de Estudios Riojanos31 y resultan muy jugosas puestas en relación con la obra de Berceo.

 

 

7.– El sínodo de Logroño de 1240

 

a) Las constituciones y un tema fundamental: el concubinato clerical

El Sínodo de Logroño de 1240 se conformó estando presente el obispo Aznar, los abades de San Millán, Valvanera y los del Císter, Herrera y San Prudencio, el prior de los predicadores de Burgos y los frailes menores, el de Nájera y los arcedianos de Cameros, Nájera, Álava y Berberiego. Ya desde un principio se refiere dicho sínodo a que «ninguno de los penitenciarios non sea concubinario, e esto mandamos de la constitución del legado». Y que aquellos que supieran de clérigos que «biven en mala vida de sus parrochianos que los accusen a los arcidianos o a nos». Luego insiste en que «non vivan con concubinas et deffendemos les so pena de las ordenes e de los beneficios que non moren públicamente con ellas en sus casas nin en las agenas, e aquel que la toviere peche LX solidos». El sínodo logroñés, por tanto, apuesta por la línea lateranense. Más adelante, señala que «a los prestes e a los otros clérigos comunalmente que non trayan pannos bermeyos nin viados nin de verde claro», obligando a vestir con capas cerradas y zapatos cerrados sin cuchillos «nin jueguen públicamente a dados nin osen en taberna si non fuere via andantes».

El sínodo se organiza en LI constituciones que siguen y adecúan a la diócesis lo ya establecido por el IV Concilio de Letrán. Especialmente relevante es la XXXIII que establece que

los prestes e todos los otros clérigos que han fijos que los fagan iurar que nunca sean contrarios del obispado de Calahorra nin de la iglesia en dicho nin por fecho, nin por consejo, e a los que esto non quisieren prometer e iurar a los que son oy e que son por nascer si por ventura algunos fijos ovieren mandamos lis que non piensen dellos de crear ni hereden en lo suyo de los clérigos fasta que iuren.33

Obsérvese la prevención que realiza sobre los hijos de los clérigos, con un llamamiento especial a los mismos: A tal punto había llegado el número de hijos habidos por los miembros del establecimiento clerical. Hoy en día contamos con diversos estudios sobre el concubinato en la diócesis calagurritana, entre otros el de Juan Robert Muro Abad, de la Universidad del País Vasco, quien tras realizar un trabajo de análisis de la situación en la diócesis concluye:

Las formas de vida del clero dependiente del obispado calagurritano no difieren esencialmente de las observadas por los clérigos contemporáneos de la península ibérica y del occidente europeo. La existencia de una cultura clerical más o menos homogénea y unificada, de la que participan todas las gentes de religión en el occidente cristiano, es un hecho difícil de impugnar. Algo similar podemos afirmar tras el análisis interno del clero de la diócesis de Calahorra; si atendemos a la documentación utilizada se puede constatar un similar nivel de incumplimiento general de las normas referentes a las normas de castidad.34

El sínodo logroñés señala a este respecto que

E porque alguno de los clerigos de nuestro obispado fallaban achaque de non se partir de las concubinas, porque dezian que las habian juradas, Nos, por toller aquel achaque mandamos que si ante que fueren ordenados las iuraron por raçon de casar con ellas, que pierdan los beneficios de las iglesias e la execution e biuan con ellas e los otros que las iuraron, despues que fueron ordenados de epistola, mandamos que las dexen e que fagan penitentia de la iura loca que finieron ca tal iura non val nada. (CDH, 1989:127)

Si tomamos como modelo de comparación el de la vecina diócesis navarra de Pamplona, encontramos —según Roldán Jimeno Aranguren— que «todavía a finales del siglo xiii, existía el matrimonio de clérigos en la diócesis de Pamplona, que, por otra parte, parecía un derecho protegido por los reyes y expresamente reconocido por los papas»35. De hecho, y como señala Roldán Jimeno, «llama la atención el elevado número de casos atestiguados (un total de 420 en 197 pueblos: 116 rectores, 237 porcioneros y 67 capellanes)», cifras correspondientes a finales del siglo xiii. El fenómeno es por tanto de dimensiones muy importantes y no son extrañas las constantes llamadas de atención en sínodos y concilios al respecto.

Gonzalo de Berceo, clérigo secular, conoció sin duda la situación personal de muchos otros clérigos como él. ¿Quizás él también, cuando era joven, había convivido o se había llegado a casar, habiendo llegado a tener hijos? No lo sabemos, pero no sería nada extraño. El relato de los Milagros no puede perder de vista esta evidente realidad y probablemente el factor que determinó su escritura fue, sin duda, el sínodo logroñés de 1240. Su reacción no es la del arcipreste de Hita un siglo después, Juan Ruiz, en su Libro de Buen Amor; o la del otro arcipreste, el de San Salvador, en el Lazarillo de Tormes, casi trescientos años más tarde de los Milagros de Berceo, que parece se entiende con su criada y actual esposa de Lázaro de Tormes. Gonzalo de Berceo es ya un hombre en una edad entre la madurez y la vejez, que ahora escribe una obra —los Milagros— que son un indudable testimonio a favor del nuevo obispo D. Jerónimo Aznar, de quien tal vez busca algún parabién. No olvidemos a este respecto una cuestión de, quizás, alguna importancia: el obispo prepara una importante ampliación de miembros del cabildo que el papa Inocencio IV aprueba desde Lyon con fecha de 30 de abril de 1247:

Cum sicut ex parte vestra fuit propositum coram nobis, redditus ecclesie vestre, in qua certus est canonicorum et portionariorum numerus iuramento vallatus, adeo sint, per Dei gratiam, augmentari ut merito illum exigant adeugeri, nos vestris su
licationibus inclinati ampliandi numerum ipsum, non obstante iuramento predicto, prout pensatis eiusdem ecclesis facultatibus expediré videritis, auctoritate bobis presentium concedimus facultatem36

Dicha ampliación es definitivamente aprobada en cuanto a número de canónigos y porcionarios, su asignación económica, modo de elección, residencia y otras cuestiones con fecha de 29 de octubre de 1254 en Perusa por el papa Inocencio IV, confirmando las dadas por el cardenal Gil Torres para la diócesis calagurritana

El tono general de la obra, tan favorable a las disposiciones del obispo D. Jerónimo, es harto sospechoso de que, tal vez, escondía algún interés que animara su escritura por Gonzalo de Berceo, cuestión de difícil prueba.

 

b) La formación de los clérigos en la diócesis calagurritana

El Sínodo de Logroño de 1240 insiste en la necesidad de que los clérigos tengan una buena formación, algo que también reclama Berceo en su conocido milagro del clérigo ignorante. Se dice así en el texto de Logroño:

Mandamos que a los clérigos que quisieren ir a escuelas, que vayan con licencia del obispo e que vayan a escuelas generales así como a Bolonia o a París o a Tolosa o a Calahorra e aquel den su ration del annal por tres annos e a cabo de tres annos que torne e si viéremos nos que bien aprovecho dar lemos licencia de yr e si non aprovechare bien mandaremos que finque; empero salvo todo el derecho de aquellos que van a Theología e de los otros que van de las eglesias catedrales que fueren a otras escuelas. (CDH, 1989:127)

Llama la atención el silencio sobre los estudios palentinos, de alguna manera subsumidos en la genérica alusión a «escuelas generales». ¿La causa? La situación de declive, próximo ya su final, en que debían de encontrarse para aquellas fechas –1240-, después de un inicial comienzo de cierto apogeo intelectual. El citado arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada se refirió a ellos en su De rebus hispaniae (1243) señalando las dificultades en que se hallaban por entonces37, pese a los intentos del obispo Tello Téllez de Meneses por reanimar el centro palentino. Dicho obispo fallece seis años después del Sínodo logroñés, en 1246, y tras ello el final de su obra será inevitable38.

En los Milagros de Berceo, el tema de la falta de preparación de los clérigos aparece desarrollado especialmente en el citado del clérigo ignorante, cuyo protagonista pierde inicialmente su condición clerical tras intervenir el obispo de la diócesis, aunque luego la mediación de María hace que el obispo se la reintegre.

Brian Dutton, Isabel Uría y varios investigadores han insistido en la circunstancia de que Berceo pudo estudiar en Palencia, probablemente después de 1221 en que desaparece de los documentos del monasterio de San Millán. Añaden la circunstancia de que en la introducción a los Milagros se arrogue la condición de maestro: «yo, maestro Gonçalvo de Verceo nomnado». Domingo Ynduráin insistió en que tal condición debía referirse más bien a «maestro de confession» como aparece en la obra del clérigo riojano39. En los Milagros figura en diversas ocasiones el término maestro, además de la señalada:

1.– él que crió tal cosa maestro fue anviso (sinónimo de ‘hábil’) (Introducción)
2.– es de toda nemiga maestro sabidor (sinónimo de ‘inteligente’) (Milagro VIII)
3.– Maestrólos el bispo, udió su confessión (en forma verbal) (Milagro XVII)
4.– El maestro al monge, fecha la confessión (en la forma de ‘maestro de confesión’) (Milagro XX)
5.– mandó’l poner a letras con maestro letrado (en su forma académica o letrada) (Milagro XXI)
6.– desarró el maestro que la nave guïava (sinónimo de ‘capitán de nave’) (Milagro XXII)

La voz maestro, por tanto, se emplea por Berceo en diversas acepciones que guardan relación entre sí por significar en todas ellas ‘amplios conocimientos’, pero no necesariamente en el sentido que actualmente le damos, sustentado en un título de idoneidad de soporte institucional. A este respecto, quizás el verso de Berceo lleva a la confusión cuando incluye en término «nomnado» que puede tener un doble significado. Puede referirse al ‘maestro llamado Gonzalo de Berceo’, en cuyo caso estaríamos más cerca de las tesis de Dutton y Uría. Pero también se puede referir al ‘nombrado maestro Gonzalo de Berceo’, en cuyo caso, tratándose de un nombramiento de una potestad, estaría más cerca del sentido de ‘maestro de confesión’, no amparado por título de ninguna clase sino por una designación personal.

En cualquier caso, es indudable que la preparación de Gonzalo de Berceo excede en mucho a la de muchos clérigos de su tiempo. El abanico formativo que abre, no obstante, el Sínodo de Logroño de 1240 es muy amplio e incluye no solo los Estudios Generales, sino también la formación en el extranjero (París, Toulouse y Bolonia) y asimismo la escuela de Calahorra. La profesora Andréia Cristina Lopes Frazão da Silva40 se ha referido también a sus posibles estudios en Calahorra, habida cuenta de su condición de clérigo secular. Pero ello no deja de ser una suposición que precisa pruebas documentales a todos los efectos.

 

 

c) El poder episcopal sobre los mandatos monacales. Y la promoción de la Virgen María por el Sínodo de 1240

 

El Sínodo de Logroño insiste en la prelación de las órdenes episcopales sobre los mandatos de los priores monásticos y de las órdenes monacales. En la constitución XXVIII se hace constar lo siguiente:

[…] et mandamos a los clérigos de nuestro obispado en virtut de obediencia que cada uno por su lugar que lo demanden a los monges por tal que el derecho de sus eglesias non se pierda e si alguna avenencia sobresto fizieren e ovieren fecha con los monges sin mandamiento del obispado de Calahorra mandamos que non vala. (CDH, 1989:128)

Quizás por ello en algunos momentos el poder episcopal resulta comprometido en la obra de Gonzalo de Berceo. Recordemos el citado milagro del clérigo ignorante, en que la Virgen recrimina al obispo con dureza su actitud:

Díxoli brabamientre: «Don obispo lozano,
¿contra mí por qué fuste tan fuert e tan villano?
Yo nunqa te tollí valía de un grano,
e tú hasme tollido a mí un capellano.

El qe a mí cantava la missa cada día,
tú tovist que facié yerro de eresía;
judguéstilo por bestia e por cosa radía,
tollistili la orden de la capellanía. (Beltrán, 1983: 46)

El escritor riojano trata, por tanto, de limitar el poder del obispo señalando que, por encima del poder temporal, está el divino. A este respecto, hemos de valorar un dato relevante: el Sínodo de Logroño establece un calendario anual de fiestas «de guardar» entre las que aparecen varias relacionadas con la Virgen María:

En el mes de febrero: Purificatio Sancte Marie
En el mes de março: Anuntatio dominica ulus […] Sancte Marie
En el mes de agosto: Assumptio beate Marie
En el mes de septiembre: Nativitas Sancte Marie
Item in mense decembris: Conceptio beate Marie (de mano tardia)(CDH, 1989: 131)

Esta abundancia de festividades marianas, con cinco, es muy ilustrativo del desarrollo del culto a la Virgen promocionado desde el poder eclesiástico, y especialmente —como estamos viendo— por sínodos y concilios. Gonzalo de Berceo, por tanto, no hace otra que trasladar a su obra lo que el propio Sínodo de Logroño en 1240 está ya, de facto, llevando a cabo. Por ello, en la génesis de los Milagros de Berceo encontramos, una vez más, un impulso sinodal o conciliar que explica su propia existencia.

[...]

 

Una lectura secular de los Milagros de Berceo y de su vida (texto completo en PDF)

 

 

 

(Imagen de portada extraída de cantoral del Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla, La Rioja)

 

 

 
 

 

Una lectura secular de los Milagros

de Berceo y de su vida 

Jesús Fernando Cáseda Teresa