Modelos de mujer en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo.

Jessica Barrachina González

 

Memòria del Treball de Fi de Grau
Grau de Llengua i Literatura Espanyola
Curs acadèmic 2017-18
Facultat de Filosofia i Lletres
Universitat de les Illes Balears

 

 

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3.Tratamiento de la Virgen María.

 

Gonzalo de Berceo bebe de la corriente mariana explicada en el primer apartado de este trabajo y compone los Milagros de Nuestra Señora con la figura de la Virgen como eje cohesionador y el personaje más importante de la obra, pues ella es la protagonista indiscutible de todos los milagros. Con esta obra, el autor pretende acercar a un destinatario colectivo el dogma de fe de la Virgen María y suscitar en ellos la devoción mariana. Por ello, es evidente que Berceo tiene una intención eminentemente didáctica y, para que este didactismo funcione, la Virgen es presentada en todos los milagros con rasgos muy humanizados, como la mediadora entre el mundo celestial y el mundo terrenal. De esta manera, el destinatario de los relatos se siente más próximo a la Virgen ya que, al igual que dialoga con los personajes terrenales de la obra cuando estos se sienten angustiados y necesitan de su ayuda o incluso se aparece ante ellos para obrar un milagro, puede hacerlo con todo aquel que se encuentre en una situación de peligro y que profese la devoción mariana. San Bernardo, que sirve de influencia para nuestro autor, también tiene muy presentes estos rasgos humanizados que Berceo otorga a la Virgen en su obra, y opina que “no hay en ella más que humanidad pura, no solamente porque es pura de toda mácula, sino pura aún en el sentido de que no hay en ella más que la sola naturaleza humana” (cfr. Gerli ed. 1985: 22).

Estos rasgos humanizados a los que he hecho referencia los encontramos sobre todo en su forma de actuar con respecto a los personajes pertenecientes al ámbito de lo terrenal pues, en la gran mayoría de los milagros, la Virgen premia o protege a sus fieles otorgándoles el perdón tras haber cometido un pecado. Pero, de igual manera, no duda en castigar de la forma más cruel a aquellos que no son sus devotos o que no cumplen con sus órdenes, como sucede, por ejemplo, en “La casulla de San Ildefonso” (I), donde la Virgen castiga con la muerte a Sïagro tras desobedecer el mandato que ella impone tras el fallecimiento de San Ildefonso, pues él, cuando ocupa el cargo de arzobispo, se pone la casulla que la Virgen le regala a San Ildefonso. Esta casulla es otorgada a San Ildefonso para agradecerle las buenas acciones que ha llevado a cabo durante su vida, como el libro que escribe defendiendo la virginidad de María y la celebración en Toledo de una misa en su honor. Por ello, como muestra de agradecimiento, la Virgen le regala esa casulla, la cual no puede utilizar nadie más: “[…] de vestir esta alva a ti es otorgado, / otro que la vistiere non será bien hallado” (vv. 63cd). 16

En este apartado nos centraremos en los comportamientos que llaman la atención de la Virgen María a lo largo de los diferentes relatos que componen la obra, tanto en su forma de actuar en el plano de lo supraterrenal al que pertenece como en las actitudes que adopta cuando hace de intermediaria entre el plano de lo supraterrenal y el terrenal.

Es importante señalar esta dualidad en el comportamiento que podemos rastrear a lo largo de toda la obra respecto a la figura de la Virgen, pues se comporta tanto con cualidades positivas como negativas en el ámbito supraterrenal y en el terrenal. En el ámbito de lo supraterrenal se comporta como mediadora entre Dios o su Hijo y los personajes terrenales. Con ellos se comporta como una madre, siendo la madre del Hijo de Dios hecho hombre y, por extensión, de todos los hombres. Encontramos también una cualidad amparadora, la figura en la cual los fieles encuentran el consuelo que necesitan tras haber cometido una mala acción. Es comprensiva con ellos e incluso actúa como la mediadora entre Dios o su Hijo y los personajes terrenales, como podemos ver en el milagro XXIV “Teófilo” cuando la Virgen le dice al protagonista que ha tenido que hablar con Dios para conseguir que este le perdone (c. 814):

“Yo fablé en tu pleito de toda voluntat,
finqué los mis enojos ante la Magestat;
até Dios perdonado, fecha grand caridat,
conviene tú que seas firme en tu bondat”.

Pero, en contraposición, también encontramos otros rasgos considerando el tratamiento humanizado de la Virgen para aquellos que merecen un castigo o que ella percibe que no se han comportado como buenos devotos. Si en la clasificación anterior nos encontramos con el poder milagroso de la Virgen haciendo uso de sus dotes supraterrenales, es en estos casos donde nos encontramos a la Virgen más humana, pues es capaz de sentir celos cuando un devoto va a contraer matrimonio; de castigar a aquellos que no profesan la religión –como los judíos, por ejemplo–, o incluso de comportarse de una manera que no esperaríamos en ella, pues es capaz de hacer cualquier cosa para salvar a sus fieles y, para ello, se comporta de forma injusta en muchas ocasiones. Un ejemplo de ello es el momento en el que reclama el alma de un pecador al diablo cuando, realmente, es un alma corrompida que no merece la salvación, como sucede en el milagro II “El sacristán fornicario” cuando los diablos se llevan el alma del sacristán: “[…] Con esta alma, foles –diz–, non avedes nada; / miente fue en el cuerpo fue mi acomendada, / agora prendrié tuerto por ir desamparada” (vv. 89bcd). 17

Con todo esto, podemos decir que la Virgen en los Milagros no se propone como modelo moral de conducta, pues no en todas las ocasiones obra del modo debido o de la manera que se espera de ella y es en este punto donde, de nuevo, se refuerzan sus rasgos humanizados en la obra ya que el autor muestra a la Virgen con sus virtudes, pero también con sus debilidades. Esto es así porque, en muchas ocasiones, la Virgen actúa en contra de lo establecido en la religión cristiana ya que concede la salvación a sus devotos a pesar de llevar una vida pecaminosa. Por ejemplo, esto es lo que recuerda un “sabidor diablo”, paradójicamente, en el milagro II (c. 91):

“Escripto es que omne, allí do es fallado,
o en bien o en mal, por ello es judgado;
si esti decreto por ti fuere falsado,
el pleit del evangelio todo es descuajado”.

Centrándonos en el comportamiento de la Virgen a la hora de salvar a sus devotos, encontramos variaciones en el momento de llevar a cabo dicha salvación. Por ejemplo, hay una serie de milagros en los que la Virgen protege a sus fieles cuando estos se encuentran en una situación conflictiva, ya sea porque se encuentran en peligro de muerte, porque no han cumplido con su palabra como sucede en el milagro XXIII “La deuda pagada” o porque han cometido un pecado –lo cual también puede llevarles a morir de forma pecaminosa–. Esto ocurre en los milagros VI “El ladrón devoto”, XIX “La preñada salvada por la Virgen”, XXI “La abadesa preñada”, XXII “El náufrago salvado”, XXIII “La deuda pagada” y XXV “La iglesia robada”. Un ejemplo de ello lo encontramos en el milagro VI cuyo protagonista, como el propio título indica, es un ladrón que profesa la devoción hacia la Virgen y que, tras haber cometido varios robos, es condenado a muerte hasta en dos ocasiones. En la primera de ellas es ahorcado públicamente, pero gracias a la intervención de la Virgen no muere y es descubierto con vida tres días después por su familia y amigos. Es llamativo que sea encontrado con vida tres días después de haber sido ahorcado, pues también pasan tres días desde la muerte de Jesucristo tras ser crucificado y su resurrección. En la segunda ocasión van a degollarlo pero, de nuevo, no pueden porque “metió Sancta María entre medio las manos, / fincaron los gorgueros de la golliella sanos” (vv.155cd). Con este milagro Berceo pretende transmitir al destinatario de la obra que, sean cuales sean los actos que se han llevado a cabo a lo largo de la vida, se puede conseguir la salvación mediante la devoción mariana. El milagro XXII, por ejemplo, sigue el mismo esquema que encontramos en el milagro XIX en el que la Virgen salva a una mujer embarazada de morir ahogada, pues la Virgen, de nuevo en el milagro 18 “El náufrago salvado”, salva de morir ahogado a un peregrino que cae al mar en el hundimiento de una embarcación.

Encontramos otros milagros muy semejantes a estos en los que la Virgen salva a sus devotos de morir en pecado como ocurre en los milagros XI “El labrador avaro”, XII “El prior y el sacristán”, XVII “La iglesia profanada” y XX “El monje borracho”. En muchas ocasiones podemos percibir en estos relatos a una Virgen que se comporta de manera injusta, pues hace todo lo que sea necesario para salvar el alma de los fieles aunque estos hayan llevado una vida pecaminosa y merezcan la condenación eterna. Es también habitual que la Virgen se dispute el alma del pecador con el diablo para poder conseguir este propósito, como sucede en el milagro XX “El monje borracho”, en el que el diablo aparece convertido en toro (c. 468):

Vino Sancta María con el ábito onrado,
tal que de omne vivo non serié apreciado;
metióselis en medio a él e al Pecado,
el toro tan superbio fue luego amansado.

Es en este mismo milagro mencionado en el que podemos encontrar otra cualidad de la Virgen María como es su papel de madre con devoto (c. 482):

La Reïna preciosa e de precioso fecho
prísolo por la mano, levólo pora’l lecho,
cubioólo con la manta e con el sobrelecho,
púso·l so la cabeza el cabezal derecho.

Esto ocurre en el momento posterior de haber aparecido ante el diablo para evitar que el pecador muriese. Es interesante este comportamiento de la Virgen María porque, además, se subraya la cotidianidad de las imágenes que aparecen en el milagro. Es una acción que es llevada a cabo a diario por cualquier madre cuando llevan a la cama a su hijo, un hecho con el que el destinatario se siente identificado y ve como algo cercano y real.

Otros milagros que resaltan el poder de la Virgen en el ámbito de lo supraterrenal son aquellos en los que premia a sus fieles, como encontramos en los milagros IV “El premio de la Virgen”, V “El pobre caritativo y XIV “La imagen respetada por el fuego”. En los dos primeros casos, la Virgen les premia con la salvación eterna. El milagro IV es llamativo puesto que la Virgen se aparece ante el clérigo enfermo y se dirige hacia él para decirle que no tenga miedo, que va a sanar su dolor pero, en lugar de curarle, el clérigo muere. El premio de la Virgen, entonces, consiste en la salvación eterna de su alma para agradecerle su devoción (c. 125): 19

“Yo cerca de ti estando, tú non ayas pavor,
tente por mejorado de toda la dolor;
recebí de ti siempre servicio e amor.
Darte quiero el precio de essa tu lavor”.

Un tanto diferente es el milagro XIV, pues la Virgen no premia a un devoto en particular, sino a todos los que acuden a esa iglesia que ha sido devorada por el fuego, protegiendo una imagen de la Virgen con su hijo en brazos que hay en ella para que así los fieles puedan seguir acudiendo a cumplir con sus devociones. Esta imagen, además, alude al dogma de fe de la Virgen María y su concepción sin mácula del Hijo de Dios.

Siguiendo con la caracterización de la Virgen, llama la atención el milagro VIII “El romero de Santiago” pues la Virgen, en este caso, actúa como un juez entre el diablo y Santiago. Al ver que el diablo se ha hecho pasar por Santiago ante el romero pecador y le ha hecho mutilarse los genitales y degollarse para, así, llevarse su alma, Santiago se encomienda a la Virgen María para que actúe como un juez y dicte sentencia. En este milagro la Virgen no pide permiso ni a su hijo ni a Dios para efectuar su sentencia, lo cual nos lleva a la conclusión de que Gonzalo de Berceo sigue la litúrgica hispánica de la época, en la que:

Se halla la idea de que María, sujeto especial de la gracia de Dios en la Encarnación, está directamente unida a la salvación de los pecadores, es decir, a la gracia de Dios en nosotros. Al aceptar convertirse en la Madre de Dios, ella ha sellado una nueva alianza entre Dios y los hombres […] separándose, así, de la tradición oriental y de la liturgia bizantina, que subrayan, por el contrario, la obediencia y la pasividad de la Virgen y la omnipotencia de la gracia de Dios (Saugnieux 1982: 54).

Así pues, teniendo en cuenta las palabras de Saugnieux, otro comportamiento característico de la Virgen María es aquel en el que aparece como mediadora ante su Hijo o ante Dios para salvar el alma de algún pecador, como ocurre en los milagros II “El sacristán fornicario”, VII “El monje y San Pedro”, X “Los dos hermanos” y XXIV “Teófilo”, en los que la Virgen interviene ante ellos para solicitar la salvación de su devoto. Un ejemplo de ello lo encontramos en el milagro VII, en el que la Virgen se dirige a su Hijo para que salve al monje (c. 170):

“Madre –dixo don Cristo–, yo saberlo querría:
¿qué negocio vos trae con esta compañía?”
“Fijo –disso la Madre–, a rogarvos venía
por alma de un monge de fulana mongía”.

Es interesante este diálogo entre la Virgen y su Hijo en el plano de lo supraterrenal porque se lleva a cabo en él una escena totalmente cotidiana como es una conversación 20 entre una madre y su hijo. Además, esta copla es especialmente llamativa ya que es un claro ejemplo del uso de un lenguaje llano por parte de Berceo, del denominado “román paladino”, pues utiliza verbos de dicción para introducir el parlamento en estilo directo de Jesús hacia su Madre y ambos se apelan entre sí utilizando vocativos totalmente reconocibles por el destinatario. Asimismo, es interesante el hecho de que el autor, para introducir las palabras de Cristo, utiliza el tratamiento de cortesía “don”, lo cual refuerza el tratamiento humanizado que Berceo otorga a los personajes supraterrenales de la colección.

Según M. Gerli (ed. 1985: 22) “la naturaleza humana de la Virgen es el factor decisivo que lleva a San Bernardo a definirla como la mediadora ideal entre los hombres y Cristo”. Aunque, como ya he apuntado anteriormente, no intercede solo ante Cristo, sino también ante Dios como se puede ver en el milagro X “Los dos hermanos” (c. 256):

Fue pora la Gloriosa, que luz más que estrella,
movióla con grand ruego, fue ante Dios con ella,
rogó por esta alma que trayén com a pella,
que non fuesse judgada secundo la querella.

Es una escena en la que la Virgen ruega a Dios por el alma del pecador Esteban utilizando, de nuevo, escenas cotidianas, pues la Virgen explica que los diablos están jugando con el alma del pecador como si de una pelota se tratara. Con ello, se acentúa la humanización de la Virgen María, pues gracias a ella y a su capacidad de mediación, los personajes que pertenecen al ámbito de lo terrenal logran que Dios les permita no morir en pecado como sucede en este milagro. También se refuerza con esta caracterización de la Virgen uno de los propósitos de Berceo, suscitar la devoción mariana, pues el destinatario percibe que la Virgen es capaz de hacer cualquier cosa para salvar las almas de los devotos y conseguir, de este modo, la entrada al Paraíso prometido, Paraíso que ha sido perdido para los hombres tras la expulsión debida a Eva por haber incitado al pecado a Adán.

Además, nos encontramos con otra serie de milagros en los que se hace visible el poder que posee María y su capacidad para castigar de la forma más cruel a aquellos que lo merecen. Por ejemplo, encontramos una serie de milagros en los que la Virgen ordena o advierte, a veces bajo amenazas, que se lleve a cabo lo que ella desea. Prueba de ello son los milagros III “El clérigo y la flor”, IX “El clérigo simple” y XIII “El nuevo obispo”. Nótese en todos ellos el uso de coloquialismos. La primera amenaza que encontramos en la obra pertenece al milagro III, en la que la Virgen amenaza al clérigo de que si no 21 entierran al otro clérigo fallecido en el cementerio va a recibir un castigo: “[…] yo por ésti fago todo est reguncerio; / si bien no lo recabdas, tente por lazerio” (vv. 110cd). Otro ejemplo lo encontramos en el milagro XIII, en el que la Virgen ordena a un hombre católico que vaya en búsqueda de Jerónimo para que se convierta en el nuevo obispo: “[…] yo te mando que sea aína recabdado; / si ál faz el cabillo, será mal engañado, / non será el mi Fijo de su fecho pagado” (vv.310bcd). Finalmente, en el milagro IX nos encontramos con un último ejemplo, en el que la Virgen amenaza al obispo de muerte por haber prohibido a un clérigo ignorante decir misa (c. 231):

“Si tú no li mandares decir la missa mía
como silié decirla, grand querella avría,
e tu serás finado hasta’l trenteno día:
¡desend verás qué vale la saña de María!”

Encontramos otros milagros en los que la Virgen María actúa de manera cruel, pues castiga sin piedad a los personajes por sus malas acciones. Esto queda reflejado en los milagros I “La casulla de San Ildefonso”, XVI “El niño judío” y XVIII “Los judíos de Toledo”, pues en todos ellos un personaje, ya sea colectivo o individual, recibe un castigo. Por lo tanto, es llamativo que la Virgen se comporte de forma compasiva con sus devotos, como se ha señalado anteriormente, así como amenazante e incluso cruel con otros. El primero de ellos ya ha sido explicado anteriormente y los milagros restantes tienen en común que están protagonizados por judíos, los cuales reciben un castigo. Esto no es algo extraño en la época ya que el antisemitismo se expande en los siglos XI, XII y XIII por toda Europa (Saugnieux 1982: 76). Entonces, el antisemitismo, en la época a la que pertenece Berceo, es asumido con naturalidad y por eso no debe extrañarnos que en los Milagros aparezcan relatos en los que este colectivo recibe un castigo. En el milagro XVI la Virgen actúa como venganza con extrema crueldad hacia el padre del niño judío que ha sido quemado en el horno tras convertirse al cristianismo, pues hace que el padre muera en las mismas circunstancias en las que él ha querido castigar, matando a su hijo (c. 371):

Prisieron al judío, al falso desleal,
al que a su fijuelo fiziera tan grand mal,
legáronli las manos con un fuerte dogal,
dieron con elli entro en el fuego cabdal.

En el milagro XVIII la Virgen aparece en una iglesia en la que se está llevando a cabo una misa y, junto con el arzobispo, convence a los fieles que allí se encuentran para que persigan a los judíos, pues les recuerda lo mal que estos se portaron con su Hijo y, 22 por consiguiente, con ella. De este modo, todos los que se encuentran en la misa salen a las calles, sirviéndoles tanto Jesucristo como la Virgen como guías (c. 426):

Moviéronse los pueblos, toda la clerecía,
fueron a muy grand priesa pora la judería;
guiólos Jesu Cristo e la Virgo María,
fo luego encubierta la su alevosía.

Habiendo analizado el comportamiento de la Virgen, no debe olvidarse la importancia que Gonzalo de Berceo le otorga al estilo directo, pues en muchas ocasiones la Virgen se dirige a sus fieles y entabla un diálogo con ellos. Este es un rasgo que reafirma el carácter humanizado que la figura de la Virgen María recibe en esta obra, pues no tan solo hace todo lo posible para salvar a sus fieles, los protege y vela por ellos, sino que incluso se aparece y se dirige hacia ellos para concederles la calma que necesitan. Del mismo modo, debe hacerse hincapié en que las situaciones que nos encontramos en los relatos describen, en muchas ocasiones, acciones o imágenes cotidianas, reconocibles por el destinatario. Esto ocurre, por ejemplo, en el ya mencionado milagro VIII “El romero de Santiago” en el que la Virgen se ofrece como un juez o en el también mencionado milagro XX “El monje borracho”, en el que resalta la figura de la Virgen como madre pero también una imagen donde parece que la Virgen está toreando (c. 469):

Menazóli la dueña con la falda del manto,
esto fo pora elli un müy mal quebranto;
fusso e desterrósse faziendo muy grand planto,
fincó en paz el monge, ¡gracias al Padre Sancto!

Con todo ello, podemos concluir que la Virgen, en esta obra, es presentada con una dualidad en su comportamiento según la situación en la que se encuentra. Son muy importantes los rasgos humanizados con los que la caracteriza Berceo, pues gracias a ellos se obtiene una imagen de la Virgen más cercana, más accesible al destinatario para, de este modo, suscitar en él la devoción. Estos rasgos humanizados, a su vez, otorgan verosimilitud de un personaje que, perteneciente al ámbito de lo supraterrenal, parece mostrar las mismas contradicciones que los mortales en lo que respecta a su comportamiento. Otra característica que acerca al destinatario a la Virgen es el hecho de que ella aparezca ante sus fieles y se dirija hacia ellos haciendo uso del estilo directo, como si de cualquier mortal se tratara. Berceo otorga voz propia a la Virgen y, a través de sus palabras, la Virgen se caracteriza, es decir, nuestro autor no caracteriza a la Virgen María sino que deja que ella misma lo haga a través sus acciones y sus palabras. Por ello debe tenerse en cuenta que con esta obra el autor no ofrece a la Virgen María como un 23 modelo de conducta, sino que narra sus acciones como si de cualquier mortal se tratara, ya que en muchas ocasiones se deja llevar, como hemos podido ver durante la explicación, por el enfado o los celos, de la misma manera que siente compasión por sus fieles, es decir, cualquier sentimiento que todo ser humano puede sentir.

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Modelos de mujer en los Milagros de Nuestra Señora de Gonzalo de Berceo (Texto completo en pdf )

 

(Imagen de portada extraída del Códice Rico del Escorial, milagros de la Virgen, Cantigas de Alfonso X)

 

 

 
 

 

Modelos de mujer en los Milagros de Nuestra Señora 

de Gonzalo de Berceo

Jessica Barrachina González