Mi muy querido, leído y respetado P. Olarte:

He releído con la debida atención, creo, su artículo "Un dato nuevo sobre Gonzalo de Berceo", tal como aparece publicado en vallenajerilla.com.

Me gustaría transmitirle algunas de las reflexiones que me he ido haciendo a lo largo de mi lectura. Creo que de la discusión razonada siempre sale la luz, si los que discuten, la buscan.

  1. No es extraño que el documento que Ud. estudia escapara a la mención de anteriores investigadores interesados en Gonzalo de Berceo, si se tiene en cuenta que los documentos relacionados presuntamente con el poeta tienen todos una firma bastante uniforme en sus términos, "don gonzalo de berceo", a la que a veces se añade una palabra referida a su situación eclesiástica, v. g. "diachonus", o una frase relativa a su situación eclesiástica y administrativa, "so maestro de confessión e so cabezalero".

  2. No es éste el caso de "«Gundissalvus Michaelis de berceo, miles». Hay un apellido extraño a las demás y hay también una profesión seglar que nada tiene que ver con la vida eclesiástica, desde niño, que conocemos de Berceo por su propio testimonio: "En San Millán de Suso fue de niñez criado" (San Millán, 489,b) y por las restantes firmas atribuidas al poeta.

  3. Nunca sabremos con certeza si "don gonzalo de berceo" es don Gonzalo de Berceo, pero, leída la obra "del primer poeta en lengua castellana de nombre conocido"—poetas castellanos anónimos anteriores a Berceo los hay muchos y muy buenos—, tiene todos los visos de ser la misma persona.

  4. "Gundissalvus Michaelis de berceo, miles" puede muy bien ser otra persona, todo lo desconocida, hasta ahora, que se quiera. Na da hay que se oponga a ello. Se puede pensar que tiene una hermana casada en un pueblo cercano… Todo lo que nos haga sospechar la documentación que vayamos conociendo.

  5. No hace falta inventarle una juventud caballeresca a Berceo para explicar que conociese muy bien la literatura europea galante de su tiempo. Ahí está el Camino de Santiago, y el trasiego de trovadores y juglares entre unas cortes y otras—cortes reales o nobiliarias—, para explicarlo.

No hace falta inventarle al Maestro Fray Luis de León una vida de ajetreado mujeriego para explicar su excelente poesía amorosa ciento por ciento profana. Basta con suponerle un buen conocedor y aficionado imitador ocasional de Petrarca, autor que estaba en las manos de todo buen aficionado a la buena literatura de su tiempo.

No hace mucho se le dio un premio prestigioso de poesía religiosa a un confeso y convicto ateo, conocido como tal cuando se abrió la plica.

En cuanto a la extrañeza de que escribiese sobre Alejandro Magno, tampoco hace falta inventarle a Berceo una juventud caballeresca y militarista. Las vidas de santos son libros de caballerías "a lo divino". Lo sabían bien San Ignacio de Loyola y santa Teresa de Jesús, sin ir más lejos.

A veces le damos la razón a Camilo José Cela cuando decía aquella boutade de que "el español es persona incapaz de tener dos ideas a la vez en la cabeza, sobre todo si aparentemente parecen incompatibles; por ejemplo, un cura torero".

El universo del escritor, incluidos los medievales, es tan amplio como el que se muestra en el llamado "Libro de buen amor", por ejemplo, donde a un clérigo se le atribuyen poemas de todos los estilos y para todos los gustos.

Berceo vive en la primera mitad del siglo XIII, uno de los grandes siglos de la cultura europea y española y el Berceo, mero bonachón cura de pueblo, hoy no le convence ya a nadie.

Esperando que estas anotaciones le sirvan de utilidad, se despide de Ud. con un afectuoso saludo su atento lector y viejo aficionado a la poesía de Berceo.

 

Antonino M. Pérez Rodríguez.

 

 

 
 
 

 

 

Carta abierta al P. Olarte sobre  
"Gundissa
bus michaelis  de berceo".

 

ANTONINO M. PÉREZ RODRÍGUEZ
Catedrático del IES “Lope de Vega” de Madrid