Los viñedos de Uruñuela junto al río Najerilla han perdido la hoja y esperan el invierno

 

 

 

 

A. UN REPASO SECTORIAL A LOS TEXTOS LITERARIOS EN SU VERTIENTE ECONÓMICO-HACENDÍSTICA.


 

I. Aportaciones medievales.

 

1. El sector primario de la economía a partir del mester de clerecía con planteamientos críticos sobre la situación menesterosa de los campesinos.

 

Desde un primer momento la literatura española se despliega a grandes rasgos en un ambiente económico de base agropecuaria, a través de estructuras sociales de signo estamental bien características. Hay entre uno y otro ámbito como una especie de coherencia que puede servir de mutua explicación. Dividida la sociedad en tres grandes sectores -oratores, bellatores y laboratores- las tareas productivas de bienes, en principio se adscriben al tercer sector, el de los laboratores -con los labradores a la cabeza-, mientras que los estratos sociales superiores se dedican a la defensa armada de los demás o al mantenimiento de los valores espirituales y religiosos, en principio sin posibilidad de alterar este orden establecido. Y todo ello en conformidad con lo que en la vida cotidiana -en clara correspondencia con la ficción literaria- cabría documentar 1.

En cuanto a la división tridimensional del entorno social el ejemplo más representativo lo encontramos sin duda en Don Juan Manuel, en la primera mitad del siglo XIV, a caballo entre una intensa actividad política muy controvertida y un prodigioso quehacer literario; y no sólo en lo referente al Libro de los Estados, sino en el conjunto de su obra, sin olvidar algunos breves relatos incluidos en El Libro del Conde Lucanor.

Desde semejante punto de partida estamental la literatura de la época se centra fundamentalmente en los sectores privilegiados de la sociedad, nobleza y clero, mientras que el ámbito del trabajo propiamente dicho -de quienes trabajan con sus propias manos- queda un tanto al margen de las exposiciones literarias, salvo en aspectos determinados y concretos. No existe en la España medieval una corriente descriptiva bien definida que siga la estela virgiliana de Las Geórgicas. Hay que esperar a la modernidad para encontrar las primeras traducciones de esta obra desde la pionera e incompleta de Fray Luis de León a la de Fernández de Mesa. Sólo cabe encontrar algún eco tibio sobre el particular en la traducción convenientemente adaptada del Libro deltesoro de Bruneto Latini, que, a pesar de su impronta cortesana, recoge apuntamientos sobre distintas tareas desarrolladas por el campesinado 2. Y es que, ante los grandes temas épicos o de la vida religiosa, el trabajador del campo no ofrece tanto atractivo literario, como no sea a la hora de destacar su condición menesterosa o los abusos a los que se ve sometido por parte de los estamentos superiores, según veremos más adelante. A pesar de lo cual hay páginas de la literatura medieval que conviene recordar aquí sobre puntos concretos de las actividades que desarrollan campesinos y pastores. Pero dejemos esta breve introducción para continuar en el tema que nos ocupa.

En el caso de Berceo y de algunos otros autores del mester de clerecía encontramos a los campesinos, no sólo en plena actividad cultivadora o recolectora, sino en algo tan repetitivo como son las disputas por la posesión de la tierra, a la manera de lo que sucede en Los milagros de Nuestra Señora, con la alteración del trazado de los mojones por quienes tratan de agrandar sus heredades en detrimento del vecino 3.

En cualquier caso el ambiente predominante en los Milagros 4 es el agrario, hasta llegar incluso a impregnar toda una manera de expresarse, como cuando a la Virgen se le llama "madre del pan de trigo" 5 mediante una metáfora eucarística de raigambre folclórica. Y ese ambiente se percibe en pequeños detalles que van más allá de las fuentes latinas en las que se inspiró Berceo; sirvan de ejemplo los azadones utilizados por unos ladrones -un clérigo y un seglar- al romper las cerraduras y dejar "desquiciadas" las puertas cuando intentaban robar una pobre iglesia 6; o la mención a la bodega a la hora de relatar la borrachera de un clérigo poco ejemplar 7. Incluso en la introducción a los Milagros se describe un cuadro idílico de "flores bien olorosas" con abundancia de arboledas, frutales -milgranos, higueras, perales y manzanos- y verdes praderas, a la manera de un "locus amoenus" 8.
 

Pero todo ello no significa que estemos situados ante algo semejante a una "economía cerrada", o sin apenas intercambios comerciales. Buena prueba de ello la encontramos en el milagro del "burgués" que ha despilfarrado a diestro y siniestro hasta alcanzar el mayor de los empobrecimientos, pero que luego, tras mediar ayuda divina, emprende una próspera carrera mercantil de ámbito internacional 9. Y es que nuestro insigne monje versificador, a pesar de las apariencias y de lo que se ha venido diciendo durante mucho tiempo, no era un campesino de escasa formación cultural -por más que él mismo así se presente mediante el tópico literario de la falsa modestia, analizada en su día por Curtius- sino que manifiesta una singular y selecta formación, según las interpretaciones más recientes.

Pero es en La vida de Santo Domingo de Silos donde encontramos referencias a una de las actividades más características de la vida campesina: el pastoreo, al haber ejercido el protagonista de la obra de pastor en sus primeros años. No hará falta decir que Santo Domingo manifestó desde un primer momento su inclinación hacia el cultivo de las virtudes en la línea marcada por sus padres. Y ello se manifiesta en la forma ejemplar de ejercer como pastor de ganado, empleándose a fondo en la tarea, con extremada rectitud y operatividad:

20      Guiava so ganado como faz buen pastor,

tan bien no lo farié alguno más mayor,

non querie que entrassen en agena lavor,

las ovejas con elli avién muy grand sabor.10

Como buen pastor, pues, guardaba el ganado de las acometidas de lobos y ladrones, hasta el punto de suscitar alguna que otra envidia en los lugareños -vendrá a decir Berceo-, "tanto que a algunos enbidia los tomava." 11

Por lo demás, sería fácil comprobar cómo la imagen del buen pastor se desdobla ya en estos momentos iniciales en la del "buen pastor de almas", con todo un breve recordatorio de altos personajes -como el rey David- dedicados a tan honrada ocupación, a la espera de la aparición, años después, de la imagen del monarca como buen pastor. Pues bien, pasado un tiempo, cuando ya Domingo siga de lleno la senda de la santidad, volvemos a encontrar en la obra pasajes de signo agropecuario, al trocar sus actividades mendicantes en pro de los más desfavorecidos por el cultivo de la tierra directamente con sus propias manos:

107    El barón del buen seso por la ley cumplir,

queriendo de lazerio de sus mano vevir,

empeço a labrar por dexar el pedir,

que era grave cosa pora él de sofrir.

 

108    Mejoró en las casas ensanchó heredades,

compuso la iglesia esto bien lo creades,

de libros e de ropas e de muchas bondades.

Sufrió en est comedio muchas adversidades.12

Se inicia así una actividad repobladora y de nuevas fundaciones monacales para dar acogida a pobres y personas sin recursos, lo que constituiría todo un éxito a la postre:

110    Fue en pocos de años la casa arreada,

de lavor de ganados, asaz bien aguisada,

ya trobavan en ella los mesquinos posada,

por él fue, Deo gracias la iglesia sagrada. 13

Veamos cómo Santo Domingo, según Berceo, se vio inmerso también en disputas con el rey, a propósito de lo que se consideraba desde ámbitos monásticos una fiscalidad excesiva y de imposible cumplimiento.

Para la historia de la hacienda en la época que nos ocupa resulta, en efecto, de gran interés el relato que ofrece Berceo al final de La vida de San Millán. Se trata de explicar y hacer la defensa del tributo señorial, semejante al que lleva el nombre de los "votos de Santiago", que, como es sabido, llegará nada menos que hasta las Cortes de Cádiz envuelto en una discusión de no poca monta 14. En nuestro caso Berceo, al ocuparse de los orígenes del voto emilianense, hace una selectiva exposición de su contenido tributario y argumenta a favor de su prestación obligatoria frente a las correspondientes sanciones que corresponden a quienes se olvidan o dejan de pagar en su momento.

Respecto a los orígenes, Berceo, como tantos otros escritores en diferentes temas, pone en relación la prestación por él defendida con la figura carismática de Fernán González, desde un principio sujeta a una verdadera exaltación, tanto histórica como literaria, muy alejada de una realidad convenientemente documentada. En concreto, los comienzos tributarios del voto se ponen en conexión con la batalla de los Campos de Toro, frente a los musulmanes al mando de Abderramán III. Y, ante la diferencia numérica y de aprestos militares a favor de los musulmanes, el conde castellano pedirá ayuda divina que se proyectará en la aparición a su lado en pleno combate de Santiago y San Millán. Previamente el conde había prometido la entrega de una prestación -o "infurción", como se dirá técnicamente- a favor del monasterio de San Millán, con lo que los orígenes tributarios del voto, según la leyenda, quedan de esta forma aclarados desde el plano religioso, para ser luego confirmados por el rey leonés, Ramiro II, junto con Fernán González. Tras la victoria cristiana, Berceo pasa revista al contenido del tributo, primero en términos generales, para ofrecer luego, a modo de ejemplo y a reducida escala territorial, algunas de las prestaciones más características y que suelen variar de unos lugares a otros.

A grandes rasgos la prestación tributaria se proyecta en principio en una amplia extensión territorial, a uno y otro extremo de territorios marcados por el fluir de los ríos:

462    Como taja el río que corre por Palencia,

Carrión es so nomne secundo mi creencia,

fasta'l rio de Arga yaz en esta sentencia

de render cada casa esta reconnocencia.

 

463    Passa Extremadura, las sierras de Segovia,

hasta la otra sierra que dizen Araboya,

dende hasta el mar que es allend Vitoria,

todos se subjudgaron en dar esta memoria.15

 

Tras la confirmación del tributo por parte del Papa, se insiste en las cantidades exigidas y en los productos agrícolas o minerales aportados según los distintos territorios:

466    Unas tierras dan vino, en otras dan dineros,

en algunas cevera en algunas carneros,

fierro traen de Álaba e cunnos de aceros,

qesos dan en ofrenda por todos los Camberos.16

Pero, no conforme con semejante referencia genérica, Berceo, como si tuviera a la vista el pretendido privilegio de los votos, va enumerando las formas de prestación según los distintos lugares.

Desde Frómista, con los lugares de su alrededor:

468    Frómesta del Camino, cerca es de Fitero,

Ferrera con sus villas, Avia, la del Otero,

devién ocho casados enviar un carnero,

assín lo enviavan en el tiempo primero.17

Pasando por Amaya:

469    Amaya con sua tierra, Ibía otro tal,

devién dar cada casa un cobdo de sayal;

tierra de Valdevielsso, el un e el otro val,

deven, cada casada, de lienco un cobdal.18

Sigue luego en la enumeración la zona centrada en torno al río Urbel:

470    O[uvi]rna, río d'úrbel, con todo so confinio,

Castro con Villadíago e con todo Trivinno,

deven ocho casados por judgo del concilio

embiar un carnero en est sancto servicio.19

O las villas comarcanas con Fitero del Castillo que prestan su colaboración artesanal al monasterio:

471    Ambas a dues las villas que en nomme Fitero,

tercera Fejosa, quarda Villagodrero,

Villadíago quinta, [secund] que fue primero,

un cobdo de sayal, deve cada pechero.20

Sin olvidar a Melgar, Astudillo o Santa María, con el añadido de un cubo de vino por cada vecino casado:

472    Melgar e Astudiello puesto fue e jurado

qe un pozal de vino diesse cada casado;

debe Sancta Maria qe dizen del Pelayo

cada casa un cobdo de sayal en el anno.21

Y así sucesivamente. Berceo parece haber dispuesto de cumplida información, aunque su documentación de base resulte a la postre apócrifa.

Las prestaciones -insistimos- suelen consistir en productos de la tierra; cabezas de ganado -carneros principalmente- minerales o textiles elaborados artesanalmente. E incluso nos dirá Berceo que podría haber ampliado su enumeración, al ser las producciones expuestas solo a título de ejemplo; y ello a pesar de las dificultades de adaptación a la rima de la cuaderna vía de tantos datos y pormenores contenidos en el privilegio de base. Sin que falte una lamentación final frente al hecho de que en algunas zonas no se realicen las correspondientes entregas tributarias en la forma acostumbrada u ordinaria 22.

Nos encontramos, pues, ante una obra que no sólo trata de exaltar la figura de un santo bien conocido y con amplio despliegue de virtudes, sino que se proyecta también en la defensa a ultranza de la tributación de tipo señorial a lo largo de toda una amplia extensión territorial que a grandes rasgos viene a coincidir con el mapa territorial de los enclaves del monasterio 23.

Todo parece indicar que la falsificación de los votos se hiciera a mitad del siglo XII, cuando el monasterio se encontró en dificultades para mantener el nivel de ingresos que venía disfrutando por distintas vías. Y lo más probable es que antiguas prestaciones a base de limosnas y donaciones que venían siendo aminoradas, se tratasen de consolidar de una vez por todas a través de semejante falsificación. Falsificación que con el tiempo mantuvo su virtualidad hasta muy avanzada la Modernidad. En cualquier caso, se trataba de cantidades relevantes cobradas mediante un censo de casas habitadas al este del río Pisuerga, mientras que a occidente del río se reservarían las prestaciones para los votos aún más famosos de Santiago 24.

Pero Berceo no sólo se bate en defensa de la tributación monástica, sino que, un tanto a la inversa, se defiende de los posibles abusos y extorsiones de la hacienda real con respecto a las casas religiosas con las que mantiene más directa relación, como sucede en la ya citada Vida de Santo Domingo.

El rey de León, en efecto según la obra que venimos citando, se presenta de improviso en el monasterio de San Millán, dispuesto a obtener ayuda financiera para sus empresas: "quiero -dirá- de los thesoros que me dedes pitanza". Y como justificación se alega la práctica de sus antecesores a favor del monasterio; se trataría ahora de aplicar el principio de la reciprocidad:

134    Mis avuelos lo dieron, cosa es uerdadera,

esto e lo ál todo de la saçón primera,

presten a mí agora, cosa es derechera,

aún los pecharemos por alguna manera. 25 

Se comprende cual fuera la reacción de los frailes, "espantados" ante semejante pretensión. El abad saldrá en defensa de los intereses monásticos: no se puede negar -según él- que los ascendientes del rey fundaron y dotaron al monasterio; pero semejantes donadíos hechos a la Iglesia no son susceptibles de revocación,

139    Lo que una vegada a Dios es ofreçido,

nunqua en otros usos deve seer metido,

qui ende lo camiasse serié loco tollido,

en día del judicio seriéle retraído.26

De lo contrario se cometería pecado; un verdadero "sacrilegio", o dicho de otra forma, un "crimen muy vedado". Y es que el rey, según nuestro ilustre monje, debe acomodar sus gastos a sus disponibilidades financieras: "Vive de tus tributos, de tus derechas rendas".

A partir de ese momento las acusaciones entre tan destacados personajes van en aumento. El rey, entre amenazas, tacha de loco al abad; pero el abad no se amilana, al considerar que el derecho está de su parte y que semejantes amenazas no tienen razón de ser: "Menaces me a tuerto, yo diciendo derecho". Y es curioso que el rey tache al abad de legista, como si se tratase de un insulto: "Legista semeiades, ca non monje trovado".

Al final de la disputa el rey acusa al abad del más grave delito que pueda cometerse en la esfera política: el delito de traición, a través de la figura del "alzamiento de castillo", que lleva aparejada la muerte ignominiosa del delincuente:

150    Fabló el Rey e dixo: "Don monge denodado,

fablades com qui siede en castello alçado,

mas si prender vos puedo, de fuera de sagrado,

seades bien seguro que seredes colgado. 27

Y en su respuesta el abad utiliza uno de los tópicos más característicos y de más larga duración, en tanto se contrapone el castigo corporal al espiritual:

153    Puedes matar el cuerpo, la carne maltraer,

mas non as en la alma, rey, ningún poder.

Dizlo el evangelio, que es bien de creer,

el que las almas judga, esse es de temer.28

A la postre el rey no pudo con el abad, hasta el punto de verse obligado a marchar del monasterio violentamente y muy "sañudo", sin conseguir sus propósitos.

He aquí una visión un tanto idílica de la resistencia monacal frente a las pretensiones de la realeza en busca de mayores ingresos y de una mayor e indiscriminada presión tributaria.


 

 

NOTAS

 

1 No vamos a tratar aquí expresamente de un tema especialmente analizado por la historiografía. Recordemos en tal sentido las obras de De Estéfano (1962), pp. 329-354; y en cuanto a la imagen tridimensional de la sociedad desde un plano general, Duby (1983) y Alvarado (1993).

2 Gómez Redondo (1998), p. 875. Con un apartado sobre la forma de labrar la tierra y de alzar edificios, como dice Gómez Redondo, a través de un sucinto tratamiento agropecuario.

Disponemos hoy de una edición del texto castellano de la obra a cargo de W. Baldwin (1989).

3 Berceo (1997), pp. 68-70. Ya nos ocupamos brevemente de este tema en: J. L. Bermejo (1980a)

4 Berceo (1997) con amplia bibliografía en pp. 389-401.

5 Berceo (1997), p. 147.

6 Berceo (1997), p. 190.

7 Berceo (1997), p. 192.

8 Berceo (1997), p. 4. Con apoyatura principal en el Archivo Municipal de Paredes de Nava, Juan Carlos Martín Cea [(1991), pp. 77-170] ha redactado una obra que puede resultar ilustrativa desde el plano histórico para lo abordado en este capítulo.

9 Berceo (1997), pp. 140-156.

10 Berceo (1972), p. 63.

11 Berceo (1972), p. 64.

12 Berceo (1972), p. 81.

13 Berceo (1972), p. 81.

14 En el Diario de Sesiones de las Cortes de Cádiz se presta gran atención al Voto de Santiago en las sesiones a partir del 12 de octubre de 1812. Se trata de un tema paralelo al del Voto de San Millán, aunque en este caso, de menor resonancia por estas fechas.

15 Berceo (1967), p. 154.

16 Berceo (1967), pp 154-155.

17 Berceo (1967), p. 155.

18 Berceo (1967), p. 155.

19 Berceo (1967), p. 155.

20 Berceo (1967), p. 155.

21 Berceo (1967), p. 156.

22 Resulta significativo, sobre la duración de los votos de San Millán, la referencia que ofrece Arce de Otálora (Juan de Arce de Otálora [1995], I, p. 491).

23 Berceo se muestra partidario de cumplir las prestaciones señoriales tanto de origen monástico como nobiliario según se desprende de lo que se dice a propósito de los padres de Santa Oria:

Omnes eran cathólicos vivían vida derecha,

davan a los señores a cascuno su pecha. (Berceo [1981], p. 95).

24 Puede verse sobre el particular la exposición de J. A. García de Cortazar (1969), pp. 318-323. Por su parte A. Ubieto (1965), vol. I, pp. 301-311, se inclina por los años 1143-1144 como fecha para la falsificación. Estudia también la correspondiente distribución geográfica de la prestación y su división por provincias desde la perspectiva de nuestra época. El documento falsificado fue publicado por el propio Ubieto en la Colección diplomática de Cuéllar (1961), apéndice I, pp. 3-14. Con un manejo más amplio de la documentación puede verse la transcripción que ofrece B. Dutton en su edición de la Vida de San Millán que estamos manejando (pp. 12-28). Se añade una lista comparativa de topónimos manejados en el documento (pp. 24-28).

25 Berceo (1972), p. 87.

26 Berceo (1972), p. 88.

27 Berceo (1972), p. 90.

28 Berceo (1972), p. 91.

 

 

 
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