Arado romano. Recuperado y expuesto en la villa de Agés (Burgos)
 
 

 

         Traemos  a esta Biblioteca Gonzalo de Berceo, las primeras setenta páginas de la Memoria para optar al grado de doctor presentada por José Luis Bermejo Cabrero, titulada


ECONOMÍA Y HACIENDA A TRAVÉS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA: DE BERCEO A CERVANTES


bajo la dirección del doctor José Ignacio Díez Fernández, en la Facultad de Filología (Departamento de Filología Española II) de la Universidad Complutense de Madrid.

         Seguidamente exponemos el índice de este capítulo.

 

 Introducción general

A. UN REPASO SECTORIAL A LOS TEXTOS LITERARIOS EN SU VERTIENTE ECONÓMICO-HACENDÍSTICA

I. Aportaciones medievales

1. El sector primario de la economía a partir del mester de clerecía con planteamientos críticos sobre la situación menesterosa de los campesinos

2. La adquisición de riqueza por las armas en un marco feudovasallático: de la épica al romancero

3. Trasfondo económico de relatos breves y literatura sentenciosa

4. Breve aproximación a prosistas aleccionadores y pensadores políticos

 

Texto completo de la tesis doctoral

 

 

 

 

Introducción general.

 

A pesar de la importante relación o conexión que mantiene la literatura con el ámbito económico y hacendístico de su época, no siempre se ha investigado en España en semejante dirección con suficiente rigor e intensidad, como no sea a través de algunas novelas decimonónicas o en obras de mayor fama y difusión, al contrario de lo sucedido en otros países de nuestro entorno europeo. El tema nos tentó desde un principio para una posible tesis doctoral en esta Facultad, a pesar de nuestra predisposición inicial a ocuparnos de materias en las que veníamos trabajando desde hace años más directamente como sucede con todo lo relacionado con el mundo político e institucional. La reciente presentación de nuestro DEA en la Facultad de Ciencias Económicas nos dio impulso para ocuparnos de una materia tan atractiva como compleja y dificultosa. Y el visto bueno de nuestro director de tesis nos sirvió de acicate para entrar de lleno en el tema a través de unas fuentes que veníamos manejando desde tiempo atrás.

Contábamos, pues, en principio para salir airosos en semejante aventura -toda investigación tiene un componente aventurero bien característico- con muchas lecturas a nuestras espaldas, aunque siempre realizadas desde una perspectiva distinta a la que intentábamos ahora tratar de ensayar.

Durante un tiempo tuvimos serias dudas sobre si centraríamos nuestro trabajo en un sector concreto, acotado cronológicamente de manera operativa, o en un determinado autor; o ver si, por el contrario, convenía hacer extensiva nuestra investigación hacia sectores de mayor amplitud cronológica. Al final nos decantamos por esta última opción, bajo la idea de centrarnos en la etapa moderna de nuestra literatura hasta llegar a la figura señera de Cervantes, ya que a partir de entonces los datos al respecto eran mejor conocidos y no hacían más que multiplicarse, como ya demostrara, Noel Salomon en sus trabajos sobre el campesinado en Lope de Vega. Pero, conforme avanzaba nuestro trabajo -y en conformidad, como siempre, con nuestro director-, pudimos comprobar que resultaría provechoso lanzar una mirada sobre los antecedentes bajomedievales para poder apreciar el grado de continuidad existentes o los posibles contrastes que se pudieran surgir entre unas y otras épocas, siquiera fuera en forma selectiva o, si se quiere, mediante un cierto grado de aproximación.

Todo ello significaba que tendríamos que prescindir en principio de aquellos sectores literarios que ofrecieran indicios de escasa información económica-hacendística, como pudiera ser todo lo relacionado con los libros de caballería o con diversas manifestaciones de la poesía lírica.

A su vez, nuestro trabajo quedaría dividido en dos grandes apartados. Primero iríamos buscando, por distintos ámbitos literarios, datos y referencias de una cierta significación sobre los aspectos aquí analizados. Mientras que, en un segundo apartado, centraríamos nuestra atención más directamente en el plano económico-hacendístico con planteamientos conceptuales convenientemente diferenciados.

Conviene advertir que en nuestras clasificaciones utilizamos conceptos tales como sectores o ámbitos literarios al poder adaptarse mejor y con mayores dosis de flexibilidad a nuestros planteamientos que algunos otros utilizados por historiadores de la literatura, aunque los tengamos presentes, a la manera de los géneros literarios.

Y así, en forma muy selectiva y a modo de introducción, dedicaríamos cuatro capítulos a la Edad Media, mientras que el grueso de la información quedaría reservado para el inicio de los tiempos modernos.

De los cuatro capítulos dedicados a los planteamientos medievales, en primer lugar damos cuenta de aquellos testimonios que desde tiempo atrás configuran la evolución agropecuaria de nuestra baja Edad Media, junto a una selección significativa de obras que se afanan en la defensa de los privilegios tributarios de algunas instituciones monásticas o en las críticas a los abusos de que son objeto los estamentos más desfavorecidos de la sociedad con el campesinado a la cabeza.

Nuestro segundo capítulo se ocupa de la obtención de recursos económicos por vía militar o a través de la mediación del marco feudovasallático, tal como se advierte en algunos testimonios de la épica y del romancero. Y, en fin, se añaden dos capítulos dedicado el primero a recoger la información facilitada por diversos relatos breves y por la literatura sentenciosa, mientras que en el segundo capítulo tratamos de indagar en la prosa más testimonios y en el pensamiento político de fines de la Edad Media.

Si pasamos a la Modernidad, desde un principio se advierte en el mundo literario una fuerte incidencia de los intercambios comerciales y de la economía urbana, aunque sin dejar de lado la fuerte impronta agropecuaria, según cabe detectar a partir de La Celestina y de la literatura celestinesca, hasta llegar incluso a la novela picaresca, como contrapunto en este caso al devenir económico de una fase expansiva y de un correlato político marcado por la influencia del Estado Moderno, concepto historiográfico sometido hoy a revisión por algunos estudiosos.

Otros ámbitos de la novelística han servido para adentrarnos -a veces con escaso éxito, caso de la novela pastoril- en los aspectos aquí considerados, cual sucede con la novela corta o cortesana -muy trabajada en los últimos años, aunque quede tanto por hacer- con unas perspectivas bastante halagüeñas especialmente de cara al futuro cuando se disponga de ediciones más modernas y asequibles.

Nuestro repaso se ha extendido también a una serie de obras de contenido misceláneo y de gran interés para el análisis aquí emprendido, con independencia de que los autores estén más preocupados por reseñar, no tanto los aspectos económicos o hacendísticos que con mayor frecuencia se vienen repitiendo históricamente, sino los más raros, extraños y singularizados hasta poder causar admiración o incluso estupor en los lectores; y todo ello en un ambiente a veces proclive al despliegue del humor.

Nos hemos ocupado también de algunos ámbitos del pensamiento -como sucede con el pensamiento político o la emblemática- donde de forma direnta y a veces poco especializada se deslizan observaciones o informaciones en los planos aquí acotados. Pero, sobre todo, hemos intentado reivindicar para el análisis literario lo que sucede en el siglo XVI con algunos escritores con pretensiones literarias sobre materia económica o cambios monterarios y similares, como pueda ser el caso de un Villalón, figura bien conocida de nuestra literatura. Si, incluso en los manuales de historia de la literatura, se dedica especial atención a las manifestaciones de nuestros místicos o a los propios pensadores políticos -pensemos en la monumental obra de Gómez Redondo-convendría no olvidar a estos tratadistas pioneros del pensar económico o hacendístico que en ocasiones manejan ya un castellano bastante depurado.

Y, en fin, como cifra y compendio de nuestro repaso se destaca la figura señera y simpar de Cervantes, contemplada aquí, si cabe, con un propósito selectivo, dada la abundantísima bibliografía existente de tipo general, frente a la escasez de estudios desde el ángulo económico, con el acento normalmente puesto en El Quijote. De ahí que hayamos intentado ampliar nuestra información con obras como el Persiles, las Novelas ejemplares o el teatro cervantino, al tiempo que tratamos de interpretar algunos pasajes de la genial producción cervantina desde nuevas perspectivas.

Cerramos nuestra exposición -conviene insistir en ello- con el intento de poner en conexión unos y otros datos recogidos con anterioridad a fin de alcanzar una visión genérica y, en cierto modo, más sistematizada, donde la economía y la hacienda de la época marcarán más directamente la división de los temas desarrollados. Se trata, pues, de un intento de elaborar bajo premisas conceptuales sobre economía y hacienda los materiales recogidos en el repaso a los textos literarios. A lo que se añade una bibliografía selectiva, al ser tanta la producción que resulta prácticamente inabarcable en su conjunto.

Y antes de terminar estos apuntamientos previos no quisiéramos dejar de señalar cuáles han sido nuestros planteamientos en torno a las nociones de economía y hacienda. Estamos ante unos mecanismos de conceptualización histórica que evolucionan conforme avanza el tiempo y que mantienen estrecha conexión con la mentalidad de cada época en particular. Y en tal sentido cabe distinguir el despliegue económico y hacendístico de la realidad histórica -producción de bienes, intercambios comerciales o flujos monetarios, por poner ejemplos relevantes de la economía real, como hoy se diría- y los distintos niveles de mentalidad, en principio escasamente desarrollados, y carentes durante mucho tiempo de una tradición universitaria frente a lo que sucede con el derecho, la teología o la filosofía. A pesar de lo cual, a partir de la segunda mitad del siglo XVI en España surge toda una corriente interpretativa de gran interés sobre el devenir económico, auspiciada desde las aulas de la Universidad de Salamanca en su vertiente latinizada -la denominada Escuela de Salamanca-, y que por nuestra parte hemos procurado reseñar a partir de algunas obras relevantes escritas en castellano, en la doble vertiente de cambios monetarios y de los análisis sobre el declive económico español.

Tras tantos años de dedicación a la Universidad, ya casi con el pie puesto en el estribo, no siempre hemos visto recompensados nuestros esfuerzos y sacrificios y no vamos a referirnos aquí a ninguna Facultad universitaria en concreto aunque no por ello hayamos perdido la ilusión ni se hayan visto menoscabadas algunas de nuestras antiguas aspiraciones. Pero no nos corresponde ahora hacer valoraciones sobre el trabajo aquí aportado; es al ilustre tribunal nombrado al efecto -o comisión, como hoy se prefiere designar- a quien corresponde realizar esa labor de valoración que esperemos resulte a la postre indulgente y misericordiosa, ya que la mera justicia, sin el favor de la clemencia, puede llevar a extremos insostenibles, como nos recuerdan algunos de los textos aquí manejados para otros menesteres.


 

A. UN REPASO SECTORIAL A LOS TEXTOS LITERARIOS EN SU VERTIENTE ECONÓMICO-HACENDÍSTICA.


 

I. Aportaciones medievales.

 

1. El sector primario de la economía a partir del mester de clerecía con planteamientos críticos sobre la situación menesterosa de los campesinos.

 

Desde un primer momento la literatura española se despliega a grandes rasgos en un ambiente económico de base agropecuaria, a través de estructuras sociales de signo estamental bien características. Hay entre uno y otro ámbito como una especie de coherencia que puede servir de mutua explicación. Dividida la sociedad en tres grandes sectores -oratores, bellatores y laboratores- las tareas productivas de bienes, en principio se adscriben al tercer sector, el de los laboratores -con los labradores a la cabeza-, mientras que los estratos sociales superiores se dedican a la defensa armada de los demás o al mantenimiento de los valores espirituales y religiosos, en principio sin posibilidad de alterar este orden establecido. Y todo ello en conformidad con lo que en la vida cotidiana -en clara correspondencia con la ficción literaria- cabría documentar[1].

En cuanto a la división tridimensional del entorno social el ejemplo más representativo lo encontramos sin duda en Don Juan Manuel, en la primera mitad del siglo XIV, a caballo entre una intensa actividad política muy controvertida y un prodigioso quehacer literario; y no sólo en lo referente al Libro de los Estados, sino en el conjunto de su obra, sin olvidar algunos breves relatos incluidos en El Libro del Conde Lucanor.

Desde semejante punto de partida estamental la literatura de la época se centra fundamentalmente en los sectores privilegiados de la sociedad, nobleza y clero, mientras que el ámbito del trabajo propiamente dicho -de quienes trabajan con sus propias manos- queda un tanto al margen de las exposiciones literarias, salvo en aspectos determinados y concretos. No existe en la España medieval una corriente descriptiva bien definida que siga la estela virgiliana de Las Geórgicas. Hay que esperar a la modernidad para encontrar las primeras traducciones de esta obra desde la pionera e incompleta de Fray Luis de León a la de Fernández de Mesa. Sólo cabe encontrar algún eco tibio sobre el particular en la traducción convenientemente adaptada del Libro del tesoro de Bruneto Latini, que, a pesar de su impronta cortesana, recoge apuntamientos sobre distintas tareas desarrolladas por el campesinado[2]. Y es que, ante los grandes temas épicos o de la vida religiosa, el trabajador del campo no ofrece tanto atractivo literario, como no sea a la hora de destacar su condición menesterosa o los abusos a los que se ve sometido por parte de los estamentos superiores, según veremos más adelante. A pesar de lo cual hay páginas de la literatura medieval que conviene recordar aquí sobre puntos concretos de las actividades que desarrollan campesinos y pastores. Pero dejemos esta breve introducción para continuar en el tema que nos ocupa.

En el caso de Berceo y de algunos otros autores del mester de clerecía encontramos a los campesinos, no sólo en plena actividad cultivadora o recolectora, sino en algo tan repetitivo como son las disputas por la posesión de la tierra, a la manera de lo que sucede en Los milagros de Nuestra Señora, con la alteración del trazado de los mojones por quienes tratan de agrandar sus heredades en detrimento del vecino[3].

En cualquier caso el ambiente predominante en los Milagros[4] es el agrario, hasta llegar incluso a impregnar toda una manera de expresarse, como cuando a la Virgen se le llama "madre del pan de trigo"[5] mediante una metáfora eucarística de raigambre folclórica. Y ese ambiente se percibe en pequeños detalles que van más allá de las fuentes latinas en las que se inspiró Berceo; sirvan de ejemplo los azadones utilizados por unos ladrones -un clérigo y un seglar- al romper las cerraduras y dejar "desquiciadas" las puertas cuando intentaban robar una pobre iglesia[6]; o la mención a la bodega a la hora de relatar la borrachera de un clérigo poco ejemplar[7]. Incluso en la introducción a los Milagros se describe un cuadro idílico de "flores bien olorosas" con abundancia de arboledas, frutales -milgranos, higueras, perales y manzanos- y verdes praderas, a la manera de un "locus amoenus"[8].

Pero todo ello no significa que estemos situados ante algo semejante a una "economía cerrada", o sin apenas intercambios comerciales. Buena prueba de ello laencontramos en el milagro del "burgués" que ha despilfarrado a diestro y siniestro hasta alcanzar el mayor de los empobrecimientos, pero que luego, tras mediar ayuda divina, emprende una próspera carrera mercantil de ámbito internacional[9]. Y es que nuestro insigne monje versificador, a pesar de las apariencias y de lo que se ha venido diciendo durante mucho tiempo, no era un campesino de escasa formación cultural -por más que él mismo así se presente mediante el tópico literario de la falsa modestia, analizada en su día por Curtius- sino que manifiesta una singular y selecta formación, según las interpretaciones más recientes.

Pero es en La vida de Santo Domingo de Silos donde encontramos referencias a una de las actividades más características de la vida campesina: el pastoreo, al haber ejercido el protagonista de la obra de pastor en sus primeros años. No hará falta decir que Santo Domingo manifestó desde un primer momento su inclinación hacia el cultivo de las virtudes en la línea marcada por sus padres. Y ello se manifiesta en la forma ejemplar de ejercer como pastor de ganado, empleándose a fondo en la tarea, con extremada rectitud y operatividad:

 20 Guiava so ganado como faz buen pastor,

tan bien no lo farié alguno más mayor,

non querie que entrassen en agena lavor,

las ovejas con elli avién muy grand sabor.[10

Como buen pastor, pues, guardaba el ganado de las acometidas de lobos y ladrones, hasta el punto de suscitar alguna que otra envidia en los lugareños -vendrá a decir Berceo-, "tanto que a algunos enbidia los tomava."[11]

Por lo demás, sería fácil comprobar cómo la imagen del buen pastor se desdobla ya en estos momentos iniciales en la del "buen pastor de almas", con todo un breve recordatorio de altos personajes -como el rey David- dedicados a tan honrada ocupación, a la espera de la aparición, años después, de la imagen del monarca como buen pastor. Pues bien, pasado un tiempo, cuando ya Domingo siga de lleno la senda de la santidad, volvemos a encontrar en la obra pasajes de signo agropecuario, al trocar susactividades mendicantes en pro de los más desfavorecidos por el cultivo de la tierra directamente con sus propias manos:

107  El barón del buen seso por la ley cumplir,

queriendo de lazerio de sus mano vevir,

empeço a labrar por dexar el pedir,

que era grave cosa pora él de sofrir.

 

108  Mejoró en las casas ensanchó heredades,

compuso la iglesia esto bien lo creades,

de libros e de ropas e de muchas bondades.

Sufrió en est comedio muchas adversidades.[12]

Se inicia así una actividad repobladora y de nuevas fundaciones monacales para dar acogida a pobres y personas sin recursos, lo que constituiría todo un éxito a la postre:

110   Fue en pocos de años la casa arreada,

de lavor de ganados, asaz bien aguisada,

ya trobavan en ella los mesquinos posada,

por él fue, Deo gracias la iglesia sagrada.[13]

Veamos cómo Santo Domingo, según Berceo, se vio inmerso también en disputas con el rey, a propósito de lo que se consideraba desde ámbitos monásticos una fiscalidad excesiva y de imposible cumplimiento.

Para la historia de la hacienda en la época que nos ocupa resulta, en efecto, de gran interés el relato que ofrece Berceo al final de La vida de San Millán. Se trata de explicar y hacer la defensa del tributo señorial, semejante al que lleva el nombre de los "votos de Santiago", que, como es sabido, llegará nada menos que hasta las Cortes de Cádiz envuelto en una discusión de no poca monta[14]. En nuestro caso Berceo, al ocuparse de los orígenes del voto emilianense, hace una selectiva exposición de su contenido tributario y argumenta a favor de su prestación obligatoria frente a las correspondientes sanciones que corresponden a quienes se olvidan o dejan de pagar en su momento.

Respecto a los orígenes, Berceo, como tantos otros escritores en diferentes temas, pone en relación la prestación por él defendida con la figura carismática de Fernán González, desde un principio sujeta a una verdadera exaltación, tanto histórica como literaria, muy alejada de una realidad convenientemente documentada. En concreto, los comienzos tributarios del voto se ponen en conexión con la batalla de los Campos de Toro, frente a los musulmanes al mando de Abderramán III. Y, ante la diferencia numérica y de aprestos militares a favor de los musulmanes, el conde castellano pedirá ayuda divina que se proyectará en la aparición a su lado en pleno combate de Santiago y San Millán. Previamente el conde había prometido la entrega de una prestación -o "infurción", como se dirá técnicamente- a favor del monasterio de San Millán, con lo que los orígenes tributarios del voto, según la leyenda, quedan de esta forma aclarados desde el plano religioso, para ser luego confirmados por el rey leonés, Ramiro II, junto con Fernán González. Tras la victoria cristiana, Berceo pasa revista al contenido del tributo, primero en términos generales, para ofrecer luego, a modo de ejemplo y a reducida escala territorial, algunas de las prestaciones más características y que suelen variar de unos lugares a otros.

A grandes rasgos la prestación tributaria se proyecta en principio en una amplia extensión territorial, a uno y otro extremo de territorios marcados por el fluir de los ríos:

462   Como taja el río que corre por Palencia,

Carrión es so nomne secundo mi creencia,

fasta'l rio de Arga yaz en esta sentencia

de render cada casa esta reconnocencia.

 

463   Passa Extremadura, las sierras de Segovia,

hasta la otra sierra que dizen Araboya,

dende hasta el mar que es allend Vitoria,

todos se subjudgaron en dar esta memoria.[15]

Tras la confirmación del tributo por parte del Papa, se insiste en las cantidades exigidas y en los productos agrícolas o minerales aportados según los distintos territorios:

466  Unas tierras dan vino, en otras dan dineros,

en algunas cevera en algunas carneros,

fierro traen de Álaba e cunnos de aceros,

qesos dan en ofrenda por todos los Camberos.[16]

Pero, no conforme con semejante referencia genérica, Berceo, como si tuviera a la vista el pretendido privilegio de los votos, va enumerando las formas de prestación según los distintos lugares.

Desde Frómista, con los lugares de su alrededor:

468  Frómesta del Camino, cerca es de Fitero,

Ferrera con sus villas, Avia, la del Otero,

devién ocho casados enviar un carnero,

assín lo enviavan en el tiempo primero.[17]

Pasando por Amaya:

469    Amaya con sua tierra, Ibía otro tal,

devién dar cada casa un cobdo de sayal;

tierra de Valdevielsso, el un e el otro val,

deven, cada casada, de lienco un cobdal.[18]

Sigue luego en la enumeración la zona centrada en torno al río Urbel:

470    O[uvi]rna, río d'úrbel, con todo so confinio,

Castro con Villadíago e con todo Trivinno,

deven ocho casados por judgo del concilio

embiar un carnero en est sancto servicio.[19]

O las villas comarcanas con Fitero del Castillo que prestan su colaboración artesanal al monasterio:

471    Ambas a dues las villas que en nomme Fitero,

tercera Fejosa, quarda Villagodrero,

Villadíago quinta, [secund] que fue primero,

un cobdo de sayal, deve cada pechero.[20]

Sin olvidar a Melgar, Astudillo o Santa María, con el añadido de un cubo de vino por cada vecino casado:

472    Melgar e Astudiello puesto fue e jurado

qe un pozal de vino diesse cada casado;

debe Sancta Maria qe dizen del Pelayo

cada casa un cobdo de sayal en el anno.[21]

Y así sucesivamente. Berceo parece haber dispuesto de cumplida información, aunque su documentación de base resulte a la postre apócrifa.

Las prestaciones -insistimos- suelen consistir en productos de la tierra; cabezas de ganado -carneros principalmente- minerales o textiles elaborados artesanalmente. E incluso nos dirá Berceo que podría haber ampliado su enumeración, al ser las producciones expuestas solo a título de ejemplo; y ello a pesar de las dificultades de adaptación a la rima de la cuaderna vía de tantos datos y pormenores contenidos en el privilegio de base. Sin que falte una lamentación final frente al hecho de que en algunas zonas no se realicen las correspondientes entregas tributarias en la forma acostumbrada u ordinaria[22].

Nos encontramos, pues, ante una obra que no sólo trata de exaltar la figura de un santo bien conocido y con amplio despliegue de virtudes, sino que se proyecta también en la defensa a ultranza de la tributación de tipo señorial a lo largo de toda una amplia extensión territorial que a grandes rasgos viene a coincidir con el mapa territorial de los enclaves del monasterio[23].

Todo parece indicar que la falsificación de los votos se hiciera a mitad del siglo XII, cuando el monasterio se encontró en dificultades para mantener el nivel de ingresos que venía disfrutando por distintas vías. Y lo más probable es que antiguas prestaciones a base de limosnas y donaciones que venían siendo aminoradas, se tratasen de consolidar de una vez por todas a través de semejante falsificación. Falsificación que con el tiempo mantuvo su virtualidad hasta muy avanzada la Modernidad. En cualquier caso, se trataba de cantidades relevantes cobradas mediante un censo de casas habitadas al este del río Pisuerga, mientras que a occidente del río se reservarían las prestaciones para los votos aún más famosos de Santiago[24].

Pero Berceo no sólo se bate en defensa de la tributación monástica, sino que, un tanto a la inversa, se defiende de los posibles abusos y extorsiones de la hacienda real con respecto a las casas religiosas con las que mantiene más directa relación, como sucede en la ya citada Vida de Santo Domingo.

El rey de León, en efecto según la obra que venimos citando, se presenta de improviso en el monasterio de San Millán, dispuesto a obtener ayuda financiera para sus empresas: "quiero -dirá- de los thesoros que me dedes pitanza". Y como justificación se alega la práctica de sus antecesores a favor del monasterio; se trataría ahora de aplicar el principio de la reciprocidad:

134    Mis avuelos lo dieron, cosa es uerdadera,

esto e lo ál todo de la sacón primera,

presten a mí agora, cosa es derechera,

aún los pecharemos por alguna manera.[25]

Se comprende cual fuera la reacción de los frailes, "espantados" ante semejante pretensión. El abad saldrá en defensa de los intereses monásticos: no se puede negar -según él- que los ascendientes del rey fundaron y dotaron al monasterio; pero semejantes donadíos hechos a la Iglesia no son susceptibles de revocación,

139    Lo que una vegada a Dios es ofrecido,

nunqua en otros usos deve seer metido,

qui ende lo camiasse serié loco tollido,

en día del judicio seriéle retraído.[26]

De lo contrario se cometería pecado; un verdadero "sacrilegio", o dicho de otra forma, un "crimen muy vedado". Y es que el rey, según nuestro ilustre monje, debe acomodar sus gastos a sus disponibilidades financieras: "Vive de tus tributos, de tus derechas rendas".

A partir de ese momento las acusaciones entre tan destacados personajes van en aumento. El rey, entre amenazas, tacha de loco al abad; pero el abad no se amilana, al considerar que el derecho está de su parte y que semejantes amenazas no tienen razón de ser: "Menaces me a tuerto, yo diciendo derecho". Y es curioso que el rey tache al abad de legista, como si se tratase de un insulto: "Legista semeiades, ca non monje trovado".

Al final de la disputa el rey acusa al abad del más grave delito que pueda cometerse en la esfera política: el delito de traición, a través de la figura del "alzamiento de castillo", que lleva aparejada la muerte ignominiosa del delincuente:

150    Fabló el Rey e dixo: "Don monge denodado,

fablades com qui siede en castello aleado,

mas si prender vos puedo, de fuera de sagrado,

seades bien seguro que seredes colgado.[27]

 

Y en su respuesta el abad utiliza uno de los tópicos más característicos y de más larga duración, en tanto se contrapone el castigo corporal al espiritual:

153    Puedes matar el cuerpo, la carne maltraer,

mas non as en la alma, rey, ningún poder.

Dizlo el evangelio, que es bien de creer,

el que las almas judga, esse es de temer.[28]

A la postre el rey no pudo con el abad, hasta el punto de verse obligado a marchar del monasterio violentamente y muy "sañudo", sin conseguir sus propósitos.

He aquí una visión un tanto idílica de la resistencia monacal frente a las pretensiones de la realeza en busca de mayores ingresos y de una mayor e indiscriminada presión tributaria.

Si pasamos a otro escritor bien conocido que se desenvuelve también en un ambiente campesino, comprobamos que los datos que nos ofrece desde el plano económico se mueven en parecida dirección, aunque con algunas importantes aportaciones explicables en buena parte por el transcurso del tiempo y por la idiosincrasia del autor. Nos referimos, naturalmente, al Arcipreste de Hita, sobre el que en los últimos tiempos la bibliografía no ha hecho más que acrecentarse[29].

El Arcipreste de Hita ha sabido captar muchos aspectos relacionados con las actividades campesinas, hasta el punto de haber convertido en figuras destacadas de su conocida obra nada menos que a don Melón y a doña Endrina, como es bien sabido. Y es que el Libro de buen amor en buena parte se proyecta en el campo, su sede natural, con sus serranas, sus bosques y espesuras -que tantas veces sólo ellas conocen y saben transitar- con sus comidas campesinas al aire libre o en rústicas cabañas y sus "bueis e las vacas [que] repican los eeneerros"[30], con la precisa descripción de las comarcas naturales por las que transita nuestro desenfadado Arcipreste, algunas bastante alejadas del tráfago urbano, como el Campo Aeálvaro o Valsaín, por referirnos sólo a parajes segovianas[31]. Recordemos en tal sentido algunos de los rasgos más característicos de su exposición, sin entrar en demasiados pormenores, al ser tal vez el tema que nos ocupa mejor conocido que en otras ocasiones[32].

Una de las materias a las que presta mucha atención es la referente a los productos alimenticios que se consumen, tanto en la sierra como en el llano. Tal sucede con el despliegue de medios puestos a contribución por la serrana que transporta en hombros al Arcipreste hasta su cabaña, donde no faltará nada a la hora de yantar alegremente -incluido el fuego de encina- antes de entrar en otro tipo de solaces:

968   Dióme foguera de enzina,

mucho gazapo de soto,

buenas perdizes asadas,

fogatas mal amassadas

e buena carne de choto;

 

969   de buen vino un quartero,

manteca de vacas muchas,

mucho queso assadero, leche,

natas e una trucha.[33]

No sucede lo mismo con la espantosa serrana -su fealdad es descrita con amplitud de detalles-, que previo pago, trata de dar posada al Arcipreste. La colación en esta ocasión deja mucho que desear, por más que el fuego del hogar también crepitase de forma acogedora: pan de centeno, vino de mala calidad y carne no fresca, sino salada:

1030    Diom' pan de çenteno,
tiznado, moreno,

e diom vino malo,

agrillo e ralo,

e carne salada.

 

1031    Diom queso de cabras.[34]

Es el reverso del caso anterior. Los excelentes manjares consumidos dan paso a las estrecheces ofrecidas por la serrana de tan horrible aspecto. Tomemos nota sobre lamarcha del hecho que perdices y truchas destacaban entre los alimentos más apreciados no sólo en la época del Arcipreste sino posteriormente[35].

Pero los mayores contrastes en punto a alimentación quedan subrayados en el despliegue contrapuesto de don Carnal y doña Cuaresma. Mientras que doña Cuaresma, ya con su sola presencia -toda flaca y desmejorada- anuncia ayunos y abstinencias, el contraste con la figura oronda con don Carnal no puede ser mayor.

Como contrapunto al despliegue esplendoro de don Carnal, su antagonista, Doña Cuaresma le presentará batalla, por propia iniciativa mediante un desafío con todas las reglas y formalidades propias del género. Pero se trata de un tema bien conocido que no hará falta aquí exponer en su amplia casuística.

Recordemos, tan solo, pone en contraposición los productos cárnicos, procedentes de volatería y animales con los lechones y las cecinas a la cabeza, frente al pescado, tanto de agua dulco como del mar. Y es en ese doble plano donde el arcipreste ofrece un amplio muestrario de alimentación tanto fluvial como matírima, sin olvidar los posibles puertos de arribada del pescado, Bilbao, Bayona, Santander o Bermeo, en una época en la que ya se va abriendo paso el mar a los intercambios comerciales y a la extracción de la pesca frente a épocas anteriores donde apenas se contaba con la pesca de los ríos, barbos, truchas o cangrejos. En su enumeración el Arcipreste llega a mencionar a la "gigante ballena" (estrofa 1.120). En cualquier caso, al final sale victoriosa doña Cuaresma; se ahorca a los más recalcitrantes de sus enemigos, mientras don Carnal se ve sometido a una estrecha prisión con la consiguiente penitencia (estrofas 1.128-1.129), para entrar luego en todo un tratamiento teórico sobre la penitencia eclesiástica.

Pero bien pronto la situación cambiaría. Ha pasado el tiempo del ayuno y don Carnal recobra su depuesta autoridad:

1214   Por el puerto asoma una seña bermeja,

en medio una figura: cordero me semeja;

vienen derredor d'ella, balando, mucha oveja,

carneros e cabritos con su chica pelleja.

 

1215   Los cabrones valientes, muchas vacas e toros,

más vienen çerca d'ella que en Granada ay moros;

muchos bueis castaños, otros hoscos e loros:

non lo conprarié Darío con todos sus tesoros.[36]

Aparece también don Carnal, con la vestimenta requerida, muy bien provisto de instrumentos cortantes destinados al sacrificio de reses. Aunque nos alarguemos en tal enumeración, conviene tomar nota de la descripción, al no encontrar el tema paralelismos tan precisos en otras fuentes de información:

1216   Venía Don Carnal en carro muy preciado,
cubierto de pellejos, e de cueros cercado;
el buen enperador está arremangado,

en saya, faldas en cinta e sobrevine armado.

 

1217   Traía en la su mano una segur muy fuerte:

a toda quatropea con ella da la muerte;

cuchillo muy agudo, a la res que acomete

con aquél la degüella, a desollar se mete.

 

1218  En derredor ceñida trayé de la su çinta

una blanca rodilla; está de sangre tinta;

al cabrón que está gordo, él muy mal gelo pinta:

Fazle fazer "¡be!" cuadrado en voz doble e quinta.

 

1219 Tenié cofia en la cabeza, qu'el cabello non le salga,
que
ça tenié vestida, blanca e rebigalga;

en el su carro otro a par d'él non cavalga;

a la liebre que sale luego le echa la galga.[37]

Y para completar el cuadro, al cuidado de los rebaños aparecen multitud de perros de diversa raza; y en posteriores estrofas se insiste en la utilización de nuevos instrumentos para la matanza. Sin que falte el efusivo recibimiento -ya antes aludido-de Don Carnal por parte de la población:

1221    Sogas para las vacas, muchos pesos e pesas,
tajones e garabatos, grandes tablas e mesas,
para las sus triperas, gamellas e artesas,

las alanas paridas en las cadenas presas.

 

1222    Rehalas de Castilla con pastores de Soria
re
çibenlo en sus pueblos, dizen d'él grand estoria,
teniendo las canpanas en diziendo la gloria:

de tales alegrías no ha en el mundo memoria.[38]

Al final, la gente emplea su dinero en la compra de carne, con lo que don Carnal "cobra quanto ha perdido en los pasados meses" de cuaresma.

Otro contraste a la hora de la manutención es el establecido entre la comida de los monasterios, a base de productos de consumo generalmente poco apetecibles, sin consumir carne ni pescado, y la que puede encontrarse extramuros del convento, tal como trata de hacer ver el Arcipreste a doña Garoea, joven novicia por él requebrada.

En parecida dirección campesina se encuentra la descripción pormenorizada del calendario agrícola, mes por mes, bajo la alegórica intervención o mediación, según las estaciones del año, de caballeros, hidalgos, ricoshombres y labradores, a través de una visión estamental -tres representantes para cada estación- aún no muy bien aclarada. Veamos lo más característico del tema.

Arranca el calendario no el uno de enero a la manera litúrgica acostumbrada, sino según prácticas mozárabes del campesinado, en noviembre. Tres caballeros (noviembre, diciembre y enero) sentados a la mesa, consumen productos de temporada, al tiempo que se ejecutan las faenas del campo en un clima invernal. Y en parecida forma, a la mesa asimismo, se sucederán los distintos meses, agrupados estacionalmente con enumeración de las respectivas tareas campesinas[39]. Todo ello lo podemos esquematizar a través del siguiente cuadro:

 

 

Finalmente, el Arcipreste dedica todo un largo pasaje a exaltar el poder del dinero en una línea tópica analizada por algún especialista en la materia[40]. En cualquier caso recordemos brevemente el pasaje en cuestión.

Tal propiedad tiene el dinero que es capaz de alcanzar metas un tanto milagrosas, como hacer correr al cojo o hablar al mudo e incluso de alterar los fundamentos de la propia sociedad estamental:

Sea un omne necio e rudo labrador,

los dineros le fazen hidalgo e sabidor [41]

Se proyectan esos principios económicos en el ámbito espiritual y en Roma en particular, en tanto el Papa está en Aviñón[42]:

Yo vi en corte de Roma, do es la santidad,

que todos al dnero fazen gran omildat;

grand onra le fazían con grand solenidat:

todos a él se enclinavan, como a la magestat.

Fazié muchos priores, obispos e abades,

arzobispos, doctores, patriarcas, potestades;

a muchos clérigos neseios dávales dinidades;

fazié verdat mentiras e mentiras verdades.[43]

 

El dinero altera también el normal funcionamiento de la justicia a la hora de emitir sentencia:

Dava muchos juicios, mucha mala sentençia:

con muchos abogados era su mantenençia

en tener pleitos malos e fazer abenençia;

en cabo, por dineros avía penitençia.[44]

           O al iniciarse la vía ejecutiva:

El dinero quebranta las cadenas dañosas,

tira çepos e grillos e presiones peligrosas;

el que non tien' dineros échanle las esposas:

por todo el mundofaze cosas maravillosas.[45]

Y para que no haya duda al respecto el jocundo Arcipreste vuelve a la carga con citas de su propia experiencia personal: "Yo vi fer maravillas do el mucho usava"[46]. Para luego volver al trastrueque estamental con nuevos añadidos y comentarios:

Él faze cavalleros de neçios aldeanos,

condes e ricosomnes de algunos villanos.[47]

Por lo demás, con el dinero se alzan los mejores edificios y todo tipo de moradas o se adquieren manjares, vestiduras, preciosas joyas y nobles cabalgaduras.

Finalmente se pone el dedo en la llaga frente al comportamiento rechazable y sumiso por parte de monjas y clérigos con la particularidad de utilizar en tal sentido comportamientos un tanto ambiguos  [48].

Ahora bien, si nos vamos acercando a la Modernidad, la visión tradicionalista hasta ahora aquí esbozada irá evolucionando paso a paso hacia una mayor complejidad económica y tributaria, en tanto la profunda crisis económica del siglo XIV ofrecerá un correlato literario bien marcado.

Por de pronto la división ternaria de signo funcional, expuesta al principio de nuestro trabajo, se irá debilitando, incluso desde la base misma. A los trabajadores del campo se irán uniendo nuevas profesiones -desde artesanos y comerciantes hasta personas que no laboran con el sudor de su frente- que harán más complejo el mundo económico. La propia literatura se encarga de subrayarlo. Sin duda el ejemplo más característico lo ofrece Enrique de Villena en Los doce trabajos de Hércules, como se ha destacado en más de una ocasión. Don Enrique da cabida en su análisis a la evolución de esas nuevas profesiones que no encajan tan ajustadamente en el estricto marco asignado a los trabajadores del campo[49]. Pero sobre tan curiosa figura literaria tendremos ocasión de ocuparnos más adelante.

Tras semejante tratamiento del tradicional ordenamiento estamental, cabe apreciar un endurecimiento de las condiciones de vida de los grupos inferiores de la sociedad, con los labradores a la cabeza. Desde las más altas instancias se somete a los inferiores a un proceso de endurecimiento de su vida cotidiana que obliga a numerosos escritores a presentar clara denuncia de la situación[50]. Veamos algunos ejemplos significativos.

Ya en un primer momento el Poema de Alfonso XI -a caballo entre la historiografía y la épica, lo que se ha llamado una "crónica rimada"- denuncia claramente los abusos cometidos por "grandes hombres y poderosos" -en este caso con especial referencia a tutores o gobernadores del rey menor- frente al común de las gentes que se siente vejadas y tratadas como animales al tiempo que, carentes de medios directos para defenderse, imploran protección de la siguiente manera:

92    Nos somos labradores

del mundo desamparados,

de los vuestros tutores

muy mal somos estragados.

 

93   Correnos de cada día,

que paresçer non podemos.

A Dios pesar deuia

del mal que padecemos.

 

94    Tómanos los aueres

e fasen nos mal pegar,

los fijos e las mujeres

 piensan de las atiuar.

 

95     Puercos e uacas e ouejas

todos roban fieros,

non nos valen iglesias mas que

fuésemos puercos.[51]

La situación es tan crítica que, de no ponerse pronto remedio, los citados labradores se verían obligados a marchar de sus tierras fuera de Castilla. Y el propio Alfonso XI nos viene a recordar que "toda Castilla y León / están para sse perder"[52]. Después las cosas se enderezarán a través de las enérgicas medidas tomadas por el propio rey, aunque, pasado un tiempo, volverá a manifestarse la crisis general con todo su correlato económico.

Pero es sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIV, en plena crisis socioeconómica, cuando los abusos se hacen ya insoportables y necesitan de un muy serio correctivo, según distintas fuentes literarias[53].

Es bien conocida en tal sentido la posición asumida desde un plano aristocrático por el canciller Ayala en relación con los abusos de toda índole registrados tanto en la iglesia como en palacio[54]. Pero a nosotros nos interesa subrayar aquellos directamente relacionados con los planteamientos más estrictamente económicos, algunos de los cuales aparecen destacados también en el Rimado de palacio. Veamos en qué sentido.

Castilla, en efecto, presenta un panorama económico desolador y lleno de corrupción por parte especialmente de quienes en torno al rey -privados y consejeros-deben velar por el bien común. Los más menesterosos se llevan la peor parte. A los labradores se les obliga a comprar a precios muy elevados los alimentos más necesarios, "que lo que non vale dinero, costar marauedi."[55]

Y todo ello tiene su fiel reflejo hacendístico, con subida galopante de la presión fiscal e invención de nuevos tributos en provecho, una vez más, de los más encumbrados:

242  Los huérfanos e biudas, que Dios quiso guardar,
en su grant encomienda véoles bozes dar:
¡Acórrenos, Señor, non podemos durar

los pechos e tributos, que nos fazen pagar.

 

243  De cada día veo asacar nuevos pechos,

que demandan señores demás de sos derechos,

e a atal estado son llegados ya los fechos

que, quien tenia trigo non le fallan afrechos.[56]

El canciller Ayala, como buen conocedor de los mecanismos tributarios empleados en su época, no se cansa de denunciar las artimañas contables desplegadas por judíos y toda suerte de arrendadores de rentas reales, como cuando con referencia directa al rey se dice lo siguiente:

251    "Señor", dizen judíos, "seruiçio vos faremos:

tres cuentos más que antaño por ellas vos daremos,

e buenos fiadores llanos vos prometemos,

con estas condiçiones, que scriptas vos traemos."[57]

Y para que no haya duda sobre tanto abuso y latrocinio, se hace luego todo un repaso al comportamiento incorrecto de distintos profesionales -entre los cuales se encuentran los abogados- mientras el rey se ve una vez más superado por tan calamitosa situación.

Pero con independencia de la postura crítica de Ayala, se percibe en general en su obra un singular conocimiento de los mecanismos hacendísticos existentes en la España de la época. Nada mejor para ello que fijarnos en el episodio del "hombre de Toledo" -un hidalgo o escudero para algunos intérpretes- que pretende cobrar las soldadas adeudadas por la hacienda real, tras haber estado un tiempo al servicio del rey.

Todo son en la Corte real promesas y dilaciones que impiden cobrar el computo de la deuda en un ambiente generalizado de corrupción en la que participan desde los porteros reales hasta los más allegados privados del rey. El buen hombre carece absolutamente de recursos y hasta tiene que entregar la mula que tenía ya empeñada. Pero nos interesa ante todo comprobar cómo se establecen las relaciones entre los distintos órganos hacendísticos.

Cuando por fin logra el fiel servidor encaramarse ante la presencia del rey se le comunica, tras diversas vicisitudes, que debe entenderse con los contadores, como en efecto sucede, tras mediar diversas intentonas. Mas los contadores no proceden directamente a satisfacer la deuda sino lo que hacen es entregar un libramiento para en su caso poder cobrarlo en otros ámbitos hacendísticos.

No se trata ahora de un abuso o corruptela sino de seguir la práctica hacendística de la época. El libramiento[58] sería ejecutado allí donde la hacienda dispusiera de rentas; en este caso Ayala menciona varias posibilidades para lograr el cobro a través de un tesorero de Extremadura (de un partido o circunscripción tributaria de Extremadura) o de dos judíos, uno de ellos arrendador de un obispado o mediante "los diezmos de la mar", una de las rentas reales. Al final el atribulado personaje se decanta nuestro por dirigirse al tesorero de Extremadura, el cual, a su vez, se niega a pagar la deuda al estar con él en débito la hacienda real o, dicho de otra forma, los contadores tienen con él un "alcance" por una importante cantidad. No quedará otra opción que levantar testimonio de lo sucedido con intervención de un escribano. Al final el sufrido toledano hubo que acudir a la mediación de un judío cuando sus expectativas de poder hacerse con algún dinero eran ya prácticamente nulas[59].

Como puede comprobarse, la descripción de Ayala se ajusta, en términos generales, a la práctica hacendística de la época, con sus contadores, libramientos de pago y asignación y cobro de deudas a través de tesoreros y arrendadores de rentas. Y, en fin, no hará falta aquí acumular nuevas pruebas sobre denuncias tan taxativas y razonadas al ser en términos generales bastante bien conocidas en la práctica hacendística de la época.

Paralelamente a la presentación de denuncias el Canciller ofrece un panorama administrativo de la hacienda que, a grandes rasgos -conviene insistir en ello-, viene a coincidir con el existente en la época, especialmente en lo que se refiere al devenir de los impuestos en sus sucesivas fases: votación y reparto de tributos, intervención de arrendadores y entrada en juego de la vía ejecutiva a través de los "cogedores", tan odiados por los pueblos. Y en cuanto a los distintos tributos se menciona la alcabala al 10%, las monedas y los préstamos (con carácter obligatorio, claro está), al lado de otrostributos de carácter excepcional (galeotes, ballesteros o aportación de carretas para satisfacer las necesidades públicas)[60].

Antes de terminar con el Rimado de Palacio conviene insistir en la ayuda que puede prestar el enfoque hacendístico aquí empleado para la correcta interpretación de algún pasaje de la obra. Pensemos, por ejemplo, en lo que se dice a propósito de la siniestra intención de judíos, privados del rey y titulares de señoríos a la hora de la recaudación de tributos. Unos y otros tratan de aprovecharse y sacar el mayor partido en el reparto de los tributos, tanto señoriales como pertenecientes a la hacienda real. Pues bien, al reseñar la intervención de los judíos, dirá Ayala:

262    Tienen para aquesto judíos muy sabidos,

para sacar los pechos e los nuevos pedidos;

non lo dezan por lágrimas que oyan nin gemidos;

demás por las esperas aparte son servidos.[61]

Pues bien, si reparamos en el último de los versos, es curioso observar como editores e intérpretes de la obra no han llegado entender el pasaje en cuestión en cuento a las "esperas" se refieres. Unos han optado por señalar la dificultad que ofrece la interpretación del término que en principio no parece tener sentido en el contexto de la estrofa mientras que, en algunos casos, para tratar de deshacer la confusión, se ha acudido a la astrología a través de la sustitución del "esperas" por "esferas", con lo cual, desde la óptica del universo estrellado, cobraría algún sentido en el caso de que pudiera tratarse de "unos objetos astronómicos que favorecen a los judíos"[62].

Pero la interpretación del pasaje resulta mucho más sencilla y coherente si utilizamos los conocimientos que nos proporciona la historia de la hacienda. En efecto, esos judíos que para cobrar tributos no reparan en medios ni prestan atención a las lamentaciones de los pecheros, redondean sus ingresos con las "esperas" de quienes, incapaces de hacer sus aportaciones tributarias en el tiempo establecido, solicitan un aplazamiento del pago -una espera-, no sin obtener los arrendadores de tributos un ingreso suplementario por la concesión de la demora en el pago. Y es que la doble figura de la "quita" y "espera" es bien conocida desde tiempos antiguos tanto en el derecho público como en el privado; en esta ocasión tal figura jurídica se proyecta en el ámbito hacendístico. Nuestro buen canciller lo que viene a decir en esta ocasión es que esos insaciables judíos, arrendadores de impuestos, cobran incluso por las esperas concedidas, como si se tratara de un servicio más perteneciente a la hacienda pública. Y, por los datos que poseemos, ante una situación extrema de necesidad, la concesión de la "espera" no iba acompañada del cobro de intereses, al ser algo prohibido por el derecho de la época[63]. De ahí la censura de Ayala -buen conocedor de los mecanismos hacendísticos- que se deja tralucir en el verso que, interpretado desde otra perspectiva no haría más que aportar confusión.

Conviene, pues, distinguir en Ayala entre sus aportaciones críticas al despliegue económico y hacendístico y el grado de información en el que se apoya, sin duda bastante profundo para su época, especialmente en el ámbito tributario, como sucede, por ejemplo, con sus referencias a la imposición de galeotes (estrofas 79 y 517), una figura tributaria que servirá para caracterizar a las behetrías en su etapa más avanzada. No hay que olvidar que el Canciller dedicó todo un capítulo de su crónica de Pedro I a tratar de dilucidar el "enigma" de las behetrías. Pero sobre este punto preparamos un trabajo monográfico, por lo que no será preciso entrar ahora en mayores precisiones.

Podemos también fijarnos, desde un plano moralizador, en el tono crítico empleado por don Sem Tob en sus Proverbios morales, donde se recogen observaciones sobre la vida del campo con datos tan curiosos como el de las rogativas por la falta de lluvias, frente al descontento e incomodidades que se producen cuando el panoramametereológico se invierte, dando origen a barrizales e inundaciones. Por la novedad de la reflexión recordemos un par de estrofas alusivas al tema:

207    Sacan por pedyr lubia

las rreliquias e crozes,

quando en tiempo non venía,

e dan por ella bozes.

 

208   E sy vyen a menudo

enójanse con ella,

e mal dizen al mundo

la pro que vyen della.[64]

Y es que los hombres nunca están contentos ni satisfechos con su suerte. En cualquier caso hay también en esta composición una vertiente crítica frente al comportamiento de los poderosos, ya sean jueces codiciosos (estrofa 359) o hidalgos (estrofas 378-380). Y no digamos nada de la Danza de la muerte, donde se pasa revista desde el emperador y el rey hasta los oficios de menor entidad, con toda una vertiente crítica bien característica, donde, por ejemplo, contadores y recaudadores de tributos quedan también muy malparados[65].

Pero es en el siglo XV cuando las críticas se multiplican a través de unos y otros autores. Aparece así toda una "poesía de protesta", como la ha denominado Rodríguez Puértolas[66], tantas veces vertida en un tono poco edificante, a través de un vocabulario grosero y soez, frente a los poderosos, desde las conocidas Coplas del provincial a las de Ay, panadera.

Pero la crítica se extiende también a los prosistas, entre los cuales podemos poner de ejemplo a Fray Martín de Córdoba con su libro De regimiento de los señores, aunque en este punto pasamos de la poesía a la prosa. Ni siquiera el rey queda al margen de las acerbas críticas, a quien se califica de administrador o "provisor" de la cosa pública y por ende sujeto a responsabilidades políticas:

¡Quánto yerran en esto muchos reyes e señores que tratan así a los subditos como si fuesen bestias e non ommes, e non consideran los mezquinos que Dios egual los fizo a los omnes en todas cosas!; e contra natura se ensobervece aquel que sea señor enojosa de otro omne su egual, salbo ende quando el yerro o la culpa dél lo requiere.[67

Por el contrario, reyes y grandes señores están obligados a la defensa, amparo y protección de los menores, en el doble plano exterior, contra los enemigos del reino -según hizo aquél rey que sacrificó su vida por salvar a su pueblo de la amenaza exterior-, como asimismo en el interior del país, frente a tantos "enemigos e robadores e malos e ruanos que son los malos vecinos e ciudadanos"[68]. En tal sentido hay que permanecer siempre sumamente vigilantes, no sea que, como tantas veces sucede, se vuelvan las tornas, y quienes al frente de sus señoríos se comportaban correctamente se conviertan después en personas intratables al modo de verdaderos "tiranos"[69]. Y en cuanto a los oficiales puestos por el rey al frente del territorio o de las distintas localidades, he aquí lo que dice nuestro prosista: "encomendar los regimientos a omnes por seer sus parientes, si lo non merecen por virtudes, bondades o saber, nin por los gualardonar de sus trabajos que por ellos han padecido, como fazen algunos, que, por pagar lo que les han servido algunos, fázenlos señores de una villa o logar, o alcaldes regidores o corregidores"[70]. Tal viene a ser el tono admonitorio -desarrollado en términos generales sin aportar nombres concretos- del fraile agustino que hemos seleccionado para valorar el tono crítico de algunos prosistas del siglo XV.

Hemos podido apreciar en este capítulo como los escritores se desenvuelven en torno al sector primario de la economía, con el acento puesto en la producción agropecuaria y en el consumo de productos derivados del campo, dentro de lo que pudiéramos llamar economía familiar; en cambio, las menciones a la circulación de moneda no son tan frecuentes. Por lo general, se acude a los socorridos marcos -un patrón monetario de 230 gramos aproximadamente, y no una moneda acuñada como tal[71]-. Pero los escritores no se detienen ahí, sino que se remontan a un nivel más general, sobre todo a la hora de criticar los abusos cometidos desde la esfera central del reino. Lo cual guarda conexión con la defensa de los privilegios tributarios o con la crítica a la excesiva presión fiscal ejercida por la realeza. Tema, pues, que aquí no hemos hecho más que esbozar y sobre el que luego volveremos en la segunda parte de este trabajo[72].

 

 

2. La adquisición de riqueza por las armas en un marco feudovasallático: de la épica al romancero.

 

Si nos fijamos ahora en la épica y en el romancero cabe destacar diversidad de datos que pueden resultar aprovechables para nuestra información económica y hacendística. Veamos a grandes rasgos, y con significativos ejemplos, el tipo de información que se decanta en tal sentido comenzando, como es natural, por el Cantar de Mío Cid.

Los numerosos intérpretes y estudiosos del Cantar, por lo general, no se han ocupado detenidamente de los aspectos aquí considerados, pendientes de la exaltación del héroe, de su extraordinaria capacidad militar, de sus virtudes personales -mesura, "sapientia" y modo de comportarse- o de las relaciones, un tanto conflictivas, mantenidas con la realeza o con sus yernos, los infantes de Carrión, por señalar algunos de los temas más característicos. Y sin embargo, desde el principio mismo de la obra resulta evidente la insistencia en destacar todo lo tocante a la adquisición de bienes, tanto inmuebles como tesoros y "aver amonedado".

Desde un principio podemos observar -a falta de los primeros pasajes perdidos de la obra- cómo el Cid se ve desterrado, sin dineros y sin poder acudir a la munificencia de sus vecinos, los sufridos burgaleses, ante las órdenes estrictas del rey Alfonso de no aportarle socorro alguno. Será entonces cuando se acuda, para salir airoso del trance, al engaño, mediante la intervención de la pareja de judíos -Raquel y Vidas-que se comprometen a adelantar una elevada suma de dinero a favor del campeonísimo guerrero. El engaño se va a proyectar en una especie de mohatra. Se recibe el dinero a cambio de la entrega a los judíos de unas arcas convenientemente cerradas bajo el supuesto de contener elevadísimas riquezas aunque, eso sí, bajo la condición de no poder abrir esas arcas hasta haber trascurrido un determinado plazo. De forma tan ingenua, los judíos se dejaron engañar y el Cid pudo atender a sus necesidades económicas más perentorias al disponer de dinero contante y sonante. Todo esto es bien conocido y no hace falta insistir en ello[73].

Por de pronto, había que atender a la familia, que pudo así ser trasladada al monasterio de San Pedro de Cardeña con la consiguiente asignación a los frailes de las cantidades necesarias para pagar albergue y manutención. En concreto, el anónimo autor del Cantar no se olvidará de reseñar las cantidades aportadas por el Cid en tal ocasión: 

Yo adobaré con mucho pora mí e pora mi vassallos;

mas, porque me vo de tierra dóvos cincuenta marcos.[74]

Son cincuenta marcos, pues, de los obtenidos mediante fraude a los judíos burgaleses. Y cuando ya el Cid al frente de la mesnada se despide de su familia "tornando la mirada", vuelve a comprometerse a satisfacer cumplidamente en su momento al abad don Sancho:

Bien sepa el abbat que buen galardón d'ello prendrá.[75]

Y una vez desplegada la mesnada, con Minaya por delante y el Cid a la zaga, se vuelve a insistir una y otra vez en las ganancias cobradas a los moros en torno a la toma de Castejón y al reparto escrupuloso del botín. A cada caballero corresponden 400 marcos de plata, la mitad para los peones, y el quinto -normalmente reservado al rey o al jefe de la expedición- a favor del Cid; todo ello bajo el oportuno control de los repartidores o "quiñoneros", como dirá el Cantar:

Mandó partir tod aquesta ganancia,

sos quiñoneros que ge los diessen por carta.

Sos cavalleros y an arribança,

A cada uno d'ellos caen çiento marcos de plata,

e a los peones la meatad sin falla;

toda la quinta a mio Cid fincava.[76]

A patir de ahora, no hará falta seguir punto por punto las repetidas menciones del Cantar a las riquezas ganadas por el Cid en sus fulgurantes campañas[77]. Pero sí conviene recordar las grandes líneas de su enriquecimiento al frente de sus mesnadas.

Nuestro anónimo escritor, en efecto, recurre a variados procedimientos de exposición: la acumulación de ganancias; los incalculables "averes" en oro y plata; o, en su caso, de monedas, tanto en plata como en oro, con precisa señalización de las cantidades que se adquieren para su posterior reparto, incluso a favor de quienes como simples espectadores asisten a las bodas de las hijas del Cid. Todo ello, insistimos, descrito minuciosamente y al detalle[78]. Se llega incuso a fijar el precio altísimo que pueden alcanzar las dos espadas ganadas como botín, Tizona y Colada, hasta alcanzar los mil marcos, ya sea en oro o en plata. Como si se tratara de una verdadera obsesión, se van fijando las cantidades que se manejan en los distintos episodios, con cuidado de no confundir en cada caso las sumas asignadas en unas y otras operaciones, para lo cual en la parte inferior de la escala económica se utiliza una moneda de muy escaso poder adquisitivo, el "dinero", a la hora de referirse con un cierto despego a cosas poco significativas o que apenas merecen la pena[79]. Todo ello se refleja incluso en el ámbito judicial al diferenciar las demandas incoadas en torno a las espadas cidianas en la tramitación del proceso por vía de riepto.

Se ha llegado a sostener incluso que el Cid estaría algo así como al frente de una gran empresa de adquisición de territorios y de acumulación de tesoros, matizado todo ello por las relaciones feudovasalláticas entre el Cid y su mesnada o las que mantiene con el propio rey Alfonso VI, de quien se quiere recuperar la gracia perdida o, dicho en otros términos, superar la "ira regia" a través de la entrega de valiosos presentes, como los caballos de tan bella estampa y de tan alto precio según las valoraciones de aquellos tiempos.

En cuando a la distinción entre bienes muebles e inmuebles[80], con tanta minuciosidad expuesta en el Cantar, se proyecta especialmente en torno a la alta nobleza leonesa, singularizada en los infantes de Carrión -de tan ingrato comportamiento para el Cid y sus hijas- poseedores de extensos dominios territoriales, frente a las nuevas adquisiciones por parte del Cid, no sólo de heredades, sino de numerario. De ahí que los infantes de Carrión, antes de la afrenta de Corpes, se ufanasen de hacerse ricos desde el plano monetario al lado de su suegro, mientras que luego en los procesos en los que se ven envueltos necesitan pedir un aplazamiento por su falta de liquidez. Podríamos seguir con el emblemático Cantar, pero nos quedan otros autores por examinar.

Si pasamos ahora al análisis de otra importante muestra de la épica española -con su encauzamiento formar a través del mester-, el Poema o Libro de Fernán González, nos encontramos doblemente con planteamientos similares a los anteriores junto a diferencias sustanciales[81].

Fernán González aparece movido por un vehemente deseo expansionista que recuerda, a una escala territorial menor, lo que sucede con el Libro de Alexandre, otra muestra épica de signo universalista, aunque eso sí, convenientemente adaptada a la mentalidad castellana de la época. Y todo hecho bajo una idea de España que marca el rumbo a la política reconquistadora del conde castellano e intenta conectar con el glorioso pasado visigótico de signo unificador. De un "pequeño rincón" se logra, tras sucesivas victorias, convertir el territorio agrandado en reino independiente; algo que, como es bien sabido, no se sostiene históricamente, al tratarse de una visión puramente legendaria, aunque de inusitado arraigo[82].

No aparece aquí el afán ganancioso que anima la política expansionista cidiana del Cantar, aunque naturalmente el Conde luche frente a moros y cristianos por alcanzar al propio tiempo saneado botín que luego repartirá entre los suyos y los monjes que le prestaron ayuda, tanto espiritual como material. Recordemos, sin ir más lejos, cómo Fernán González no se olvida de premiar a los monjes por la ayuda prestada:

276    De toda su ganancia que Dios les avyé dado,

mandó tomar el quinto el conde venturado,

lo que d'ello le copo óvolo byen conprado,

mandolo dar al monje que l'diera ospedado.[83]

Por otra parte, nos encontramos con referencias a algunos alimentos consumidos, pan y vino especialmente, en una línea de frugalidad bien característica, especialmente en el caso de los monjes colaboradores, como muestra la recepción ofrecida al Conde por parte del monasterio de San Pedro de Arlanza a base de agua y pan de cebada (ordio)84]. Por el contrario, al dar cuenta de los tesoros arrebatados a los musulmanes, tras la toma de Caraco, no se hace una descripción detallada de las ganancias adquiridas, como en el caso del Cid, al aludir sólo a los mil marcos de plata adquiridos[85].

Pero donde los planteamientos económicos desempeñan papel importante es en la leyenda de la independencia de Castilla por el precio de un azor y un caballo. Se trata de un tema que ha sido principalmente tratado desde el ángulo político e institucional. Pero las connotaciones económicas del pasaje son asimismo notorias por lo que conviene hacer un breve repaso al tema.

Según el Poema -o Libro- se presenta Fernán González ante las Cortes convocadas por el rey leonés con un soberbio caballo, "que fuera de Almanzor", y un azor "mudado" en la mano de alto valor. Todo parece indicar que viene en plan provocador haciendo ostentación de animales tan preciados. Se produce luego un intercambio de propuestas entre los dos altos dignatarios políticos. El rey quiere comprarlos; el conde no los vende, en todo caso se los regala, a modo de nueva provocación. Al final, se llega a un acuerdo, se celebra un contrato de compraventa, con todos los requisitos formales -testigos, cartas partidas por ABC- y precio aplazado de mil marcos de plata, bajo condición de que, si no se entrega el precio a su debido tiempo, la cantidad fijada se iría duplicando cada día que pasase. Olvidado el rey de pagar en su debido momento, a la hora de calcular el monto de la deuda pudo comprobarse que no habría dineros en toda Europa para hacer el pago. Y así, a cambio de la condonación de la deuda monetaria, logró el conde Fernán González la independencia de Castilla frente a León[86].

En el trasfondo de la leyenda puede percibirse todo un entramado económico, aunque convenientemente dosificado hasta el "estallido final" de la "burbuja", al tratarse de una cifra imposible de alcanzar aunque se pusiera a contribución todos los recursos económicos del mundo occidental. Se comprende el grado de estupefacción que debieron de alcanzar, los oyentes de la juglaría al oír hablar de cifras tan altas, jamás alcanzadas en trasmisiones de la época, incluso muy difíciles de imaginar. Pero pasemos a otro autor no menos famoso.

Encuadrado cronológicamente entre la épica y el romancero nos encontramos con un prosista que en buena parte responde a los condicionamientos feudovasalláticos apuntados en este capítulo, si se observa atentamente su obra por lo que nos permitimos la licencia de situarle en este capítulo. Nos referimos a don Juan Manuel, a través de sus diversas aportaciones, significativo representante de la alta nobleza de los ricoshombres, muy metido al propio tiempo en el mundo señorial y vasallático del que se declarará abierto defensor.

Ya es sintomático que en el propio Conde Lucanor quede constancia de la obligación que tienen los "grandes señores" de "ganar su pan", al modo como veíamos en el Cantar de Mio Cid -en la escala inferior de infanzones- en vez de perderse en vanas disquisiciones o en disputas de escasa relevancia para su honra y reputación. Y sin salirse de esta misma obra, la vertiente feudovasallática se refleja vivamente en el ejemplo, embutido en la parte final de la obra entre máximas y aforismos -al margen delos 50 ó 51 exemplos- y que apenas ha sido tomado en consideración por los estudiosos[87].

Digamos en breves palabras que se trata de uno de esos "casos" planteados por los tratadistas de materia feudal a través de la historia de un escudero que llega por su propio esfuerzo personal a lograr la condición y estatuto de caballero sirviendo a un "gran señor"[88]. En tanto que su padre, caballero asimismo, se ha convertido en vasallo de otro alto magnate. Y he aquí que los muy honorables grandes señores se enfrentan a vida o muerte en singular combate arrastrando tras de sí a los dos caballeros, padre e hijo. Y cuando, en plena refriega, observa el hijo que su padre está a punto de dar muerte a su señor con el que convive se le plantea un durísimo dilema ¿a quién de los dos debe ayudar? Por un lado, actúan los lazos de fidelidad, en su día juramentados y, por otro lado, el amor paterno. Sin dudarlo se impone el juramento de fidelidad a la piedad filial. Con tan mala fortuna que la espada dirigida frente al padre logra atravesar en su fatídica trayectoria al señor a quien prestó fidelidad. El joven caballero, sumamente apesadumbrado, abandona el lugar y deambula por diversos y alejados territorios "con una soga al cuello", en la línea marcada por los textos territoriales castellanos con el Fuero Viejo al frente, por considerarse culpable de las muertes acaecidas, aunque no de la traición. Pero todos los caballeros por donde divaga reconocen que ha procedido convenientemente por anteponer la fidelidad a su señor a otro tipo de sentimientos. Pocas veces en límpida prosa castellana encontramos un relato tan transido de proyecciones feudovasalláticas, con su correlato económico de "ganarse el pan", en contraprestación a la "convivencialidad" que le ha prestado al joven caballero su señor, tras el ceremonial del pleito y homenaje.

No podemos dejar de echar una ojeada al Libro de Alexandre, no sólo por su importancia literaria y amplia influencia en España, sino por haber sabido adaptarse la obra a la situación española de aquel momento de forma muy precisa, tanto en el plano épico como en el feudovasallático. Y todo ello con independencia de los aspectos formales representados por el manejo de la cuaderna vía, al modo del mester de clerecía. Pondremos sólo unos cuantos ejemplos en una obra tan extensa y brillantemente realizada.

Alejandro pretende conquistar el mundo. Y aún esto le parece poco, deseando adentrarse en las profundidades del mar y en el devenir del universo todo. En su discurrir geográfico-político va repartiendo riquezas a diestro y siniestro. No en vano adquirió fama de liberal por antonomasia, tal como recuerdan una y otra vez diversos textos literarios españoles de épocas distintas.

El autor a veces se recrea en la descripción de los tesoros adquiridos o por adquirir de Alejandro, como sucede con la exhibición del carro de Darío, labrado todo él con metales nobles, marfiles y piedras preciosas:

855   El carro en que iva tant'eran de hermoso

que quil podrié veer, teniés por venturos.

 

856   Los rayos eran d'oro, fechos a grant lavor;

las ruedas esso mismo, davan grant resplandor;

el exe de fina plata, que cantasse mejor;

el ventril de ciprés por dar buena olor.

 

857   El cabezón del carro nol tengades por vil:
era todo ondado de muy buen amarfil,
todo era labrado de obra de grafil,

de piedra de grant precio havié y más de mil

 

858   las puntas de los rayos eran bien cabeadas,

de bestiones bien fechos e de piedras preciadas,

eran tan sotilment todas engastonadas,

semejavan que eran en uno ajuntadas.[89]

A continuación el autor del libro proseguirá con la descripción, no menos impresionante, del yugo aparejado al carro. Y no digamos nada del "asiento" o trono del rey persa, o del águila con las alas desplegadas para darle sombra[90].

Riqueza que, como decimos, convertida luego en botín, tras la victoria, sería objeto del correspondiente reparto al ejército macedonio. Pero antes Alejandro en una de sus arengas había prometido, a la vista de las tropas persas, hacer grandes repartos de las ganancias adquiridas en combate:

972    A los que fueren ricos añadiré riqueza,

a los que fueren pobres sacaré de pobreza,

quitaré a los siervos, que bivan en franqueza,

non daré por el malo una mala corteza.[91]

Para añadir a continuación que no importa la adquisición tanto las riquezas en combate como el triunfo militar en sí mismo:

974    De toda la ganancia me vos quiero quitar,

assaz he yo del prez, non quiero más levar.[92]

Sigue luego la toma de la ciudad de Tiro, cuyos habitantes habían incurrido en traición, por lo que fueron ejecutados, tras el incendio de todo el caserío, sin que el anónimo autor se olvide de recordar los fabulosos tesoros acumulados en la ciudad:

1114  Los tesoros de Tiro fueron bien abarridos.[93]

Posteriormente, tras la toma de Gaza, se encaminan las tropas griegas a Judea, donde el héroe queda transfigurado al entrar en contacto con la fe verdadera (llego incluso a postrarse en tierra para orar), sin olvidar tomar importantes medidas en el plano hacendístico:

1144  Soltóles los tributos e de todas las pechas,

mandóles que toviessen su ley a derechas,

como la ley mandava ufrió sus oblaçiones,

confirmóles su ley e todas sus açciones.[94]

Vendría luego la segunda tentativa de Darío por recuperar el poder, tras mandar alistar el mayor número posible de tropas. Conviene tomar nota de la forma que tiene el Libro de Alexandre de referir el alistamiento desde el ángulo de las actividades económicas:

1194   Así lo mandó en toda su honor,

que non fincasse home, rabadán nin pastor,

nin fincasse burgués nin ningunt lavrador,

nin ningunt menéstral de ninguna lavor.95]

Logradas tantas victorias, con la consiguiente abundancia de riquezas, hubo un momento en que el ejército de Alejandro no podía avanzar más ante la pesada carga que comportaba tamaña acumulación de riquezas. Fue necesario tomar una decisión drástica si se quería mantener un ejército suficientemente operativo, como fue hacer un enorme montón con los tesoros adquiridos para a continuación incendiarlos. Semejante decisión hubo de ser consultada por la más granada y representativa parte del ejército a través de un reunión del Senado militar, quien, una vez más, votó a favor de la propuesta de Alejandro, a quien correspondió encender la mecha, por doloroso que resultase:

1896  Sacó el rey lo suyo a almoneda primero,

non quiso retener valía d'un dinero;

desent sacaron todos quisquier de su sillero,

cuando fue allegado, fízose grant rimero.

 

1897   El rey con su mano ençendió una faja,

dióle a todo fuego, nol dolié nin migaja,

non dexó de quemar una mala meaja,

havié tan poco duelo como si fuesse paja.

 

1898   Pesávales a todos del daño grant que era;

maguer eran pesantes, encubrién su dentera:

desque lo suyo mismo metié en la foguera,

non le podién decir una letra señera.[96]

Al final todo el ejército quedó reconfortado al verse liberado de transportar la pesada carga atesorada y ante las expectativas halagüeñas de adquirir nuevos territorios, colmados de "parias" y tributos, como a la postre sucedería.

Pero no sólo se trataba de obtener botín mediante la fuerza. Hubo un momento en que la fama de Alejandro de extendió de tal modo por el mundo entero que desde muy distintos puntos de la geografía universal le hacían entrega voluntaria de donaciones y presentes. España y Francia fueron algunos de los países que contribuyeron en forma tan admirativa:

2520  Embióle España ofrecer vasallage,

embióle por parias un potro de linage,

que havié desta maña el rey de grant corage

tomarles poca renta sil fazién homenage.[97]

Pero no todo es guerra y afán expansionista en el bien perfilado Libro de Alexandre. El hábil autor de tan extensa obra hace un recuento por el calendario, mes a mes, con referencias a su situación climática y a los productos y alimentos obtenidos que guarda relación con otros ejemplos literarios, según tendremos ocasión de comprobar.

Así en los primeros meses del año, al calor del fuego, se asan gallinas y aparecen colgadas cecinas y longanizas. En marzo se extreman los cuidados en las viñas a base de cavar y podar; mientras tanto, al ser más largos los días y al llegar a mayo, nuestro autor, intensificando su vena poética, insiste en las faenas del campo. Pero es sobre todo en los meses de verano cuando la actividad campesina se multiplica hasta hacer sudar a los segadores:

2559   Sediá el mes de mayo coronado de flores,

afeitando los campos de diversas colores,

organeando las mayas e cantando d'amores,

espigando las miesses que siembran labradores

 

2560   Madurava don Junio las miesses e los prados,

tenié redor de sí muchos oridos segados,

de çerezas maduras los çeresos cargados,

eran al mayor siesto los días allegados.[98]

Y, a partir del otoño, siguen nuevas tareas. Habrá que cultivar y preparar el campo para la siembra; los días se van haciendo más cortos; los puercos aprovecharán el fruto de las encinas para que luego pueda hacer la tradicional "matanza", que tanto significará en la economía campesina.

Resulta difícil imaginar un repaso al calendario agrícola tan preciso y sabiamente resumido como el descrito en esta ocasión. El fragor de las armas y el recuerdo de las victorias del héroe no ha impedido echar un vistazo al callado discurrir de las estaciones del año con el recuerdo de las fechas agrícolas más características. Con lo cual podemos pasar al examen de otras obras.

Años después se vuelve al recuento de las hazañas del Cid joven sin apenas miramientos hacia la realidad histórica en lo que se conoce con el nombre de Mocedades de Rodrigo. Hay aquí también algunos materiales dignos de reseñar en su configuración más representativa entre tanto relato fantástico.

Como es bien sabido, el Cid de las Mocedades se comporta de forma altanera e incluso bravucona, bien lejos del Cid del Cantar con toda su fina mesura; y no sólo en Castilla sino fuera de España frente a muy altos dignatarios, hasta llegar a incluir en la nómina al Papa. Pues bien, en las disputas entre magnates cristianos se presta atención a las razias y violencias desatadas entre unos y otros contendientes. Se cometen graves abusos -con una interesante y desacostumbrada mención a la deshonra ejercida frente a las lavanderas del río- que por nuestra parte conviene reseñar en un momento en que el territorio vivía en paz y seguridad:

295    El conde don Gómez de Gormaz a Diego Laynez fizo danno;

fferióles los pastores et rrobóle el ganado.

A Bibar llegó Diego Laynez, el apellydo fue llegado:

Él enviólo rrecebir a sus hermanos e cavalgan muy privado.

Fueron correr a Gormaz quando el sol era rrayado:

 

300    quemáronle el arrabal et comenzárosle el andamio,

et trae los vasallos et quanto tienen en las manos,

et trae los ganados quantos andant por el campo,

et trále por deshonra las lavanderas que al agua estaban lavando.[99]

Posteriormente se devuelven los rehenes tomados -ya sean lavanderas o vasallos- pero no en lo tocante al ganado robado:

311    Otórganse los omenajes que fuesen y al día de plazo,

tórnanle de las lavanderas e de los vasallos,

mas non le dieron nada del ganado,

ca se lo querién tener por lo que el conde avía levado.[100]

En cuanto a los moros, Rodrigo, a propósito de su matrimonio con Jimena, se compromete a salir victorioso en cinco batallas. Y en la primera de las lides los musulmanes talan los campos, toman cautivos y roban los ganados[101].

Por poco tiempo, naturalmente, ya que el héroe castellano, derrotados los moros, logra recuperar lo robado:

477    contra Tudela de Duero traxo los paganos e el ganado:

cautivos e captivas, tráxolos el Castellano.[102]

Las Mocedades inciden también en el plano tributario en forma bien curiosa y al hilo de la exención política de los reinos europeos frente al Imperio. En esta ocasión importa al autor las exigencias tributarias que tratan de imponer a España las máximas autoridades europeas, tanto el Papa como el Emperador:

748    En esta querella llegó otro mandado:

cartas del rey de Francia e del emperador alemano,

cartas del patriarca e del papa romano.[103]

Al final, gracias a la decisiva intervención del joven Cid no habrá obligación por parte de España de rendir tributo alguno, por muy alta que fueran las autoridades políticas que defendieran lo contrario. Y en este punto conviene introducir otro tema.

Si pasamos al romancero, podemos espigar algunos datos de los aquí interesa destacar[104]. Como han señalado diversos intérpretes, estamos ante la crisis de las estructuras feudales, muy especialmente si se plantea el fenómeno histórico desde el ángulo institucional. Pero la crisis desatada llegará a proyectarse no solo en el ámbito individual, sino en todo un extenso abanico de relaciones humanas, con todo un amplio despliegue de conflictividad. El romancero lleva a sus extremos los enfrentamientos personales, familiares o de grupo, con resultados trágicos en tantas ocasiones. De ahí que Gómez Moreno haya insistido en el material "morboso, truculento o sensacionalista" que aporta el romancero[105].

Esa alta dosis de conflictividad tiene su correlato en el ámbito hacendístico, como vamos a recordar con dos ejemplos significativos en torno a sendas exenciones fiscales. Pensemos en primer lugar en el conflicto suscitado por el pretendido cobro de un tributo de escasa cuantía, pero de alto significado político-social, cual es el denominado de los cinco maravedís y que fue planteado como ayuda para la conquista de Cuenca por Alfonso VIII, tal como se proyecta en diversos textos romanceriles.

La conquista de Alfonso VIII con la aportación del referido tributo podía servir de estímulo y acicate para recuperar una plaza tan emblemática como era Cuenca. Pero los consejeros del rey se olvidaron de que, planteado el tributo en su nuda generalidad, iba a afectar muy negativamente a todos los fijosdalgo del reino, grupo social que se distinguía precisamente por su exención tributaria. Después de un intenso forcejeo entre el rey y una representación de los hidalgos, se terminó decidiendo por parte del grupo exento hacer su prestación tributaria a través de la ceremonia simbólica de colgar en un pañizuelo atado en la punta de las lanzas la suma requerida de los cinco maravedís. Toda una amenaza de la que tomaría buena nota el entorno regio hasta dar marcha atrás en sus pretensiones hacendísticas. Se trata de una suma de escasa cuantía aunque muy representativa al poder significar un primer paso frente a la exención tributaria de los hidalgos.

Un nuevo testimonio de conflictividad en torno a la hacienda real encontramos en otra leyenda que sitúa como protagonista a Enrique III, quien, a pesar de su delicada salud, supo enfrentarse decididamente a la nobleza más recalcitrante del reino, cuando su camarero, al frente del tesoro real, le indica que no queda ni una sola moneda en la cámara regia para poder pagar la cena de ese mismo día; y todo ello por culpa de las exigencias económicas nobiliarias, cada día más perentorias; una nobleza que no hacía más que gastar en placeres y divertimientos sumas fabulosas. Fue entonces cuando el rey doliente se vio obligado a tomar medidas drásticas frente a esa nobleza para restablecer las finanzas reales a su antiguo estado; todo ello proyectado luego en una larga tradición literaria con importantes reflejos en algunos textos del romancero hispánico[106].

Pero el romancero ofrece también otros puntos de vista de caracterización económica. Así, las fabulosas donaciones en marcos de oro por parte de algún rey para que un joven de la nobleza pueda divertirse con lujo, juegos de tablas y mujerío, a la manera de una de las cuatro versiones del romance dedicado al conde Claros de Montalbán que lleva por título A caza va el emperador[107], o la exigencia de una princesita de recibir una gran suma en dote o arras, si algún pretendiente quisieracortejarla con éxito[108]. Y, por supuesto, se recogen menciones a los labradores, caracterizados, además de por su dedicación agraria, por su especial vestimenta, con sus curiosas y bastas "capas aguaderas"[109]. Sin que falten algunas menciones a muertes por hambre y sed como es el caso de Delgadina para evitar un incesto[110].

Volvemos a encontrar aquí también nuevas referencias al sistema monetario: los pesantes de oro, moneda musulmana, que aparece mencionada en el romance de La fuga de Gaiferos[111], mientras que en otro romance también de ambientación musulmana son cien las doblas -que luego se mencionarán como doblones-, pagadas por una esclava cristiana a la que luego se dará libertad, en el romance Mi padre era de Ronda[112], y, en este mismo romance, aparecen también reseñas de las actividades de majar esparto o moler cibera (cebada).

Hay también menciones a tributos, parias especialmente, en el Romance del Moro Calainos, mezcladas, a veces, con prácticas feudovasalláticas[113].

Por otro lado, encontramos incluso en el romancero algún trastrueque en las posiciones tradicionales asumidas en torno al tándem honra y riquezas. Desde un punto de vista moral e incluso caballeresco en teoría debe predominar la honra sobre el afán de acaparar riquezas. Y si la honra se centra en la mujer, su valor, para una mentalidad como es natural de tipo tradicional, se acrecenta enormemente. Pero en el romancero -dada la enormidad de muchos de sus planteamientos- cualquier trastrueque parece resultar factible de introducir. Pensemos, por ejemplo, en lo que sucede en el Romance de la guirnaldas de rosas, donde una joven declara a su madre haber mantenido relaciones sexuales con un caballero, ante lo que la madre, perdido el control, lanza hondas lamentaciones por la terrible pérdida de la honra femenina: "Tu honra -dirá- no vale nada".

Mientras que por su parte la hija prefiere anteponer los intereses materiales a los dictados de la buena fama:

21  -Calledes, madre, calledes

calléis, madre muy amada, q

ue más vale un buen amigo

que no ser malmaridada.[114]

Y la madre termina por aceptar semejante planteamiento, frente a las exigencias tradicionales. Nos encontramos ante el tema repetitivo de la mal maridada.

La historia del caballero y la dama continúa en sucesivos romances. El caballero, vestido ahora de pastor, logra penetrar en el ámbito reservado de una joven principal, una infantina que tiempo atrás había repudiado al caballero. Canta una bella canción mientras teje una tela singularísima. Una dueña observa que el vestido resultante pudiera tener propiedades mágicas. Se lo pregunta al presunto pastor, quien en su respuesta argumenta que aquel tejido podrá servir para embellecer e incluso rejuvenecer a las mujeres:

A las viejas fase mozas

e las mozas mucho mas.[115]

La infantina se encapricha de la tela y promete por el paño toda una fortuna, procedente del tesoro real:

-Si de vender has el paño,

si quies vender el tiellar,

endonarte he mucho de oro,

más que vayas desear;

otrosí, darte he de joyas

cuantes puedas apañar

de aquellas las más presciadas

de mi tesoro real.[116]

Pero el fingido pastor se permite el lujo de despreciar todo el oro que pueda recibir por la compraventa bajo la idea tan repetida de que:

¡Asaz rico es el que puede

de riqueza non coidare![117]

Lo único que quiere es conseguir el amor de la infantina, la cual termina por entregarse al pastor de los disfraces, quien, a su vez, decide probarla y darle una lección para amainar su antigua soberbia e irascible comportamiento. Tras diversos avatares, con un anillo mágico de por medio -todo un motivo folclórico-, se encuentras en el reino de Hungría con el pastor transfigurado ya en príncipe, acompañado de su séquito en visita a la infantina, quien, muerta de hambre, languidece en un choza. Pero el final no puede ser más feliz al descubrir ante la infantina la tramoya montada por el príncipe heredero antes de que comience los desposorios.

Se trata en este largo romance de disertar, entre líneas, sobre la condición efímera de las riquezas, en comparación con el alto valor del amor, desde una posición de fuerza como es la que asume el príncipe disfrazado de pastor, tras probar hasta donde llega la resistencia de una caprichosa infantina.

No faltan tampoco en los romances otro tipo de referencias al poder omnímodo del dinero sin posibilidad de ofrecer resistencia por parte del público en general. Así en la desagradable narración de los amores bestiales de Pasiphe con el legendario toro se recoge una reflexión en línea tradicional sobre el poder del oro:

Que el oro es tan poderoso,

que solo su nombre hace

que se traspasen los fueros,

y lo más fuerte se ablande;

y los más sublimes montes

sin dificultad se pasen:

efectos son de codicia,

que aunque es torpe a muchos trae

sujetos, y pocos huyen

de sus conocidos males.[118]

Desde otro punto de vista aún más radical en el Romance del villano del Danubio-sobre el que se explayará Fray Antonio de Guevara, como veremos después-el rechazo a cualquier tipo de imposición por parte de Roma hacia el territorio sometido es radical. Con su tosca figura y su pobre vestimenta el villano se atreve a encararse ante el Senado romano para denunciar los estragos causados en su país y las inhumanas imposiciones de tributos por parte romana:

Nací ribera del río,

que el Danubio era llamado:

estuviastes capitanes,

hannos la tierra estragado;

no queremos ya mujeres,

ni queremos ser casados,

ni pagar tributo á Roma,

ni a Roma ser tributarios.[119]

Pero no se agotan aquí las posibilidades del romancero para nuestra rebusca de datos. Pensemos, por ejemplo, en la facilidad como se otorgan mercedes por parte de altos dignatarios políticos con el Emperador al frente. Mientras que por el contrario en una sociedad tan movediza y caprichosa a la menor contrariedad se acude a las desheredaciones y apropiaciones de bienes por parte del poder público, pasando de la opulencia a la más menesterosa pobreza. Pensemos, por ejemplo, en el Romance del conde Grimaltos y su hijo que desde baja posición sube, poco a poco, a los más altos destinos políticos hasta casar con la hija del rey y ser nombrado gobernador general de un territorio del reino, actuando en él con total autonomía. Hasta que en la Corte se le acusará falsamente de traición, como rebelde al rey y con intento de alzarse con el territorio por él gobernado. Convencido por su mujer, decide presentarse ante la Corte real -tras cinco años de ausencia- para demostrar su inocencia, sin lograr conseguirlo. El rey sigue convencido de su traición, aunque le castiga con una pena menor a la de tan grave delito: el destierro del reino sin posibilidad de cabalgar con mula o caballo ni de hacerse acompañar de criados o caballeros y sin poder llevar numerario alguno: "moneda de plata y oro deje, y aun la de metal"[120]. En tales condiciones se comprende las fatigas y calamidades que pasará junto a su mujer que decidió acompañarlo sin un alimento que llevarse a la boca y con un niño recién nacido entre los brazos hasta encontrarse, abandonados en pleno bosque, con un ermitaño que le sirviera de ayuda y amparo con sus escasos medios; y así durante quince años.

La leyenda es bien conocida y sus fuentes han sido localizadas, por lo que no hará falta continuar con los avatares protagonizados posteriormente por el niño recién nacido en pleno monte, nada menos que Montesinos.

Lo importante para nosotros es comprobar como el tipo de destierro aplicado equivale a una verdadera confiscación de bienes al no poderlos utilizar a partir de la sentencia real en este caso con tres días de plazo para salir precipitadamente del reino. Se trata de uno de los muchos casos de destierro que aparecen documentados en nuestro romancero.

En suma, nos encontramos con un sector muy peculiar, tanto en el ámbito literario como económico, que va a tener sus momentos estelares en la Edad Media para luego languidecer. La épica, con el naciente Estado moderno, va a seguir otros rumbos, aunque se recuerdan aún a sus héroes tradicionales, del Cid a Fernán González. Pero ya las ganancias territoriales o monetarias no se obtendrían tan fácilmente por vía de reconquista, tras la toma del reino de Granada.

Es cierto que la realidad histórica ofrece momentos espectaculares en los que los altos magnates obtienen grandes donaciones reales que les permitirían ampliar y fortalecer sus dominios señoriales o los mayorazgos en su caso, fundados para sus descendientes con ánimo de preservar un alto nivel económico para determinados linajes, en lugar de verlos fragmentados por vías sucesoria. Y en tal sentido hay momentos especialmente significativos como sucede con las denominadas mercedes enriqueñas, utilizadas por Enrique II -tras el asesinato de su hermano- para rodearse de una nobleza adicta, dando lugar a lo que desde Moxó se conoce bajo la denominación de nobleza nueva, por más que tal enfoque interpretativo haya sido sometido a correctivos en los últimos años. Y conviene no olvidar lo sucedido a fines del siglo XV con las segundas mercedes enriqueñas, en el infausto reinado de Enrique IV. Pero en unos y otros casos la adquisición de riqueza se consigue mediante donaciones reales y no por la decidida actitud batalladora de un personaje tan irrepetible como fue el Cid.

En cuanto al romancero seguirá su evolución particular a través de nuevos temas y con la participación de autores bien conocidos, un Góngora o un Lope de Vega, frente al anonimato del romancero viejo. Y es que el influjo económico-hacendístico en la literatura se adaptará a la propia configuración de cada momento histórico[121].

 

 

3. Trasfondo económico de relatos breves y literatura sentenciosa.

 

Multitud de relatos breves tuvieron amplia expansión en la Baja Edad Media española, la mayoría de ellos con sus correspondientes mensajes, avisos o reflexiones sentenciosa en torno al comportamiento humano. Tanto en prosa como en verso, de forma más rara, solos o formando colección, surgidos dentro o fuera de la Península, cabe encontrar en muchos de ellos un fondo floclórico digno de destacar. Y no faltan aquellos que, de una u otra forma, guardan relación con la temática aquí analizada por clara impronta económica o hacendística.

Hubo algunas de esta colecciones que circularon en latín por diversos países, como la conocida con el nombre de Disciplina clericalis, de gran influencia en otros relatos breves posteriores. Pero a nosotros nos interesan, como venimos diciendo, los escritos directamente en castellano, aunque fueron inspirados en textos originales de otros idiomas.

Centraremos nuestra atención en un principio en una de las obras de gran empuje narrativo y feliz elaboración artística, aunque tantas veces utilizando materiales ajenos; nos referimos, naturalmente, a la obra de don Juan Manuel, El conde Lucanor. Procuraremos, en principio, poner en relación algunos de los relatos contenidos en esta obra tocantes a nuestra temática con otras narraciones contenidas en otras obras literarias.

Uno de los temas característicos de los relatos breves es el de la imposibilidad de alcanzar importantes riquezas a través de la utilización de la alquimia, bajo la idea de convertir determinados objetos en oro, con todo lo que ello pueda comportar de enseñanza moral y de afrenta para quienes se dejaron engañar por semejante vía. Con importante variantes encontramos fijada la narración tanto en el Libro del Caballero Zifar como en don Juan Manuel.

Con muchos detalles concretos comienza la narración en el Caballero Zifar centradas las aventuras en los entornos del río Tigris, a la sazón imperio de Tigrida y sede del antiguo paraíso terrenal, donde encontramos al infante Roboán como consejero del emperador de aquellas tierras. Y entre los consejos a tal fin aportados se desliza una narración en la que participan dos reyes y un caballero, hijo de un alfageme o barbero, de condición, por tanto, no aristocrática, para poder prosperar fuera de su país, al noposeer condición nobiliaria. El caballero pidió al rey ser enviado a otro país con cartas de recomendación de su rey. Y ya ante el nuevo rey, preguntado por cuál fuera su oficio o dedicación -en las cartas figuraba como hijo de alfageme, lo que contrarió enormemente al caballero-, se presentó como un alquimista capaz "de hacer oro", es decir, de convertir determinados objetos en oro puro. Con esta tergiversación el joven se puso en contacto con el dueño de una tienda, un "especiero", a quien entregó limaduras de unas doblas (polvo de oro) bajo el encargo de que quien viniese a comprarlas le dijera que aquellas eran los restos de una amplia remesa que ya había sido vendida, pero que podía hacer indagaciones para encontrar más cantidad de aquel producto. El codicioso rey, ante las noticias aportadas por el falso alquimista, envió emisarios por todo el reino para adquirir tan preciada mercancía. Por su parte, el especiero no hizo más que transmitir a los emisarios del rey el encargo recibido, mientras el rey, más codicioso que nunca, facilitó al pretendido alquimista veinte camellos cargados de plata para la adquisición, al por mayor, del mágico producto. El joven, naturalmente, se fugó con la valiosa carga, mientras que el rey quedó burlado y sin plata, lo que daría pie a los comentarios críticos de algunos súbditos.

En la versión de Don Juan Manuel el relato resulta más breve y compendioso. Se prescinde de muchos de los diálogos entre los distintos personajes; el protagonista no es un joven caballero sino una especie de truhán o "golfín"; tampoco se menciona para nada al primero de los reyes. Pero al final el resultado fue parecido al del relato anterior, el "golfín" se quedaría con las riquezas aportadas por el monarca, lo que despertaría la chanza de algunos súbditos. Y no cabe pensar aquí en una especie de justificación por parte del joven caballero al verse en una situación desairada ante el nuevo rey, a tenor de los términos en que estaba redactada la carta real de recomendación.

Se trata en ambos relatos de poner al descubierto la insensatez de quienes piensan enriquecerse mediante procedimientos de alquimia; insensatez que queda en ambos casos subrayada por la condición real del personaje estafado[122].

En el ejemplo VIII el marco de la narración cobra particular importancia en tanto Don Juan Manuel pide consejo a Patronio sobre los apuros financieros en los que se ve envuelto, lo que le podría obligar a poner en venta una de sus más preciadas posesioneso buscar algún otro medio para salir airoso del trance, con la particularidad de que precisamente en esos momentos diversas personas acuden a él en demanda de dinero. La respuesta de Patronio se proyecta en una narración breve y un tanto extraña.

Un hombre adolecía de mal de hígado. Llevado al hospital, los médicos -"físicos"- se vieron obligados a realizar una operación de extracción y lavado del hígado con empleo de distintos medicamentos. Alguien que observaba la situación pidió el hígado para dar de comer a un gato. Naturalmente Patronio, volviendo a dirigirse al conde Lucanor, se pronunció sobre la falta de liquidez en forma muy taxativa:

Et vós, señor conde Lucanor, si queredes fazer muy grand vuestro daño por aver dineros, do se deven escusar, digovos que lo podiedes fazer por vuestra voluntad, mas nunca lo paredes por el mi conseio.[123]

En un rápido comentario conviene destacar la situación de un alto magnate castellano que, a pesar de poseer un altísimo patrimonio fundiario, se ve envuelto en una preocupante falta de liquidez, algo muy frecuente en la realidad monetaria de la época, todo lo cual muy bien pudiera referirse al propio don Juan Manuel. En tales circunstancias no cabía otro medio más expedito para allegar dinero que vender una finca muy preciada o acudir a algún otro expediente no menos doloroso; años después se procuraría poner en censo una o varias posesiones.

En cuanto al breve relato, Patronio ha extremado los contrastes entre el valor que representa el hígado en el enfermo, en realidad tanto como su propia vida, y la ínfima apreciación por la otra parte como para dar el hígado de comida a un gato, que en la escala del mundo animal ocupa una de las posiciones más inferiores[124].

En definitiva, podemos resumir la situación a través de un breve esquema:

-  Urgencia del dinero en una economía de base agropecuaria.

-  Posibilidad de venta, en su caso, precipitada de una valiosa heredad.

- Valoración muy distinta de un vital órgano humano según el punto de vista de cada cual.

Se trata, pues, de proyectar distintos puntos de vista a partir de la mentalidad económica de la época.

Sobre la educación de los jóvenes de alto nivel versa otra narración con implicaciones sobre la administración de la hacienda (ejemplo XXI). A consulta del conde Lucanor sobre la educación de jóvenes aristócratas, Patronio despacha com el ejemplo de un hijo de un rey, manirroto y despreocupado, sin reparar en los insistentes consejos de su buen ayo, un importante filósofo, que sufría por la conducta del joven, hasta verse obligado a buscar una solución extrema.

Ocupando ya el trono, llevó al joven rey al campo a ver la disputa entre dos cornejas, que trataban del matrimonio de sus hijos, una de las cuales, perteneciente al señorío del rey, se lamentaba a grandes voces de cómo su territorio estaba abandonado a su suerte, lleno de miseria y de culebras y con la hacienda completamente abandonada. Lo que sirvió para que el joven monarca, captado el mensaje, cobrase conciencia de la situación y cambiase de conducta, ocupándose de poner orden en la hacienda. Sin que falte la correspondiente moraleja: que a este tipo de jóvenes de elevada posición económica y muy pagados de sí mismos se les podía educar mejor no a base de reprimendas enojosas sino con una cierta suavidad y buenas mañas, en bien de la administración hacendística.

Por otra parte, algunos escritores recogen relatos breves dentro de una amplia exposición de pensamiento político como sucede con García de Castrojeriz en la Glosa castellana a Egidio Romano. Veamos algunos significativos ejemplos en tal sentido.

Elegimos, en primer lugar, un tema referente a la administración de justicia con sus correspondientes contenidos económicos en el que interviene una persona de recto proceder que se dedica a prestar ayuda a pobres y menesterosos en los procesos judiciales en los que se ven envueltos. Su nombre resulta bien curioso: "Ayuda de pobres" -"Refugium pauperum"-, según denominación ya utilizada con anterioridad por Pedro Alfonso, autor de la Disciplina clericalis.

En esta ocasión un "rico, malo y codicioso" había alquilado una casa a un pobre del lugar con idea de apoderarse de sus escasos bienes, para lo cual había introducido en la casa una serie de toneles, unos repletos de aceite, y los demás con aceite sólo hasta la mitad. Pasado un tiempo, el rico presentó una acusación ante el alcalde de haberle sido robado el aceite depositado en sus recipientes rellenos hasta la mitad. La sentencia del alcalde no pudo ser más dura: que se repusiera el aceite sustraído, "si no, que muriese por ello". Pena de muerte, pues, para el pobre que había sido engañado. Pero es en este momento cuando entra en juego el benefactor de los pobres, ahora bajo la denominación latina de "Refugium pauperum", como en la Disciplina clericalis. Su alegato consistió en plantear la prueba de si contenían unos y otros recipientes la misma cantidad de aceite. Realizada la prueba, pudo comprobarse cómo los toneles con aceite hasta la mitad contenían asimismo la mitad exacta de heces que los repletos de aceite, con lo que se demostró la inocencia del pobre y en consecuencia quedó libre de la acusación. Nada se dice, sin embargo, sobre la posible responsabilidad del falso acusador[125].

Si comparamos este relato con el original de Pedro Alfonso, existen a grandes rasgos coincidencias, pero al propio tiempo podemos detectar numerosas variantes.

Por de pronto el relato de Pedro Alfonso resulta mucho más extenso. García de Castrojeriz en su resumen ha prescindido de la parte dialogada que ocupa amplio espacio en la Disciplina clericalis. Y al propio tiempo se dejan de lado muchos otros detalles. Así, el acusado ya no es un joven con más o menos dosis de ingenuidad, sino un pobre como tal, carente de vivienda y que se ve precisado a alquilar una casa, mientras que, en la Disciplina clericalis el joven es propietario de la vivienda; una vivienda que para mantenerla convenientemente, exigía grandes esfuerzos económicos. El vecino que busca aprovecharse de sus estrecheces económicas trata de comprar la casa. Pero el joven de ningún modo quería vender. Al fallarle su propuesta, el rico toma en arrendamiento una pequeña parte de la casa. Digamos que la propuesta aparece expuesta en forma dialogada, lo que no sucede en García de Castrojeriz. Tales son las principales variantes entre uno y otro texto.

Por otra parte, en la misma Glosa de García de Castrojeriz aparecen también diversos relatos tocantes asimismo a la administración de justicia en torno a personas menesterosas o desvalidas, vía Valerio Máximo, lo que no tiene nada de particular al tratarse de un autor latino que ha sido aprovechado hasta la saciedad en la Edad Media como fuente de inspiración de todo un anecdotario "con mensaje"[126].

Ante todo, nos encontramos con el famoso suceso ocurrido en Alejandría, donde una mujer mató a su marido y al hijo concebido por éste con otra mujer, tras haberlo matado un "fijo muy bueno que ella havía de otro marido". El proceso en principiohabía tocado dirimirlo a un juez ateniense de nombre Dolobela, quien no se consideró capaz de juzgar tan dificultosa materia. Por un lado, no podía quedar libre una mujer causante de dos muertes; pero, al propio tiempo, tampoco debía ser condenada al ver muerto a su hijo en tan trágicas circunstancias, de modo que se sintió obligado el juez a dar traslado de los autos al "Consejo de los sabios de Atenas", donde se acordó resolver la disyuntiva de forma bien curiosa.

 E los sabios, después que vieron la acusación e la muger culpada, juzgaron muy sabiamente que este pleito havía menester cien annos, para saber lo que habían de facer en él e así mandaron a las partes que vinieses a cabo de cien annos a oír la sentencia. E ovieron esa misma intención que Dolobela, sacado que él encomendó el juicio a éstos alogáronlo por la dubda que habían de condenar o de absolver.[127]

Estamos ante uno de esos temas dificultosos planteados ante los tribunales de justicia en los que, a través de un ingenioso planteamiento, se opta por aplazar el cumplimiento de la sentencia dictada por un juez o tribunal hasta una fecha tan distante que a la postre resultaría de imposible cumplimiento, a la manera como sucede en el famoso caso del elefante hasta tanto no se le enseñase a leer, tan traído y llevado por nuestra literatura, con el propio Cervantes a la cabeza. Por lo demás, en esta ocasión García de Castrojeriz ha respetado minuciosamente lo apuntado por Valerio Máximo, incluso lo tocante al nombre del juez.

Otro supuesto judicial aparece protagonizado por el "sabio Demóstenes", quien a base de ingenio y penetrativa, logrará salvar a una "hostelera" que se había comprometido a guardar el dinero de unos clientes, bajo condición de que la consiguiente reclamación del dinero se hiciera conjuntamente[128]. No fue así. Pasado un tiempo vino uno de los huéspedes a reclamar el dinero, alegando que su compañero había fallecido. Después apareció el compañero, sano y salvo, a reclamar a su vez la totalidad de la suma depositada. La pobre mujer no sabía qué hacer. Fue entonces cuando apareció Demóstenes para salvar del trance a la hospedera, tras exigir que la reclamación del dinero se hiciese conjuntamente por los dos antiguos huéspedes, algo que resultará imposible de cumplir, al haber desaparecido uno de ellos.

Parecido relato se recoge en el Libro de los exemplos, aunque con diversas variantes como la de prescindir de la forma dialogada empleada por Valerio Máximo[129].

En las restantes ocasiones inspiradas por Valerio Máximo no sólo se suprimen los nombres de los participantes en el suceso, sino que se procura abreviar el tema. En unos y otros casos se trata de aplicar medidas de gracia -a veces con participación de la justicia popular- en las condenas a muerte, por las especialísimas circunstancias económico-sociales que se dan en los procesos: una mujer que se encontrará sola y desvalida si se condena al hijo que ha dado muerte a su hermano, donde "presvaleció la sentencia del pueblo el ruego que hicieron porque la madre no fincase privada de ambos los hijos" o un padre condenado a muerte que, de aplicarse la sentencia, dejaría huérfano a un niño de corta edad. Se contemplan, además, otros supuestos que ya no se relacionan directamente con planteamientos económicos.

Conviene también destacar el resumen que ofrece García de Castrojeriz al final de la obra sobre ciertos pasajes de la historia de Alejandro Magno. Todo ello precedido de unos apuntamientos sobre los últimos años de la ciudad de Troya, tomados de la Historia troyana. Y lo más curioso es que la glosa tiene poco que ver en principio con lo que dice el texto de Egidio Romano, dedicado por entero al despliegue militar por tierra y mar, con planteamientos teóricos de base.

Se trata, en definitiva, de una selección de pasajes de la vida de Alejandro Magno con el acento puesto naturalmente en sus espectaculares hechos militares y en su fabulosa expansión territorial, a partir del vencimiento del rey Poro. Todo ello acompañado de los enormes tesoros que logra acumular. Sin olvidar tampoco la calificación de liberal que recibe el héroe en conformidad con una amplia tradición literaria.

No se olvida la Glosa naturalmente de recoger abundante anecdotario sobre Alejandro: enseñanzas de Aristóteles; conducta ejemplar con la mujer de Darío; dichos famosos del héroe; justicias extremosas frente al comportamiento cruel de los enemigos en relación con su ejército[130]. Y así sucesivamente. Digamos, por último que García de Castrojeriz procura a veces introducir alguna reflexión de carácter moralizante[131].

En cuanto a las fuentes manejadas, la Glosa cita distintos libros de la Historia de Alejandro. Pero todo parece indicar que llegó a consultar en algún momento el Libro de Alexandre, como se puede colegir de los regalos que recibe Alejandro Magno de distintas potencias europeas, entre las cuales, España:

Ca Francia le envía un escudo de oro, lleno de piedras preciosas; e Cartagena le envía un yelmo, que resplandece como el sol, e está cennido de piedras preciosas; e Alemania le envía una espada, que semeja que destella sangre; e Espanna le envía un caballo muy hermoso e departidos colores que trae freno de oro e máscalo con los dientes, faciendo en él son maravilloso.[132]

En definitiva, Alejandro Magno cumple el papel de héroe legendario en el doble plano militar y económico.

Por otro lado, diversos relatos breves se recogen en el Libro de los exemplos tocantes a la moral popular en torno al uso adecuado de las riquezas, a los comportamientos sociales sobre la pobreza y al consiguiente reparto de limosnas o al rechazo que producen codiciosos y usureros, procedentes todos ellos de una fuente general que, a su vez, se remite a un amplio ramillete de textos. Veamos en tal sentido algunos casos concretos.

Sobre codiciosos y usureros encontramos varios relatos. Un usurero que en una gran enfermedad entrega a un abad de vida ejemplar una cantidad de dinero (cuarenta sueldos) para rogar por su alma; solo que la moneda había sido adquirida de mala manera, salvo un único sueldo, lo que, conocido por el abad, llegó a la conclusión de que por el modo de adquisición del dinero no cabía esperar la mediación de la misericordia divina (LXI).

En parecida línea otro usurero hizo edificar una iglesia, bien dotada económicamente, con el dinero de las usuras. Y en el momento de la consagración por el obispo le esperaba el diablo al pie de la iglesia para increpar al obispo por no ser suya aquella edificación. El obispo huyó despavorido y la iglesia se hundió en aquel mismo momento ya "que aquella limosna non era aplacible a Dios" (LXXVII).

Un tercer caso de parecida ambientación religiosa se centra otro usurero que decide dar a los monjes mucho dinero para la salvación de su alma lo que no tuvo a la postre ningún efecto para su destino final, por la usura empelada en las ganancias, con la consiguiente reacción airada del usurero frente a los monjes por su inoperatividad (LXXVIII).

Paralelamente se ofrecen relatos en exaltación de las obras de caridad y del reparto de limosnas: el emperador lombardo Tiberio que repartió a manos llenas entre los pobres, con disgusto de su mujer. Y que cuando la arcas estaban del todo vacías se encontró con un gran tesoro aurífico (LXXIII); un viejo virtuoso y muy limosnero que, viviendo con un mancebo, repartía el pan entre los pobres, sin que milagrosamente se agotase, frente a lo que ocurría en un principio con el muchacho (LXXV); los monjes que vieron, también milagrosamente, cantidad de harina a las puertas de su monasterio, cuando ya, ante una enorme carestía, se habían gastado todas las provisiones, "salvo cinco panes" (LXXVI). Y así sucesivamente.

Numerosos relatos provienen del tan traído y llevado Valerio Máximo. Y en algún momento el relato en cuestión tiene por objeto subrayar los efectos saludables de una alimentación natural frente a las exquisiteces de palacio. He aquí la narración sobre el particular:

Dicen de un rrey de Rravenia, seyendo rústico, vino a ser rrey, e mudando la vianda de cuando era rrústico en manjares de rey, cayó en una grave enfermedad, e non pudiendo ser sano por ninguna melezina, ca dudando la causa non puede ser irado el hefecto, e un físico sábio preguntó que de qué condición era, e él le dixo como fuera rústico. Stonce el físico dixo: "La causa de tu enfermedad es porque dexaste los manjares acostumbrados et dístete a los deleites; si, quieres ser sano, torna a la costumbre que primero oviste, e usa de algun trabajo." E fizolo ansí, e luego fue sano.[133]

En suma, se trata de relatos en los que, por uno u otro camino, se procura alcanzar una enseñanza, de tipo moral o religiosos normalmente, o, como en este caso, para vivir en forma más comedida y conforme a la naturaleza. Pasemos a otro escritor de renombre.

Si pasamos a otras fuentes literarias, algunas consideraciones sobre aspectos económicos concretos en relación con la moral y costumbres ofrece Alfonso Martínez de Toledo en su Arcipreste de Talavera que podemos resumir brevemente.

Al tratar de los pecados mortales se destaca la ambivalencia a propósito de la avaricia. Si por una parte los avaros están continuamente insatisfechos de cuanto tienen, sin un solo gesto de liberalidad o "franqueza" hacia los demás, por otra parte no guardan ningún control en los gastos cuando hay una amante de por medio:

E jamás verás a ninguno avrir la mano a fazer franqueza synón a su coamante, o a los que la tractan, o saben, o son alcahuetes o mensajeros dela. Ally sueltan en dar las riendas; que non ay detenimiento en dar joyas e paños, comer e bever e gasajados; pero en todo otro lugar la su avaricia e denacidat es tanta quenate esperiencia demuestra cada día.[134]

Su opinión negativa hacia las mujeres se manifiesta al tratar de la codicia -con algunas prácticas diferenciadas con respecto a la avaricia- con efectos bien significativos. Todo un capítulo se dedica al tema bajo el epígrafe "De cómo las mugeres aman a dyestro e syniestro por la gran cobdicia que tyenen"[135]. Y en el desarrollo del tema Martínez de Toledo se fija en los cofres, que guardan esas mujeres, repletos de todo tipo de objetos codiciados, que el autor se complace en describir pormenorizadamente hasta formar una amplísima enumeración, difícil de localizar por otras vías documentales[136]. Paralelamente nos encontramos con observaciones decarácter general sobre el poder del dinero, encabezadas por un tradicional aforismo: "el dar quiebra las piedras".

Interesantes datos y referencias a productos alimenticios aparecen al tratar del pecado de la gula. Tampoco en este punto se advierte ningún control sobre los gastos[137].

Al final de la obra Martínez de Toledo presenta un largo enfrentamiento dialéctico entre la pobreza y la fortuna con un claro mensaje alegórico, tomado todo él, según propia confesión, de Boccaccio. Después de una larga diatriba en la que cada figura alegórica trata de defender sus respectivas posiciones, la pobreza logra imponerse a la fortuna, tras dictar sentencia contra ella y dejarla encerrada, atada de píes y manos. Se trata, pues, de uno de los varios tratamientos literarios a que se ve sometida la pobreza en su vertiente más positiva, si cabe hablar en estos términos[138]. Con lo cual podemos abordar la segunda parte de este capítulo dedicado a la literatura sentenciosa.

Por lo demás, en la Baja Edad Media asistimos a un amplísimo despliegue de colecciones de sentencias, máximas y apotegmas de muy diversas procedencia y por lo general muy relacionadas entre sí, a través de un complejo entramado, que la investigación, sobre todo en los últimos años, ha tratado pacientemente de aclarar. No podemos hacer aquí un resumen o balance de lo que se viene publicando sobre el tema, con aportación de nuevos descubrimientos textuales; pero no podemos dejar de establecer algunas notas aproximativas para dejar situado el tema.

Algunas de esas colecciones tienen su origen en la sabiduría oriental; se añadirían después aportaciones griegas, en obras como las del pseudo-Aristóteles, y romanas, desde el pseudo-Catón al propio Valerio Máximo, tan influyente en la cultura occidental. No faltan las aportaciones europeas. Y, claro está, en este suma y sigue de influencias resultan importantes también las elaboraciones y reelaboraciones hispánicas, a veces tomando como modelo formal algunas de las versiones de fuera, cual sucede con El Valerio de las historias, con datos procedentes del acervo peninsular.

Hay que armarse de paciencia para seguir la pista a las diversas manifestaciones sentenciosas que, como decimos, pasan de unos autores a otros, en buena parte desconocidos o apócrifos, y donde la repetición, tantas veces machacona, se advierte incluso a lo largo de una misma obra.

No esperemos encontrar en este punto grandes aportaciones teóricas. Estamos ante un medio literario propicio al manejo de los tópicos, presentados a veces en toda su desnudez, a través de máximas y apotegmas de carácter genérico que pueden derivar hacia una especie de sincretismo moral.

Pero vayamos a los aspectos económicos concretos que cabe detectar:

-  Tópicos como el de la codicia, raíz de todos los males[139].

-  Reflexiones sobre la pobreza y la delicada situación de quienes carecen de bienes.

-  Comportamiento del tirano al procurar de empobrecer a los súbditos, según una larga tradición del pensamiento político[140].

-  Rechazo de lisonjeros y gentes de escasos escrúpulos[141].

-  Empleo ocasional de toda una simbología, como en el caso del sapo a propósito de la avaricia[142].

Pero a veces el panorama económico puede ampliarse como sucede con algunos testimonios literarios, que recordaremos a título de ejemplo.

En primer lugar cabe reparar en lo que sucede con la obra del inglés Burley, muy conocida en Europa, para ser vertida al castellano bajo el título Vida y costumbres de los filósofos antiguos[143].

Se trata de una obra estructura en diversos apartados, de mayor o menor extensión, referidos a cada uno de famosos personajes de la Antigüedad, a los que se suele dedicar una semblanza, asimismo de mayor o menor extensión, sin que falte en ocasiones la introducción de algún relato breve. Pues bien, nos encontramos aquí con algún pasaje dedicado al cultivo del olivo para sacar enseñanzas morales; se insertan reflexiones sobre el verdadero tesoro que el hombre debe tener presente; se recuerda el caso de Pitero que llegó a "ser rico menospreciando las riquezas" o el de Anaxarces, muy parco en sus comidas con rechazo radical hacia la carne de animales como alimento. Observaciones, en definitiva, que pueden servir para ampliar el estrecho marco en el que se desenvuelve buena parte de la literatura sentenciosa[144].

La segunda obra que hemos seleccionado -la Epístola sobre el regimento de la casa- contiene en su brevedad interesante material económico en una línea muy característica del Antiguo Régimen, al ser la casa familiar centro económico y punto de arranque de una serie de reflexiones que pueden servir de alternativa a una teorización de mayor alcance, antes de la entrada en juego de arbitristas y expertos en economía, como tratamos de explicar en otro lugar[145].

 

 

4. Breve aproximación a prosistas aleccionadores y pensadores políticos.

 

Nos ocupamos ahora de materias misceláneas en las que participan prosistas que hemos calificado de aleccionadores en tanto tratan de sentar algún tipo de doctrina o de fijar determinados principios o reglas que de alguna forma apuntan al contenido de nuestra investigación, a la manera, salvando las distancias, del ensayismo de nuestros días. Paralelamente, y con parecida finalidad rebuscadora, tratamos de adquirir información en el rico despliegue de nuestro pensamiento político de fines de la Edad Media a la hora de resaltar los aspectos económicos y hacendísticos. Comenzaremos por la original figura de Enrique de Villena.

Enrique de Villena es bien conocido -y algo hemos apuntado ya sobre el tema-por el quiebro que introduce en la visión estamental de la época, al ampliar la clasificación tripartita tradicional con nuevas aportaciones laborales y de dedicación profesional en Los doce trabajos de Hércules principalmente, obra toda ella plena de simbología. Pero a ello hay que añadir alguna otra toma de posición sobre los temas aquí explorados.

En El arte cisoria encontramos referencias de tipo económico aquí y allá, desde un punto de vista palaciego, al ser el rey punto de referencia principal de este curioso arte -un arte entre tantos otros- con todo un ceremonial palatino de por medio.

Arte que corresponde a un oficio real, y no de los menos importantes. Y que a su vez resulta incompatible con otros trabajos o dedicaciones palatinas, con todo un nombramiento por parte del rey -cargado asimismo de solemnidad- y con una asignación de sueldo en maravedís por el oficio otorgado[146]. Se trata de una muestra más de que don Enrique es partidario en cierta medida de la división del trabajo y de la diversidad de oficios, a tenor del despliegue social y económico por él atisbado.

Leyendo la obra entre líneas cabe distinguir en el oficio de manejar el cuchillo -o mejor los cuchillos, descritos gráficamente y con minuciosidad- en la cocina real o directamente ante el rey, cuando las viandas se presentan ya cocinadas para ser trinchadas por el especialista en cuestión.

Pero a nosotros nos interesa más seguir el recuento de productos alimenticios a los que Villena pasa revista capítulo tras capítulo, según sus distintas modalidades: carnes, pescados, productos de la tierra o verduras. No podemos seguir tan casuística exposición, pero sí conviene recordar lo que en breve síntesis deja apuntado nuestro escritor sobre los distintos productos que habrá que trinchar, crudos o cocinados: aves, "animales de cuatro píes", pescados, frutas e hierbas. Sin contar aquellos otros productos que pueden servir de medicina. Pudiera formarse así con los datos aportados un elenco de productos sin duda interesantes para la historia de la alimentación. Y aunque Villena normalmente no muestra sus preferencias a la hora de valorar calidades alimenticias, en algún momento no puede menos de recordar la común preferencia por parte del público por la carne de cordero, la más estimada de todas, según hemos podido ver en otros escritores.

En otro texto de la época, el Libro de los pensamientos variables, el narrador -absorto en sus cavilaciones sobre la variedad de regímenes políticos y la unidad a que le conduce el análisis racional del tema- ve venir de lejos a un personaje con atavíos regíos al lado de un campesino vestido pobremente a lo villano. El campesino no se arredra ante la presencia del rey, y se entabla una disputa entre ambos sobre las respectivas posiciones que asumen ante la realidad circundante.

Se queja el campesino de su infausto destino, que no es otro que el de trabajar para obtener escasos rendimientos y mínimas satisfacciones. Es consciente que hay que trabajar duro, al no disponer de bienes en común, como en tiempos inmemoriales; y se comprende que la carencia de un futuro medianamente pasable le tenga muy preocupado[147].

El rey por su parte hace ver que, frente a lo que pueda parecer, el ejercicio del oficio real es muy duro de sobrellevar y da pocas satisfacciones. Y, cuando llega la noche, no se puede conciliar el sueño; algo muy distinto, según el rey, a lo que sucede con el campesino, sin tantas preocupaciones y contratiempos y que puede descansar alegremente y a pierna suelta.

 Que en verdad te digo ser muchas las noches que duermes tú muy más holgadamente sobre viciossos céspedes, que yo so las sáuanas de Olanda.[148]

Pero el labrador, muy sereno en su razonar, sabe replicar poniendo el acento en el escaso rendimiento de su trabajo y en los despojos a que suele verse sometido por parte de los más poderosos, sin ningún miramiento a los dictados de la ordenación divina:

Los ombres en este mísero mundo venidos todos fueron igualmente señores de lo que Dios, antes de su formación, para ellos auía criado, y desta manera si honestamente decir se puede, gran enemiga deuemos aver e tener los tales como yo con los altos varones, pues forzosamente, auiéndosse usurpado el señorío, nos han hecho sieruos.[149]

Para luego volver a insistir sobre su miserable condición, mientras que los más encumbrados personajes son los únicos que a la postre salen ganando:

Nosotros, llenos de afan e del cuydado, passamos los dias sin ningún plazer: nosotros, llenos de mil miserias, somos por muchas maneras despachados: nosotros, llenos de crecido trabajo de que los reyes e grandes señores os lleuays el prouecho.[150]

Frente a la miseria del campesino, los señores y cortesanos se dedican a gastar y divertirse sin control ninguno, en contraste con los trabajos y adversidades del "triste labrador"; y todo ello con el aplauso -como se dirá en feliz expresión- de los "lisongeantes", tan conocidos de nuestra literatura política, según puede darse en López de Ayala, bajo el nombre de lisonjeros:

Aunque aquella denegada lisonja de que los reyes soys continuo mordidos e la gran sed del ganar de los lisongeantes, no sólo aquesto encubre, mas aun infinitos males acarrea, lo qual quiebra sobre uos. ¿E que mayor mal puede avenir, magüer que si auiene, que ver el triste labrados del trabajo e sudor suyo mantenerse los gastos reales, la ponpa de los grandes señores; la desgastadiza locura de los cortesanos, la creçida riqueza de aquellos, quen la real hazienda entienden? E asimismo, ¿qué sentirá leyendo todo esto e verá, el poco cuydado de la justa gouernacion, que de su propia voluntad el príncipe tomar ha querido? Quanto más que vemos que todo se gasta en ricos vestires, en golosos comeres, en blandas e delicadas camas, en caçantes aues, en mucha diversidad de perros, en ynuentadas justas, en solemnes fiestas, e lo que peor es, en los alarderos truhanes, que no sin gran cargo de conciençia hazerse puede, e por no detenerme, en todoa manera de deleyte.[151]

Y en cuanto a la vida sosegada del campo, frente a los cuidados y preocupaciones de la Corte, la realidad es bien distinta a como se suele describir:

¿E cómo pensáys los grandes reyes que nos los rústicos dexamos por el exterior trabajo el cuydado, así de las vuestras cosas como de las nuestras? Non, en verdad: antes nos aconteçe muchas vezes que uenidos de nuestra labor o del campo, hallamos las mujeres llorando e las cosas rrobadas, que nin sarten, nin alhamar en ellas queda. Porque lño vnos por los tributos, los otros por mil desafueros dándonos a entregar nos prenden é nos lleuan quanto hallan.[152]

El diálogo termina con la llegada del séquito real y la despedida del rey, hasta nuevo encuentro. En definitiva, economía y hacienda vienen a conjuntarse en la pesimista visión ofrecida por este breve diálogo.

Otra obra que no podíamos aquí olvidar se centra en el estremecedor relato que doña Leonor López de Córdoba ofrece en su Relación, con algunos puntos de vista valiosos para nuestro cometido. Los vamos a resumir a continuación; pero antes conviene situar brevemente la narración en su contexto histórico.

Doña Leonor fue una dama de la alta sociedad emparentada con la realeza para luego, a la entrada de la dinastía Trastámara, caer en desgracia, ella y su familia. Pasó de una situación económica muy desahogada a vivir de la ayuda prestada por algún miembro de su entorno familiar. Tras la muerte del rey Pedro I, en principio favorable a su parentela, aunque con los consabidos altibajos del comportamiento real, los miembros de su linaje sufrirán una cruel represión que no terminará sino años después. Para dejar constancia a la posteridad de tantos y tan negativos avatares, escribe nuestradama esta especie de memorias, que no llegó a terminar[153]; en nuestro repaso importa destacar algunos de los trazos más significativos:

Su marido, Ruy Gutiérrez de Finestrosa, hijo del camarero mayor del rey don Pedro y canciller mayor, entre otros cargos palatinos ejercidos, llegó a manejar una importante fortuna, como dirá doña Leonor:

Y a mi marido quedárosle muchos bienes de su padre y muchos lugares, y alcanzaba trescientos de a caballo suyos, e cuarenta madejas de aljófar, tan grueso como garbanzos, e quinientos moros e moras, y dos mil marcos de plata en vajilla; y de las joyas y preseas de su casa no las pudieran escribir en dos pliegos de papel; y esto lo cupo del dicho su padre y madre, porque otro hijo y heredero no tenían: a mí me dio mi padre veinte doblasen casamiento.[154]

Pero el asesinato en Montiel dio al traste con la fortuna del marido. Enrique II no cumplió con su palabra de respetar, según compromiso juramentado, a los defensores de la localidad de Carmona, miembros de la familia de doña Leonor, que se habían mantenido fieles al rey don Pedro. La persecución fue terrible e indiscriminada. Rodeados de cadenas, los vencidos fueron objeto de todo tipo de maltratos y humillaciones:

A mi marido en especial, poníanlo en el aljibe de el hambre, e teníanlo seis e siete días que nunca comía ni bebía, porque era primo de las Señoras Infantas, hijas del Rey Don Pedro.[155]

Al ejecutar el testamento del nuevo rey, fueron por fin liberados los miembros de su familia. Pero, cuando el marido se dispuso a reclamar los bienes confiscados, ya en manos de particulares, no disponía de dinero suficiente para poder pagar los gastos procesales, lo que le convirtió en un indigente, vagando varios años por distintos lugares como un desesperado.

Otro aspecto digno de destacar: la incidencia de la peste que se fue cobrando vidas, unas tras otras, de las más queridas de doña Leonor: un hijo suyo, hermanos ydistintos allegados. Pocas veces los estragos de la peste han sido sometidos a una descripción tan directa y sentida, proyectados en los sucesivos cambios de residencia para huir del contagio.

Tomemos finalmente nota de lo que se dice a propósito de la conducta de algunos frailes al arrancar los collares de oro de familiares fallecidos de nuestra intrépida dama: "los frailes con su codicia, después de enterrados, les quitaron el collar"[156].

A doña Leonor solo le quedaba en esta fase de su vida consolarse con sus oraciones a la Virgen María. Por otras fuentes sabemos que más adelante llegaría a cobrar aunque, por un determinado tiempo, decisiva influencia cortesana.

Si pasamos a otra obra asimismo de breve extensión, El libro de la consolación de España, podemos destacar al menos dos puntos concretos[157].

-   La acusación frente a la codicia a cargo de la figura alegórica de la Gracia frente al comportamiento, simbólico asimismo, de la figura de España: "Non es de callar tus desordenadas cobdiçias e quariçias fynchadas de tantos robos".[158]

-   La manera poco defendible de socorrer a los pobres, como si fueran meros truhanes, y a los que se trata incluso peor, según recrimina la Gracia a la figura política con la que dialoga:

Tal eres con los menesterosos como con los albardanes, truhanes e con los jublares; con la mesma franquega que dar a los unos das a los otros, e asy por agidente, ca una ves les das limosna e otra ves burlas dellos e aun los maltrabtas, e estos vigios ay en tus bien fechos, que ay te piensas, cabsalo los pecados contynos que trabtas, grandes e feos, ca bien e mal non pueden estar juntos nin en un estante.[159]

Al final la figura de España termina por reconocer que no debe quejarse como hiciere hasta entonces, sino pedir perdón por su mal comportamiento, lo que terminará por hacer a través de una sentida oración[160].

Finalmente conviene destacar como algunos escritores de fines de la Edad Media centran su atención en la esfera internacional, a propósito de viajes realizados al extranjero para tomar nota principalmente de las ciudades y parajes por donde circulan; con sus monumentos más característicos o con sus peculiares costumbres, sin que falten a veces la mención de hechos históricos muy celebrados en los distintas zonas geográficas transitadas. Pues bien, entre unos y otros datos tantas veces pintorescos, en ocasiones se aportan noticias de tipo económico.

Ya a comienzos del siglo XV con motivo de una embajada al Gran Tamorlán de Persia, González de Clavijo escribe una relación de su viaje, donde, por ejemplo, toma nota en Trebisonda de los bajos precios de cueros y otras mercancías características de la zona, asequibles a veces por la módica cantidad de un medio ducado, al tiempo que cabe encontrar en la misma línea abundancia de productos alimenticios consumidos en el país[161].

Pero sobre todo interesa destacar la importancia que ocupa el tráfico de especias llegadas desde el Catay: clavos de girofeno, flor de la canela, jengibre o cinomoro[162]. A las que se añaden otras mercancías como los delicados paños de seda[163]. Conviene no olvidar asimismo los festines y espléndidos banquetes que tienen lugar en la capital del Gran Tamorlán, donde el vino circula en abundancia, según costumbre del país, con toda una secuela de habituales beodos.

En cuanto a los viajes de Pedro Tafur de unos años después se despliegan en tres grandes recorridos: por Italia, Oriente e Imperio Alemán. Tafur va anotando con minuciosidad extrema datos sobre las huertas de Babilonia, las abundantes pieles delicadas de cebellinas y armiños en Adrianópolis, la fertilidad de la tierra de Trebisonda, la descripción de la explotación del caviar, la abundante caza de altanería en Constantinopla, las ricas mercaderías de Venecia, "abundosa de pan e vino e frutas" o la fabulosa fortuna del duque de Milán, con una renta calculada en mil ducados diarios, sin contar algunos otros ingresos complementarios.

Continuando con nuestro análisis, también ofrece un gran interés el despliegue del pensamiento político en la España bajomedieval con figuras que paralelamente destacan por su propio valor en el campo literario. Cabe aquí incluso detectar una claraevolución desde los espejos de príncipes -en los inicios la Segunda Partida de Alfonso X responde a los esquemas de uno de esos espejos- hasta la aparición de pensadores que manejan ya nociones modernas, como la idea de soberanía, o que disertan por primera vez en España sobre los límites en el ejercicio del poder político, al modo de un Sánchez de Arévalo; todo ello conforme a los postulados del naciente Estado moderno[164]. Pues bien, en distintas obras de estos pensadores encontramos planteamientos tocantes a la economía y hacienda, algo en lo que apenas se ha reparado hasta el presente.

En el caso de las Partidas se recogen diversos temas en una línea tradicional sobre la correcta administración del patrimonio real[165]. Y es curioso observar cómo se utiliza una fuente apócrifa de información -los denominados Castigos de Aristóteles a Alejandro Magno-, donde se dan reglas y advertencias sobre el correcto comportamiento real en torno a la administración de bienes, como cuando se le recuerda que el rey ha de ser liberal pero no pródigo[166]. Y a lo largo de toda la obra se señala que el reparto de oficios y beneficios públicos ha de hacerse conforme a las exigencias de la justicia distributiva. Por último, en relación con la iglesia, en la Partida primera aparecen normas y principios sobre sus exenciones tributarias, sus privilegios económicos o las décimas y tributos que deben aportar los fieles. Pero no podemos aquí tampoco detenernos en estos temas por lo lejos que nos llevarían.

En cuanto a la tributación regia no hay un tratamiento específico de la materia; sólo aquí y allá surgen algunas observaciones de carácter general en relación con la obligación que tienen los ciudadanos de contribuir con sus servicios y ayudas a los gastos del gobierno y de la administración pública, conforme a las posibilidades de cada cual.

En una dirección admonitoria bien carácterística encontramos los Castigos y documentos del rey don Sancho, en dos versiones, una más extensa que otra, aunque en los pasajes comunes la coincidencia es prácticamente total, donde surgen de nuevo los castigos de Aristóteles a su discípulo Alejandro sobre el comportamiento liberal del gobernante sin incurrir en despilfarro, acompañado todo ello de advertencias sobre el cultivo de las virtudes o el correcto manejo del patrimonio regio.

Muy relacionada con las Partidas -a veces en forma detallada- se encuentra una obra muy extensa, en su doble vertiente marcada por el texto original y su correspondiente glosa, que hoy empieza a ser atendida por los historiadores de la literatura, y a la que ya nos hemos referido, la Glosa castellana al regimiento de príncipes de Egidio Romano[167].

Unas veces García de Castrojeriz recoge materiales que guardan estrecha relación con otros textos de la época; pero en una obra tan extensa como ésta tienen cabida también pasajes peculiares sobre el tema aquí analizado.

En cualquier caso conviene reparar en algunos pasajes de la obra. Así, desde el plano político, el rey debe procurar alcanzar importantes riquezas al tiempo que tratará de casar con mujer de alto nivel económico para así poder acometer grandes empresas. Y en esa línea se recuerda lo que Valerio Máximo cuenta del rey Alejandro Magno:

Que le deba un rey con su fija muy gran haver e él no lo quiso tomar e dijo que mayor algo havía él menester que no aquel, e maguer le consejaba Parmenio su criado que lo tomase, refusólo, ca tenía ojo a conquerir todo el mundo, e así había menester gran algo con su muger.[168]

Se dan también reglas para que los jóvenes sepan comer con orden y moderación, hasta acostumbrarse incluso al ayuno, con todas sus ventajas añadidas a la hora de forjar adecuadamente el cuerpo y la mente[169]. Sin que falten observaciones sobre la correcta administración de la casa familiar, a la manera como se ejercitan diversos oficios mecánicos:

Ca así como las artes mecánicas han menester sus instrumentos, con que los maestros dellas pueden facer e cumplir sus obras, así con el ferrero ha menester el martillo e las tenazar e el yunque e la fragua e los otros instrumentos que le sirven a su oficio o al arte de la ferrería; e el carpintero ha menester la azuela e la sierra e las otras cosas que le pertenecen a su oficio; e el zapatero ha menester el alezna e la forma e así de todas las artes mecánicas; bien así esta arte del governamiento de la casa ha menester sus instrumentos propios, que son las casas e lo que pertenece a ellas, así como ropas e alhajas, e ha menester posesiones e algos e aún dineros e siervos, sin las cuales cosas no podría el padrefamilias o el governador de la casa bien governar su gente ni su companna. [170]

Pero sobre todo interesa destacar los pasajes destinados a analizar la teoría de los cambios, tanto reales como monetarios, con inclusión del rechazo de la usura, en forma que apunta ya en cierta medida a lo expuesto por nuestros escritores del XVI, como tendremos ocasión de comprobar más adelante[171].

Pero el grueso del pensamiento político con advertencias como las que estamos investigando pertenece ya al siglo XV. Son muchas y muy valiosas las obras que pueden manejarse en esta dirección, aunque sólo nos referiremos a algunas de las más representativas.

Así, el Doctrinal de los cavalleros de Alonso de Cartagena ofrece un animado cuadro sobre los ideales caballerescos -con toda una apreciable carga nostálgica- a base de recopilar normas de Partidas o del Ordenamiento de Alcalá, junto con otros textos normativos de la Corona de Castilla. Pero al lado del texto recopilado, Alonso de Cartagena ofrece, a modo de introducción a cada uno de los apartados, observaciones sobre el comportamiento caballeresco en relación con materia económica, fiscal o sobre erario público "que -según advierte- agora llamamos cámara del rey"[172]. En realidad se trata de un repertorio de avisos y advertencias para lograr enderezar el comportamiento de la caballería bajomedieval por una senda de mayor rigor y sacrificio, conforme a los antiguos planteamientos, aunque tantas veces con la mirada puesta en forma esperanzada en los nuevos tiempos. He aquí algunos de los mensajes más utilizados:

 

-  Reglas sobre el comercio y reparto del botín desterrando cualquier tipo de abusos.

-  Concesión de mercedes regias o "galardones" conforme al mérito de cada cual, una vez más en la línea marcada por la justicia distributiva.

-  Aprovechamiento al máximo del tiempo por parte de los caballeros de su época que "despierden su tiempo en ocupaciones doméstica e debates de vecinos"[173].

-  Y en el caso de los caballeros de la orden de la banda, deben guardar un correcto y ejemplar comportamiento a la hora de las comidas, según las reglas de la urbanidad y sin cometer excesos, en la bebida principalmente[174].

Por lo demás Alfonso de Cartagena está al tanto de los cambios acaecidos en su tiempo sobre los nuevos gustos y exquisiteces de la buena mesa, con referencias incluso a las especias, venidas de muy lejanas tierras, para sazonar las comidas, por más que discrepe frente a tales novedades. He aquí en tal sentido un párrafo de la introducción a su libro cuarto que no admite desperdicio:

Costumbraron en los combites, o varón magnífico, e aun en las cotidianas yantares de las nobles personas, después de las principales viandas traer frutas de diversas guisas, ca non entienden que es la mesa suficientemente servida si en ella se provee tan solo de los necesarios manjares del cuerpo si non se satisfaze también a algunos deleites que pide la gula, aunque el estómago necesarios nin complideros non sella. E desto aviene a las vezes que non solo de las comarcas nin de cercanas provincias se buscan las frutas, ca piensan que non es dulce el sabor cuando el precio es pequeño, más de las trasmarinas regiones; e de dentro de Asia la grande fasta este nuestro fin de Europa en que vivimos, acaece traer confecciones e non conocidas especias, a las cuales si fuese preguntado -aunque podiesen fablar-, por ventura non podrían decir el nombre de su tierra, porque con la luenga peregrinación la avrian ya con razón olvidado.[175]

Y, en fin, para no alargar la enumeración de detalles curiosos acumulados por Cartagena recordemos los datos que ofrece procedentes del Cuaderno de peticiones paralelo al Ordenamiento de Alcalá sobre los precios de los mantenimientos en distintas zonas de la Corona de Castilla, computados en sueldos, maravedís y dineros, con el añadido, en algún caso, de sus equivalencias monetarias[176].

Hay que advertir que en el siglo XV a los temas tradicionales se añaden nuevas reflexiones y advertencias hasta proyectar un cuadro nuevo y con interesantes peculiaridades sobre el devenir económico. De ahí que Alonso de Cartagena retome el discurso de las excelencias de España al hacer la defensa ante la Curia pontificia de la preeminencia de la Corona de Castilla frente al reino de Inglaterra. En su discurso, pronunciado en Roma y publicado posteriormente, se fija ante todo en los aspectos religiosos (defensa de la catolicidad de España desde tiempos remotos) y políticos para proclamar la susodicha preeminencia. Y todo ello sin dejar de lado planteamientos puramente materiales como la mayor extensión territorial, con una proyección insular bien notoria o el mayor número de ciudades y villa que en Inglaterra permitan alcanzar más amplio cómputo de población. Y ello a pesar de no querer incidir tan directamente en el plano material a la hora de las comparaciones.

Por lo demás, ante la respuesta inglesa a sus alegaciones, nuestro obispo se ve obligado a insistir en el plano material según una línea tradicional. Y es ahora cuando recuerda la "fortuna" que pueda tener uno y otro país, con claras ventajas para Castilla. Ante todo por sus viñas y olivares:

E éstos son las viñas e los olivares, de los quales hay gran abundancia en el regno de Castilla, e son desterrados para siempre del regno de Inglaterra, nin pueden entrar en los términos dél para que prendan ende sus raíses. E en quánta reputación son el vino e el aseite, entre todas las cosas que pertenecen a la fartura de la tierra, todas las naciones.[177]

Para subrayar más adelante al lado de la apuntada claridad, la abundancia del "vino y el aseite es en Castilla en tanta habundancia"[178].

Reconoce, en cambio, la superioridad inglesa en la fabricación de paños, aunque con la particularidad de que la "grana" para otorgar sus propiedades a los paños ingleses "en el regno de Castilla nasce, e dende se lleva a Inglaterra e aun a Italia"[179].

En cuanto a los minerales tampoco quiere porfiar sobre la abundancia española desde la Antigüedad, aunque lo deje caer como de pasada; y algo parecido sucede con las riquezas en general, algo en lo que habían insistido los ingleses en sus planteamientos comparativos.

En suma, en el siglo XV se sigue ponderando las fabulosas riquezas -tanto espirituales como temporales- que cabe encontrar en España a modo de prolongación de lo que sucediera en tiempos antiguos.

Otro autor en el que conviene reparar en nuestro repaso es Rodrigo Sánchez de Arévalo, alto eclesiástico y escritor versátil, que sabe moverse bien en el mundo político hispánico e internacional de la época. No hará falta decir que abundan en sus escritos los tópicos de raigambre económica, como al decir que las riquezas acumuladas habrán de ser compartidas con las demás personas:

Onde, puesto que alguno toviesse abundancia de oro e de plata e viandas, si no oviesse compañía de algunos que viesen y participasen su magnificencia, comunicándoles de las tales cosas, en poco ternía la tal abundancia. Así que la cibdad fue constituida y fundada porque los omes, viviendo juntamente en un lugar, conversen y vivan delectablemente.[180]

Pero con independencia de los detalles concretos de su exposición, Sánchez de Arévalo ofrece todo un programa en línea con Aristóteles para el conveniente desarrollo económico de la ciudad, en relación con su adecuado emplazamiento, buenas comunicaciones, aires saneados, abundancia de aguas y capaz aprovisionamiento. Cabe advertir también su aversión a los mercaderes, al modo de Aristóteles, en tanto no pueden formar parte integrante de la ciudad por razones éticas[181].

Para Sánchez de Arévalo el ideal de una óptima población ciudadana es la autarquía económica. Vivir en el país, a ser posible, con sus propios medios. De ahí la importancia asignada a la agricultura "con sus dependientes, que son pasturía e linaría, conviene saber de paztos y montes"[182]. Sin olvidar naturalmente a la agricultura que constituye el principal requisito para la idónea fundación de una ciudad, acomodando el número de pobladores a la extensión del término:

Ca deve tener toda cibdad abundancia de possessiones arables y de buenas olivas, y deven ser tantas las possessiones que se proporcionen al número de las personas que moren en la tal cibdad, de guisa que no se faga gran población donde ay angustura de possessiones.[183]

Y no sólo eso; Sánchez de Arévalo se fija también en la fertilidad de la tierra:

Que las tales possessiones sean fértiles, no lapidosas ni arenosas, mas sea la tierra compacta, difícil de arar y no ligera de se dissolver, porque será más úmeda.[184]

A lo que cabe añadir la necesidad de contar con bosques suficientes para aprovisionarse de madera, ya en sí misma o convertida en carbón como fuente de energía:

Son eso mesmo necesarios los dichos montes y bosques para leña conveniente al mantenimiento de casa, y otrosí para aver copia de carbón para el arte fabril y para la calcina necesaria a los muros y edificios de la ciudad.[185]

Y, en fin, no podía faltar en nuestra relación de escritores políticos Diego de Valera que ejerce paralelamente de fino historiador y escribe -entre muy diversas actividades caballerescas- a modo de consejero, tratados doctrinales y cartas a las más altas instancias políticas[186].

En su variada obra política encontramos las consabidas admoniciones sobre la recta adquisición de las riquezas[187], sin dejarse llevar por la soberbia y la codicia, "raíz de todos los males".

Se insiste también en los positivos efectos de una equilibrada administración económica, sin que los gastos puedan sobrepasar las disponibilidades financieras, especialmente en el caso de los más altos jerarcas, algo que en nuestros tiempo cabría muy bien tener presente:

En mayor peligro será donde el gasto sobrepuja a la renta, porque a todo onbre discreto conviene considerar su renta en tal manera que sea mayor que su gasto, porque, si casso sobreviniere, aya de que sostenerse pueda. E si esto a todapersona conviene, mayormente a los grandes señores, los quales a mayores casos son obligados e mayores nescesidades han.[188]

 

[...]

 

Texto completo de la tesis doctoral

NOTAS


[1] No vamos a tratar aquí expresamente de un tema especialmente analizado por la historiografía. Recordemos en tal sentido las obras de De Estéfano (1962), pp. 329-354; y en cuanto a la imagen tridimensional de la sociedad desde un plano general, Duby (1983) y Alvarado (1993).

[2] Gómez Redondo (1998), p. 875. Con un apartado sobre la forma de labrar la tierra y de alzar edificios, como dice Gómez Redondo, a través de un sucinto tratamiento agropecuario. Disponemos hoy de una edición del texto castellano de la obra a cargo de W. Baldwin (1989).

[3] Berceo (1997), pp. 68-70. Ya nos ocupamos brevemente de este tema en: J. L. Bermejo (1980a)

[4] Berceo (1997) con amplia bibliografía en pp. 389-401.

[5] Berceo (1997), p. 147.

[6] Berceo (1997), p. 190.

[7] Berceo (1997), p. 192.

[8] Berceo (1997), p. 4. Con apoyatura principal en el Archivo Municipal de Paredes de Nava, Juan Carlos Martín Cea [(1991), pp. 77-170] ha redactado una obra que puede resultar ilustrativa desde el plano histórico para lo abordado en este capítulo.

[9] Berceo (1997), pp. 140-156.

[10]  Berceo (1972), p. 63.

[11] Berceo (1972), p. 64.

[12] Berceo (1972), p. 81.

[13] Berceo (1972), p. 81.

[14] En el Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz se presta gran atención al Voto de Santiago en las sesiones a partir del 12 de octubre de 1812. Se trata de un tema paralelo al del Voto de San Millán, aunque en este caso, de menor resonancia por estas fechas.

[15]Berceo (1967), p. 154.

[16]Berceo (1967), pp 154-155.

[17] Berceo (1967), p. 155.

[18] Berceo (1967), p. 155.

[19] Berceo (1967), p. 155.

[20] Berceo (1967), p. 155.

[21] Berceo (1967), p. 156.

[22]Resulta significativo, sobre la duración de los votos de San Millán, la referencia que ofrece Arce de Otálora (Juan de Arce de Otálora [1995], I, p. 491).

[23] Berceo se muestra partidario de cumplir las prestaciones señoriales tanto de origen monástico como nobiliario según se desprende de lo que se dice a propósito de los padres de Santa Oria:

Omnes eran cathólicos vivían vida derecha,

davan a los señores a cascuno su pecha.

(Berceo [1981], p. 95).

[24] Puede verse sobre el particular la exposición de J. A. García de Cortazar (1969), pp. 318-323. Por su parte A. Ubieto (1965), vol. I, pp. 301-311, se inclina por los años 1143-1144 como fecha para la falsificación. Estudia también la correspondiente distribución geográfica de la prestación y su división por provincias desde la perspectiva de nuestra época. El documento falsificado fue publicado por el propio Ubieto en la Colección diplomática de Cuéllar (1961), apéndice I, pp. 3-14. Con un manejo más amplio de la documentación puede verse la transcripción ue ofrece B. Dutton en su edición de la Vida de San Millán que estamos manejando (pp. 12-28). Se añade una lista comparativa de topónimos manejados en el documento (pp. 24-28).

[25] Berceo (1972), p. 87.

[26] Berceo (1972), p. 88.

[27] Berceo (1972), p. 90.

[28] Berceo (1972), p. 91.

[29] Disponemos ya de un trabajo de carácter general sobre la economía en el Libro de buen amor, muy curioso todo él. Su autor, el economista Antonio García Lizana (2004), pp. 395-408, sostiene que el libro del Arcipreste es un manual de economía en el que cabe advertir, aparte de los prólogos, un estudio de las "necesidades", seguido de otro sobre los "recursos", para entrar luego en el análisis de la "actividad" (productiva), con menciones a "los suministradores de mercado o intermediarios". Hay también en el Libro un "estudio de los costes" y de los "beneficios". Para luego plantear "el modo de cómo mejorar la actividad productiva", de forma que se amplíen los beneficios. Y tras recordar en el "desarrollo del manual" la existencia de algunas materias de diferente temática: "un conjunto de poemas religiosos". Pero se trata solo de un "corte" aparente. Así nos volvemos a encontrar con un análisis de la "cuenta de resultados", subrayado por un capítulo final sobre las condiciones para el verdadero éxito o "cómo mejorar la cuenta de resultados". A pesar de lo que pueda parecer en un principio, el trabajo está escrito con un cierto donaire.

No hará falta decir que el tema de las fuentes de inspiración del Arcipreste ha sido planteado desde tiempo antiguos por diversos estudiosos, desde Lecoy (1974) hasta Bienvenido Morros (2004), pp. 69-104.

[30] Arcipreste de Hita (1990), p. 505. Existe una abundante bibliografía sobre el itinerario y las serranas con las que tiene que habérselas el Arcipreste a través de relatos paródicos bien característico.

[31] El campo de Fosalvaro de la estrofa 1.187 es, sin duda, el Campo Asálvaro de nuestros días, entre los términos de El Espinar y Villacastín.

[32] Al conocido pasaje del Arcipreste "El mundo por dos cosas trabaja" se ha referido el profesor Salvador Miguel, aunque haya puesto el acento en "aver juntamiento con fenbra placentera" (Salvador Miguel [2000], pp. 317-318). Por lo que respecta al "aver mantenencia", Rico [(1985), pp. 169-198] considera la expresión equivalente a "perdurar, pervivir, conservarse" (p. 112) al interpretarla desde la perspectiva aristotélica en la obra De ánima, y todo ello subrayado por la corriente hetedoxosa del aristotelismo medieval. En cualquier caso, el término mantenencia incluiría la idea de manutención, a base del consumo de bienes materiales como apunta ya algún pasaje del citado tratado de Aristóteles ("cuius sunt opera generare et alimento uti").

[33]  Arcipreste de Hita (1990), pp. 415-416.

[34] Arcipreste de Hita (1990), p. 445. En cuanto al queso de cabra en aquellos momentos era considerado de menor calidad.

[35] Para la ambientación histórica de la obra puede verse el trabajo Salvador de Moxó, donde el Arcipreste queda caracterizado como "impregnado de ambiente campesino y agudo observador de la mentalidad rural" (Salvador de Moxó [1974], p. 257).

[36]  Arcipreste de Hita (1990), p. 515.

[37] 37 Arcipreste de Hita (1990), p. 517.

[38]  Arcipreste de Hita (1990), pp. 517 y 519.

[39] Arcipreste de Hita (1990), pp. 547-559. Sobre los descripción de los meses, cfr. Forastieri Braschi (1972), pp. 212-232.

[40] Joset (1972), pp. 139-157.

[41]  Arcipreste de Hita (1990), estrofa 491.

[42]  Aunque el Arcipreste habla de Roma, el Papa a la sazón estaba en Aviñón.

[43]  Arcipreste de Hita (1990), estrofas 493-494.

[44] Arcipreste de Hita (1990), estrofa 496.

[45] Arcipreste de Hita (1990), estrofa 497.

[46] Arcipreste de Hita (1990), estrofa 498.

[47] Arcipreste de Hita (1990), estrofa 500.

[48] Paralelamente el Arcipreste en varias ocasiones arremete contra los males ocasionados por la codicia y la avaricia (en especial, estrofas 217-229 y 246-251).

[49] Cfr. Enrique de Villena (1958), en especial pp. 12 y ss. con listados de esas nuevas profesiones.

[50] En el complejo mundo bajomedieval se va abriendo paso lo que pudiéramos llamar literatura de protesta ante la serie de abusos y desafueros cometidos por los más altos estamentos. Hasta ahora la bibliografía ha solido destacar lo tocante en tal sentido al ámbito político donde nobleza y monarquía suelen quedar sometidos a un tratamiento negativo, especialmente en época de Enrique IV. Pero esas posturas críticas cabe extenderlas a las presiones económicas y tributarias a las que se somete al común de la población, tal como trataremos de exponer en breve síntesis bajo la idea, claro está, de ir más allá en nuestra exposición en lo tocante al mester de clerecia.

[51] Poema de Alfonso Onceno (1966), p. 480. Ya antes el Poema (estrofas 72-82) había descrito abusos y robos frente a los "mezquinos labradores" y mercaderes, con el nombramiento de tutores para el rey y el reino.

Por lo demás hay en la obra pasajes sobre el raparto del botín que ofrecen interés para la evolución económica de la época.

[52]  Poema de Alfonso Onceno (1966), p. 480.

[53] Sobre crisis y conflictos bajomedievales ha escrito diversos trabajos el profesor Valdeón. En cuanto a la hacienda de la época son bien conocidos los trabajos de Ladero (1973) y (1989).

[54] Presenta una exposición desde el ángulo eclesiástico coincidente con alguna parte del Rimado de Palacio Martín Pérez (2002) en su Libro de las confesiones.

[55] Pero López de Ayala (1987), estrofa 265: "lo que non vale dinero / costar maravedí". Se contrapone aquí la moneda de inferior valor, bajo el nombre de dinero, frente al maravedí, de mayor poder adquisitivo, aunque muy pronto el maravedí dejará de circular al convertirse en moneda de cuenta.

[56] Pero López de Ayala (1993), p. 178.

Ya en la estupenda síntesis ofrecida por Lapesa en su colaboración en la Historia General de las literaturas hispánicas aparecen expuestas las líneas generales de la crítica de Ayala sobre el gobierno y la administración.

En lo relativo al punto concreto de la crítica frente a los mercaderes, E. B. Strong aportó como fuente de inspiración la Summae virtutum ac vitiorum de Guillermo Perrault, junto a algún otro fragmento de Alvaro Pelayo o de Matfre Ermengaud. Pero, sobre fraudes y abusos cometidos por mercaderes -como cuando enseñan sus valiosas mercancías en plena oscuridad-, trata asimismo el Libro de las confesiones de Martín Pérez, en tantos aspectos próximo a la exposición del eminente Canciller:

Traen algunos los paños sedizos e quemados e rocados o con otros engaños, e sabenlos afeytar e bucar e adobar, e ponenlos en lugares escuros, todo para engañar los omes, e quieren vender el malo a tanto commo el bueno; otrosi, a las vegadas dan un paño por otro. (Martín Pérez [2002], 57 p. 480).

[57] Pero López de Ayala (1993), p. 179. Se utilizan aquí términos jurídicos empleados en la documentación de la época donde cabe encontrar muy repetida la cláusula referente a "fiadores llanos" y abonados. En cuanto a las condiciones "escriptas" servían para fijar los términos de las transaciones hacendísticas. El pasaje que comentamos pertenece a las estrofas 423 a 474.

[58] En el Rimado se emplea el término carta, pero, al propio tiempo, se utiliza el verbo "librar":

Quanto lleguen nuestra cartas  luego seredes librado. (estrofa 464).

Carta sería el término general con un significado equivalente a documento. Libramiento apuntaría al término específico según su utilización en las transacciones hacendísticas.

[59] Ha prestado atención al episodio desde el punto de vista de las dificultades del cobro Scholberg (1971), pp. 186-189. Para otros aspectos de la sátira en el Rimado, pp. 181-186. Cfr. también los prólogos a las ediciones del Rimado citados en nuestra bibliografía.

[60] Péro López de Ayala (1993), estrofas 79 y 516-517. Es difícil saber de dónde ha tomado Kenneth Adams la curiosa caracterización de la "moneda" que ofrece a pie de página de su edición: "La moneda se llama al impuesto especial que subvenciona los gastos extraordinarios del rey en sus ceremonias, tales como bodas, etc.. Pronto, como era lógico, se transformó en impuesto normal, que había de pagarse anualmente; sin embargo lo abrogó Enrique III" (Pero López de Ayala [1993], p. 150). Por el contrario, se trata de desdoble del servicio de Cortes en pedidos y monedas, a tenor de un régimen amplio y complejo en el reparto y gestión del servicio en Cortes que aquí no podemos explicitar. Cfr. Bermejo ([1993-1994)] pp. 149-233) y la nota de G. Orduna al comentar las citadas estrofa en su edición del Rimado (1987) aportando información sobre los privilegios del Archivo de Simancas publicados en el volumen V de la obra de Tomás González.

En cuanto a la aportación de carretas hay que poner el tema en relación con la tributación conocida con el nombre de acémilas, un tipo de prestación que todavía no ha sido convenientemente estudiada y a la que pronto dedicaremos una monografía.

[61] Pero López de Ayala (1993), p. 181.

[62] Joset (1978), p. 144.

[63] En el Cuaderno de alcabalas de 1462 se dispone: "E otrosy con condición que los dichos arrendadores e recaudadores mayores nin otros algunos por ellos non lieven de ningunos concejos nin de personas que por concejos se obliguen cohechos algunos por esperas nin por costas so la dicha pena e por la forma e manera que dicha sea." (Moxó [1969], pp. 442-443).

El texto se recoge también en ordenamientos posteriores como el de 1491 que figura en la Nueva Recopilación: "Mandamos que los nuestros Arrendadores Mayores, ni otros algunos por ellos, no lleven de ningunos Concejos, ni de personas, que por los Concejos se obligares, coechos algunos por esperas de tiempos, ni por otras cosas algunas, so pena que lo pague con las setenas; las quatro partes para la nuestra Camara, i las otras partes para la parte que dio quantía." (Nueva Recopilación, IX, XI, 22).

[64]Sem Tob (1985), p. 119.

[65] Danza de la muerte (1966), p. 379-385.

[66] Para este tema nos remitimos a la antología con extenso prólogo de Rodríguez Puértolas (1968).

[67] Martín de Córdoba (1964), p. 166.

[68] Martín de Córdoba (1964), p. 167.

[69] Martín de Córdoba (1964), p. 167.

[70] Martín de Córdoba (1964), p. 185.

[71] Gil Farrés (1959), pp. 19-20.

[72] No podemos ahora entrar en temas como el de la economía familiar, a través de sus distintas connotaciones, como "la casa grande" de Brunner, por ejemplo, divulgada entre nosotros en los estudios del portugués A. M. Hespanha.

[73] Sobre el episodio de las arcas cidianas, con la participación de la pareja de judíos, pueden verse los trabajos del profesor Salvador Miguel (1979), pp. 183-224 y Salvador Miguel (1983), pp. 493-498. Resulta más discutible la interpretación del tipo de contrato que ofrece este estudioso establecido entre los representantes del Cid y la pareja de judíos, al tratase de una figura jurídica más compleja que la de un préstamo pero no podemos ahora entrar a fondo en el tema.

[74] Cantar del Mio Cid (1993), p. 119. Como en el capítulo anterior se sigue mencionando el marco -utilizado como patrón monetario- para expresar el alto valor de las riquezas adquiridas; paralelamente encontramos en este apartado citas de doblas y maravedís.

[75] Cantar del Mio Cid (1993), p. 125.

[76] Cantar del Mio Cid (1993), p. 133. El reparto del botín guarda relación con las exposiciones en tal sentido de los fueros extensos.

[77] Rubio García (1972), pp. 59-80 ofrece numerosos datos del cantar sobre ganancias acumuladas y reparto del botín. Incide en el tema Duggan (1989).

Sobre la caracterización del Cid como donante o "donador", junto a otros múltiples ejemplos de héroes de unas y otras épocas, ha escrito un inteligente trabajo J. M. Pedrosa partiendo de los clásicos análisis de Marcel Mauss. En concreto, del Cid se dirá:

Ejemplo paradigmático puede ser el del Cid castellano que, sobre todo en el último tercio del Cantar de Mio Cid, pasa más tiempo repartiendo dones y presentes que campeando y ganándolos, como había hecho hasta entonces. Su actividad repartidora le sirve, a un tiempo, para congraciarse con el rey y para ganar la alianza inquebrantable de sus tropas, súbditos y aliados. La única vez que el Cid da equivocadamente (cuando entrega hijas, dotes y espadas a los infantes de Carrión, que luego humillarán a sus esposas, robarán sus bienes y se quedarán con las armas), los efectos negativos de su acción no son culpa suya, sino de sus yernos, que no son capaces de traducir esa cesión de dones en alianza, lealtad y honor hacia el caudillo que les favorece. (J. M. Pedrosa [2003], p. 46).

Y algo parecido sucede con el vencimiento de los infantes de Carrión, ya que el Cid sigue con la distribución de los bienes antes asignados a tan impresentables personajes.

[78] En un recuento aproximado sobre las citas que en tal sentido asoman a lo largo de la obra nos sale una cifra superior a las trescientas.

[79] Así, estrofas 165, 252, 503 o 1.042.

[80] Ha insistido en la diferenciación entre unos y otros bienes María Eugenia Lacarra (1980).

[81] Tradicionalmente se prefirió designar la obra como Poema aunque en los últimos años se utiliza también la denominación de Libro de Fernán González. Para nuestras citas utilizaremos la edición a cargo de Itzíar López Guil (2001). Nos encontramos aquí en la disyuntiva épica-mester de clerecía ue ha derivado en interpretaciones contrapuestas.

[82] Es bien conocido cómo Fray Justo Pérez de Urbel (1970) se aferraba a las tradiciones legendarias en torno a Fernán González. Y junto a él, algún otro medievalista que todavía ejerce.

[83] Libro de Fernán Gongález (2001), p. 233.

[84] Libro de Fernán Gongález (2001), p. 219.

[85] Libro de Fernán Gongález (2001), p. 231. Insiste en el tema López Guil (2001), p. 71, al poner prólogo a la obra.

[86] El tema que nos ocupa dio origen a una conocida polémica entre Menéndez Pidal y García-Gallo que no es necesario aquí detallar. Confróntese Menéndez Pidal (1984) y García-Gallo (1969). Nos hemos ocupado del tema hasta llegar a épocas más avanzadas en nuestro trabajo De Virgilio a Espronceda (en pruebas de imprenta).

[87] Para una consideración conjunta de las técnicas expositivas de Don Juan Manuel en la obra que hacemos referencia puede verse la reciente síntesis de María Jesús Lacarra (2006), pp. 81-104.

[88] Uno de esos casos paradigmáticos es el descrito por Duby en relación con Guillermo el Mariscal que va ascendiendo progresivamente en la escala feudal hasta llegar a los más altos destinos del país (Duby [1984]).

[89] Libro de Alexandre (1978), p. 194.

[90] Libro de Alexandre (1978), p. 195.

[91] Libro de Alexandre (1978), p. 207.

[92] Libro de Alexandre (1978), p. 207.

[93] Libro de Alexandre (1978), p. 223.

[94] Libro de Alexandre (1978), p. 226.

[95] Libro de Alexandre (1978), p. 232.

[96] Libro de Alexandre (1978), p. 310.

[97] Libro de Alexandre (1978), p. 226.

[98] Libro de Alexandre (1978), p. 226.

[99] Mocedades de Rodrigo (1982), pp. 28-29.

[100] Mocedades de Rodrigo (1982), p. 29.

[101] Mocedades de Rodrigo (1982), p. 40.

[102] Mocedades de Rodrigo (1982), p. 41.

[103]  Mocedades de Rodrigo (1982), p. 64.

[104] A caballo entre la épica y el romancero, según sugiere Gómezn Redonde, cabe situar el fragmento poético en el que Alfonso X se lamenta de la pérdida de sus verdaderos amigos, fallecidos "con haveres y con cuerpos" mientras que se siente abandonado por el resto de sus antiguos amigos, sin que nadie acuda a su auxilio; antes al contrario, "los obispos e los prelados" en vez de poner paz entre el rey y sus hijos se dedican a atizar la discordia (Gómez Redondo (Ed.), [1996], pp. 171-173).

[105] Gómez Moreno (2002), p. 326.

[106] Para más detalles sobre ambos relatos tocantes al fisco real puede verse J. L. Bermejo (1996), pp. 361­376.

[107] Romancero Viejo (1987), núm. 29, pp. 94-95. En otras versiones del romance no se recoge este pasaje.

[108] Romancero Viejo (1984), núm. 77, p. 188.

[109] Así se dirá en el romance Por el Guadalquivir arriba:

Capas traen aguaderas a guisa de labradores

daban cebada de día y caminaban de noche.

(Romancero Viejo [1984], núm. 69, p. 153.)

Se insiste en la vestimenta de los labradores, asimismo con sus capas aguaderas, en el romance Buen conde Fernán González, Romancero Viejo (1984), núm. 48, p. 125.

[110] Resulta conmovedor el episodio romanceado de Delgadina, hija de un rey tirano y vicioso que trata de abusar de la infantina, quien, al negarse a sus pretensiones deshonestas es condenada a morir de hambre -o de sed, si se quiere- no pudiendo acudir a la mediación de sus familiares -madre, hermanos y hermanas-, a quienes pide un simple vaso de agua ante la política de terror desplegada por el malvado rey. Aquí, naturalmente, el hambre no procede de una adversa situación económica o climatológica, materia que para nosotros hubiera resultado muy aprovechable. El romance puede consultarse en El Romancero (1994), pp. 329-331. Al tema de Delgadina ya hizo referencia Gómez Moreno (2002), pp. 325-338.

[111] Romancero Viejo (1984), núm. 81, p. 204.

[112] Romancero Viejo (1987), núm. 60, p. 158. En cualquier caso las doblas constituyen la unidad monetaria con mucha frecuencia recogida en el romancero, muy probablemente por estar ante una modalidad literaria proyectada a lo largo de una amplísima extensión geográfica, mediante unos relatos que en tantas ocasiones desconocen las fronteras políticas.

[113] Romancero Viejo (1984), núm. 77, p. 188 y núms. 45, 75, p. 120 y 179.

[114] El romancero (1985), p. 174.

[115] Romancero general (1945), p. 167.

[116] Romancero general (1945), p. 167.

[117] Romancero general (1945), p. 167.

[118] Romancero general (1945), p. 305.

[119] Romancero general (1945), p. 395.

[120] El romance puede verse, al ser muy conocido, en diversas ediciones: Romancero viejo (1984), p. 182 o Romancero viejo (1987), p. 36.

[121] No vamos aquí a entrar en la discusión de si el feudalismo abarca un amplísimo periodo, desde el Bajo Imperio Romano a la eclosión del Estado liberal, o si por el contrario, de acuerdo con planteamientos más institucionalistas, se adapta e interpreta mejor en función de la Edad Media, que es como aquí lo hemos considerado.

[122] No entramos en el problema de cuál de los dos relatos puede servir de modelo. Si hemos comenzado por El caballero Zifar es porque suele fecharse por la generalidad de los intérpretes con anterioridad (1321).

[123]  Don Juan Manuel (1979), p. 86.

[124] Por distintos autores se ha señalado como fuente de este relato a la Gesta romanorum.

[125] Glosa castellana (1947-1948), III, pp. 197-198.

[126] Valerio Máximo fue traducido primero al catalán para ser luego vertido al castellano por Juan Alfonso de Zamora; mientras que una segunda traducción se hizo sobre una versión francesa con glosas y comentarios. Puede verse breve apuntamiento sobre el tema en María José Lacarra (1994), pp. 148-149, con bibliografía de G. Avenoza, M. A. Belincourt y D. M. Schullian en pp. 436, 438 y 467.

[127] Glosa castellana (1947-1948), III, pp. 198-199 y Disciplina clericalis (1980), núm. XVI, pp. 128-129.

[128] En la versión de García de Castrojeriz no queda muy claro el despliegue argumentativo de Demóstenes, por lo que hay que acudir para su correcta interpretación a Valerio Máximo.

[129] Libro de los Exemplos (1961), núm. 6. El propio Libro de los Exemplos se remite a Valerio Máximo, lib. VII, cap. III.

[130] Así, por ejemplo, se recuerda la respuesta de Alejandro a los emisarios de Darío: "Amigos, tornadvos para Darío e decidle que antes que mi padre Felipo oviese fijo, que havía una gallina que ponía huevos de oro e de aquellos huevos pagaban el tributo; mas en el día en que yo nascí murió la gallina e agora no quiere pagar el tributo. Mas decid que se apareje, que un día desto le iré allá a buscar, que me pague todo lo que he llevado e no lo he de dejar en la tierra, ni en la mar, e aun si subiere al cielo allá lo hiré a buscar" (Glosa castellana [1947-1948], III, pp. 395-396).

[131] Glosa castellana (1957-1948), III, p. 392.

[132] Glosa castellana (1947-1948), III, p. 417.

[133]  Libro de los Exemplos (1961), num X, pp. 445-449.

[134] Alfonso Martínez de Toledo (1970), p. 104.

[135]  Alfonso Martínez de Toledo (1970), pp. 132-136.

Hay que observar, además, que toda la segunda parte de la obra, donde se recoge el capítulo en cuestión, está dedicado a tratar de "los vicios e tachas e malas condiciones de las perversas mugeres".

[136] He aquí uno de esas enumerariones que copiamos por la variedad de objetos que salen a colación, algunos difíciles de definir en nuestros días:

E lo toman e furtan asy lo esconden por arcas e por cifres e por trapos atados que parescen revendederas o merceras; e quando comyençan las arcas a desbolver, aquí tyenen aflojar, allá tyenen sortijas, aquí las arracadas, allá tyenen porteras, muchas ynplas trepadas de seda; e todoseda, bolantes, tres o quatro lençerejas, canbrays muy muchos devisados, tocas catalanas, trunfas con argentaría, polseras brosladas, crespinas, partidores, alfardas, alvanegas, cordones, trascoles; almanacas de aljófar e de cuentas negras, otras de las azules de diez mill en almanaca, de diversas labores; las gorgueras de seda de ynpla e de liengo delgado brosladas, randadas, mangas de alcanforas de ynpla de axuar, camisas brosladas -¡esto ya non ha par!-, mangas con puñetes fruncidas e por fruncir; otras tanbien brosladas e por broslar; pañezuelos de manos a dzenas; e más bolsas e cintas de oro e plata muy ricamente obradas, alfileres, espejo, alcofolera, payne, esponja con la goma para asentar cabello, partidor de marfil, tenazuelas de plata para algund pelillo quitar sy se demostrare, espejo de alfinde para apurar el rostro, la saliva ayuna con el paño para lepar. (Alfonso Martínez de Toledo [1970], p. 133).

[137] Non ay rienda en comprar capones, perdizes, gallinas, pollos, cavritos, ansarones -carnero e vaca para los labradores-, vino blanco e tinto, ¡el agua vaya por el río!, frutas en diveras guisas, vengan doquiera, cuesten lo que costare. (Alfonso Martínez de Toledo [1970], p. 106).

Para añadir luego una lista más amplia de productos según las estaciones del año: En la primavera borrincos, guindas, ciruelas, alvérchigas, figos, bevras, durasnos, melones, peras vinosas e de la Vera, mançanas xabíes, romyes, granadas dulces e agrasdulces e azedas, figo doñegal e uva moscatel; non olvidando en el ynvierno torresnos de tocino asados con vino eaçúcar sobrerraydo, longanizas confacionadas con especias, gegivre, e clavos de giro rofre, mantecadas sobredoradas con acúcar, perdiz e vino pardillo, con el buen vino cocho a las mañanas, y ¡ándame alegre, plégame e plegarte he; que la ropa es corta, pues a las pulgas ymos! (Alfonso Martínez de Toledo [1970], p. 106). Se trata, pues, de un breve "calendario" gastronómico.

[138] Alfonso Martínez de Toledo (1979), pp. 252-273.

[139]  Así en El libro de los doze sabios se recoje el tópico sobre la codicia, al lado de otras citas:

E dixo el primer sabio: "Codigia es cosa ynfernal, morada de abarigia, gimiento de sobervia, árbol de lujuria, movimiento de envidia". El segundo sabio dixo: "Codigia es sepultura de virtudes, pensamiento de vanidad". El tergero sabio dixo: "Codigia es camino de dolor e semiente de arenal". El quarto sabio dixo: "Docigia es apartamiento de palzar, e vasca de coragon". El quinto sabio dixo: "Codigia es camino de dolor, e es arbol syn fruto e casa syn gimiento". El sesto sabio dixo: "Codigia es dolencia syn melezina." El seteno sabio dixo: "Cocigia es voluntad non sagiable, pozo de abismo". El otavo sabio dixo: "Codigia es fallecimiento de seso, juicio corrompidio, rama seca". El nobeno sabi dixo: "Codigia es fuente syn agua, e río syn vado". El décimo sabio dixo: "Dodigia es conpañía del diablo, e reyz de todas maldades". El honzeno sabio dixo: "Codigia es camino de desesperación, agercana de la muerte". El dozeno sabio dixo: "Codigia es señoría flaca, plazer con pesar, vida con muerte, amor syn esperanza, espejo syn lumbre, fuego de pajas, cama de tristeza, rebajamiento de voluntad, deseo prolongado, aborrecimiento de los los sabios". (El libro de los doze sabios [1976], pp. 74-75).

En notas al pie Walsh ofrece otras muestras medievales de la utilización del tópico que podrían ser fácilmente ampliables. Así, por ejemplo, Maravall (1972), II, pp. 122-125.

[140]  Haro Cortés (2003), p. 195.

 

[141] Un tema repetitivo que aparece en muy diversos campos literarios, historiográficos y políticos.

[142] Haro Cortés (2003), p. 190.

[143] Recoge diversos datos sobre Walter Burley en su versión castellana M. Haro Cortés (2003), pp. 146­152.

[144] Hemos manejado la traducción de Burley a través del manuscrito que se guarda en la Biblioteca de Palacio, Mss. II/569.

[145] Apuntamientos muy generales sobre esta obra ofrece Haro Cortes (2003), pp. 180 y 230.

[146] El nombramiento real se despliega en estos términos:

Estonçes fágalo llamar ante sí, estando ende de los grandes omnes de su corte el dicho cavallero e los que para esto se crían, e todos los que quisieren entrar, porque en público tan acto se fága. E así congregados, proponga el rey, enderezando las palabras al que este oficio de cortar ant'el está vacado por fulán, que lo servié fasta esta ora. E debe alabar aquél que lo ante servía, contado de su lealtad e buenas costumbres, por dar ensemplo al que lo dize que lo así e mejor faga en cuanto pudiere. Después le debe declarar que él lo sirva, aya e tenga dende en adelante, porque lo vee de tales costumbres cuales al tal sericio pertenecen, alabándolo ante todos en linaje e buen servicio, recordando algunos espeçiales, poniéndole corazón a lo continuar a mejor fazer. (Enrique de Villena [1994], vol. I, p. 205).

En cuanto a los derechos económicos tocantes al oficio, todo un apartado (capítulo XV) del Arte cisoria está dedicado al tema.

[147] No se comprende como Maravall pudo decir, a propósito de esta obra, que el pobre campesino "no sostiene la tópica versión idealizada de la edad de oro en que todo era común" (Maravall [1972], II, p. 367).

[148] Libro de los pensamientos variables (1865), p. 586.

[149] Libro de los pensamientos variables (1865), p. 583.

[150] Libro de los pensamientos variables (1865), p. 585.

[151] Libro de los pensamientos variables (1865), p. 585.

[152] Libro de los pensamientos variables (1965), p. 587.

[153] La Relación aparece truncada sin poder llegar a la etapa en la que la inteligente dama alcanzaría amplia influencia en el entorno regio durante un determinado periodo. Para todo lo concerniente a esta segunda etapa ofrece interesantes datos, tomados especialmente de la cronística áulica, Gómez Redondo (2002), III, pp. 2.334-2.350.

[154] Leonor López de Córdoba (1883), p. 36.

[155] Leonor López de Córdoba (1883), p. 38.

[156] Leonor López de Córdoba (1883), p. 38.

[157]  El libro de la consolación de España (1972), pp. 203-212. Puede verse también J. A. Rodríguez Puértolas (1972a), pp. 189-202, reeditado en Rodríguez Puértolas (1972b), pp. 188-208.

[158] El libro de la consolación de España (1972), p. 209.

[159] El libro de la consolación de España (1972), p. 210.

[160] El libro de la consolación de España (1972), pp. 211-212.

[161] González de Clavijo (2006), p. 187.

[162] González de Clavijo (2006), p. 179.

[163] González de Clavijo (2006), p. 178.

[164] En los últimos años se ha volcado la investigación histórica en torno a los orígenes medievales del Estado Moderno, un tema de gran interés, pero que aquí no podemos desarrollar. Sobre el manejo de la noción de soberanía antes de la aportación de J. Bodin, puede verse J. L. Bermejo (1986). Volvemos más adelante a tratar del tema.

[165] Al rey, por ejemplo, se le asigna la tarea específica en relación con la tierra del reino de hacerla "poblar de buena gente, e ante de los suyos que de los agenos" (caballeros, labradores o menestrales) y "labrarla porque hallen los omes los frutos mas abundantemente". A lo que se añade que, aunque la tierra no sea muy fructífera, "no finque yerma ni por labrar", al poder ser aprovechable "para sacar della metales o para pasturas de ganados o para leña o madera o otras cosas semejantes que han menester los omes". Todo ello acompañado de una adecuada política de obras públicas (comunicaciones, hospitales o alberguerías) (Partidas II, XI, 1).

[166] Hace años nos ocupamos de la influencia marcada por el Pseudo-Aristóteles en el pensamiento político español (J. L. Bermejo [1986], pp. 84-105).

[167] No se han investigado específicamente las relaciones de esta obra con las Partidas, aunque probablemente no se trate de contactos directos, sino a través de fuentes comunes como el caso de Vegacio, según los cotejos que hemos podido realizar, aun no publicados.

[168] García de Castrojeriz (1947), vol. II, p. 62.

[169] García de Castrojeriz (1947), vol. II, pp. 176-180.

[170] García de Castrojeriz (1947), vol. II, pp. 321-232.

[171] García de Castrojeriz dedica al tema los capítulo IX al XII del Libro Segundo de su obra (pp. 270­290).

[172] Alonso de Cartagena (1995), p. 107.

[173] Alonso de Cartagena (1995), p. 193.

[174] Alonso de Cartagena (1995), p. 233.

[175] Alonso de Cartagena (1995), p. 251.

[176] Alonso de Cartagena (1995), p. 277.

[177] Alonso de Cartagena (1959), p. 227.

[178]Alonso de Cartagena (1959), p. 228.

[179] Alonso de Cartagena (1959), p. 228.

[180] Sánchez de Arévalo (1959), p. 255.

[181] Sánchez de Arévalo (1959), p. 264.

[182] Sánchez de Arévalo (1959), p. 262.

[183] Sánchez de Arévalo (1959), p. 262.

[184] Sánchez de Arévalo (1959), p. 263.

[185] Sánchez de Arévalo (1959), p. 263.

[186] Para su labor de historiador puede manejarse el reciente prólogo del profesor Salvador Miguel al Memorial de diversas hazañas con referencias bibliográficas actualizadas.

Diego de Valera, en efecto, se fija en los cambios producidos en la realidad económica del país principalmente desde el ángulo historiográfico, como historiador que es al tiempo que pensador político.

[187] Diego de Valera (1959), pp. 142-143.

[188] Diego de Valera (1959), p. 143.

 

 

 

 

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ECONOMÍA Y HACIENDA A TRAVÉS DE LA LITERATURA ESPAÑOLA:

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TESIS DOCTORAL -  (MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR) -

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CERVANTES. ISBN: 978-84-693-7618-8.  UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID, 2010

 

José Luis Bermejo Cabrero